titleRadio Armonia <subtitle type="text">Una señal en el aire, para confesar que: “Jesucristo es el Señor, para Gloria de Dios Padre". Fil. 2:11</subtitle> <link rel="alternate" type="text/html" href="http://www.radioarmonia.cl"/> <id>http://www.radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/tags/tag/273-confianza</id> <updated>2024-04-27T14:50:25-04:00</updated> <author> <name>Web Radio Armonia</name> <email>internet@armonia.cl</email> </author> <link rel="self" type="application/atom+xml" href="http://www.radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/tags/tag/273-confianza?format=feed&type=atom"/> <entry> <title>Cuando somos perseguidos 2017-05-15T10:25:00-04:00 2017-05-15T10:25:00-04:00 http://www.radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=405:cuando-somos-perseguidos Super User <p>Todos queremos ser respetados, aceptados y amados. En realidad, a nadie le gusta tener conflictos, ni ser atacados injustamente. Sin embargo, la realidad es que vivimos en un mundo donde hay dos fuerzas opuestas —el bien y el mal—, de modo que los conflictos no deben sorprendernos. El apóstol Pablo hablaba por experiencia propia cuando escribió a Timoteo que "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Ti 3.12). Jesús dijo claramente a sus discípulos: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15.20).<br /><br />A menudo, cuando tratamos de obedecer la guía de Dios, enfrentamos persecución de parte de jefes, maestros, vecinos, compañeros, o incluso de hermanos de la iglesia. A veces, el origen del ataque pueden tomarnos por sorpresa: alguien que creíamos que era nuestro amigo de repente puede cambiar y convertirse en nuestro enemigo. ¿Cómo quiere Dios que reaccionemos ante algo tan doloroso?<br /><br />He conocido a personas que realmente han sido perseguidas por causa de la justicia de una manera que me admira e inspira. Con los años, Dios me ha enseñado cómo hacer frente a este tipo de cosas.<br /><br />Un año después de haber llegado a Atlanta como pastor asociado de la Primera Iglesia Bautista, el pastor principal renunció bajo la enorme presión de un grupo que quería que se marchara. Vi suceder esto, y pronto entendí que querían hacer lo mismo conmigo. Decían que yo no tenía la experiencia ni la capacidad para manejar esta iglesia, y que mi predicación los tenía molestos. Querían un club social, no una iglesia.<br /><br />El grupo quería que me fuera; me acusaron de cosas terribles, tratando de indisponer a todos contra mí. Llevaban a los miembros del comité a comer para convencerlos de que me despidieran.<br /><br />Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba. Sabía que Él me había llamado a estar en esta iglesia, pero sentía como si estuviera librando una batalla perdida. <span style="font-size: 12.16px;">Le decía: "Señor, por lo que veo, simplemente no hay manera de que pueda ser el pastor de esta iglesia". Pero en medio del conflicto —a través de mi dolor y mi confusión— Él me mostró cómo quería que yo respondiera a la persecución. Aprendí cinco cosas que lo cambiaron todo.</span></p> <p><strong>Considerar todo lo que se presente como algo que Dios va a usar con un propósito superior (Ro 8.28).</strong> <br />Esto evitará que usted se convierta en una persona resentida, hostil o vengativa. Si el Señor permite que algunas personas le hieran, véalas como un instrumento de Él, porque Dios tiene algo más grande en mente para bendecirle. El control no lo tienen esas personas, sino Dios. Recuerdo que me dijo con claridad: "Yo estoy creando todas las circunstancias para mi gloria, y para tu bien. Tendrás que confiar en mí. No pelees. No te defiendas. Sólo confía en mí". Todavía hoy, esas palabras significan mucho para mí, porque en todo lo que he enfrentado desde entonces, Él ha sido siempre el mismo Padre amoroso y fiel.</p> <p>En cierto momento, durante una reunión de asuntos de la iglesia, un hombre, que era parte del principal grupo opositor, vino para hablar sobre el "daño" que yo le estaba haciendo a la Primera Iglesia Bautista de Atlanta. Cuando terminó, se cuadró y me golpeó en la mejilla con el dorso de la mano. Una hermana, saltó de su asiento, y le dijo: "¿Cómo te atreves a golpear a mi pastor?" Increíblemente, eso no me molestó porque acababa de leer Isaías 54.17: "Ninguna arma forjada contra ti prosperará". Resultó ser lo mejor que pudo haber pasado, porque reveló cuán fuera de control estaban las personas que me odiaban. Aunque hubo más oposición que tuve que enfrentar después, ese grupo se marchó apenas diez días después.</p> <p><strong>Mantener el enfoque en el Señor, pase lo que pase.</strong> <br />Si no lo hace, reaccionará negativamente. Si usted permanece centrado en Dios, las cosas que Satanás utiliza para distraer su atención no tendrán el poder de paralizarle. Ya no escuchará las voces falsas o acusadoras a su alrededor. En Isaías 41.10, Dios nos asegura: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes". Satanás intensificará la oposición porque quiere que usted piense que la situación es peor de lo que es en realidad.</p> <p>Cada domingo, cuando venía a la iglesia, sabía que había unas 300 personas que querían librarse de mí. Una mañana, alguien llenó el santuario con panfletos que hablaban mal de mí. Por tanto, fui directamente a orar, caí sobre mi rostro, clamé a Dios, y centré mi atención en Él. Por extraño que parezca, cuando volví al santuario sentía que todo el mundo me amaba. Toda la animosidad fue borrada por el amor del Padre celestial; no importa lo que dijeran o hicieran mis atacantes, no sentía ningún resentimiento o temor. El Señor me había cubierto por completo.</p> <p>Un domingo, vine al servicio matutino sin un sermón. Yo había planificado el mensaje para el servicio de la noche, pero cuando empecé a preparar el de la mañana, sentí que Dios me decía que lo echara a la basura, y que sólo me concentrara en Él. De modo que no tenía nada preparado, y todos mis "enemigos" estaban allí sentados, esperando atraparme. Tomé la Biblia, y Dios me guió a Proverbios 3.5: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia". Me concentré en el pasaje, y durante 40 minutos las palabras salieron de mí como un torrente. Era como si el Espíritu Santo se hubiera apoderado de mi persona. Cuando di la invitación al final, hubo personas que se marcharon, y otras que pasaron al frente para ser salvas o unirse a la iglesia.</p> <p>Más tarde, mis opositores me acusaron de "lanzar una bomba atómica" con mi sermón. Todo lo que pude pensar fue: "¡Échenle la culpa a Dios!" Ese sermón que Él me dio, movió a la gente a apoyarme. Si no hubiera puesto mi mente en el Señor semana tras semana, eso no habría ocurrido. No podría haberlo hecho; habría estado muerto de miedo de pararme al frente sin tener un sermón.</p> <p><strong>Confiar en el poder de Dios por completo.</strong> <br />Los conflictos, la persecución y la guerra espiritual pueden consumir sus energías físicas, emocionales y espirituales. Usted se va a la cama pensando en ello. Sus "enemigos" saben que tiene debilidades, por lo que estarán pendientes de la primera y más pequeña señal de miedo. Cuando la vean, vendrán contra usted como un rebaño de ganado en estampida. Usted puede estar perfectamente en lo correcto, pero la presión puede hacer que dude del poder de Dios en su vida. Es allí cuando el enemigo comenzará a atormentarle, diciendo: "Dios no va a protegerte. ¡Estás solo!" Usted tiene que rechazar esa clase de pensamientos, y abrazarse al poder de Dios.</p> <p>En ese momento de mi vida, sentía que no tenía a nadie sino a Dios. No sabía quiénes eran mis amigos, porque éstos parecían cambiar cada semana. Pero el Señor me enseñó que dependía absolutamente de Él, y que lo único que yo podía hacer era confiar en su poder. En el Salmo 28.7, el Rey David reconoce al Señor como la única fuente de su fortaleza, y la única defensa que necesitaba frente a los ataques feroces. De nuevo, en el Salmo 61.2-4, este guerrero expresa su total dependencia: "Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas".</p> <p><strong>Reconocer que se está librando una batalla espiritual.</strong><br />Es importante entender la naturaleza de la batalla en que se está. Haga un inventario de la situación, y pregúntese:<br />¿Tendrá esta batalla algún efecto sobre la obra de Dios?<br />¿Estoy en el lugar donde el Señor me quiere, haciendo el trabajo que Él quiere que haga?<br />¿Es bíblica mi posición, y estoy haciendo realmente algo que Dios me ha llamado a hacer? ¿O mi objetivo principal está basado más bien en mi opinión o preferencia personales?<br />¿Qué está en juego si abandono la lucha o me mantengo en ella —si "gano" o "pierdo"?<br />¿Cómo se verán afectados otros por mi respuesta a esta persecución?… ¿o por su resultado final?<br />¿Voy a ser yo glorificado en esto, o toda la gloria será para Dios?</p> <p>A veces, "ganar" no significa correr a alguien. Es, más bien, ser capaz de resistir y seguir avanzando, sin defenderse, atacar o procurar vengarse. Muchas veces, ganar es simplemente mantenerse firme (incluso en silencio si es necesario) para reforzar el testimonio de Dios. Pablo dijo a los creyentes: "Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne" (Ef 6.10-12). No dijo: "¡Lancen un ataque contra sus enemigos!", sino "estad firmes". El Señor es el que libra la batalla; a usted le corresponde estar firme. Por supuesto, debe tener cuidado de no manipular las circunstancias. Pero si está realmente en el lugar donde Dios le ha llamado, entonces no se dé por vencido —cueste lo que cueste.</p> <p>Antes de que tuviéramos el radar y otras tecnologías de la comunicación, los marineros tenían poca o ninguna advertencia en cuanto a cuándo se avecinaba una tormenta. Pero cuando encontraban mal tiempo se ataban al mástil de la nave, para que las olas que inundaban la cubierta no los arrojaran al mar. Este es un ejemplo perfecto de lo que Dios quiere que hagamos en medio de una batalla espiritual. Cuando estamos unidos a Él firmemente, decididos a no ser movidos hasta que pase la tormenta, desarrollamos tal unidad con el Señor, que Él tiene completa libertad para actuar como le plazca. No tenemos que tener miedo. Más bien, confiar en el Señor, creyendo que Él está haciendo, en verdad, algo fantástico. Recuerde que no tenemos que luchar con nuestras propias fuerzas. Dios dice: "No te desampararé, ni te dejaré" (He 13.5).</p> <p><strong>Confíe en que saldrá victorioso.</strong> <br />Podemos confiar en que ganaremos todas las batallas que Dios permite en nuestras vidas, por su absoluta soberanía, no por nuestra fortaleza, sabiduría o experiencia. Porque Él es soberano y Él tiene todo en perfecto control. Si usted elige creer que es una víctima de las personas y de las circunstancias, está diciendo, en realidad, que ellas tienen más control sobre su vida que Dios. Pero si está caminando en obediencia con el Señor, todo lo que Él permite será, al final, para bien suyo y para gloria de Él (Ro 8.28).</p> <p>Cuando Pablo escribió: "Somos más que vencedores", implicaba que cuando salimos de la batalla, tenemos más de lo que teníamos antes de entrar en ella (Ro 8.37). Ahora tenemos una mayor comprensión de Dios, de su gracia y de sus caminos, sabiendo que nada puede alterar su omnipotencia, su sabiduría absoluta, o su amor (vv. 26-39). Cuando usted llega a esa conclusión, y la cree de verdad, se vuelve plenamente libre. Si cree que el Señor es soberano, y se ha consagrado a Él, ¿por qué preocuparse? Nada podrá dañarnos, si Él no lo permite.</p> <p>Es por eso que podemos "ganar", aunque el mundo piense que estamos derrotados. El mundo nos dice que manipulemos las circunstancias, o que huyamos. Pero nuestra responsabilidad es, obedecer y confiar en que nuestro maravilloso, amoroso y soberano Padre celestial cuidará de nosotros.</p> <p>Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba.</p> <p><br /><a href="https://encontacto.org/" target="_blank">En Contacto</a></p> <p><br /><br /></p> <p>Todos queremos ser respetados, aceptados y amados. En realidad, a nadie le gusta tener conflictos, ni ser atacados injustamente. Sin embargo, la realidad es que vivimos en un mundo donde hay dos fuerzas opuestas —el bien y el mal—, de modo que los conflictos no deben sorprendernos. El apóstol Pablo hablaba por experiencia propia cuando escribió a Timoteo que "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Ti 3.12). Jesús dijo claramente a sus discípulos: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15.20).<br /><br />A menudo, cuando tratamos de obedecer la guía de Dios, enfrentamos persecución de parte de jefes, maestros, vecinos, compañeros, o incluso de hermanos de la iglesia. A veces, el origen del ataque pueden tomarnos por sorpresa: alguien que creíamos que era nuestro amigo de repente puede cambiar y convertirse en nuestro enemigo. ¿Cómo quiere Dios que reaccionemos ante algo tan doloroso?<br /><br />He conocido a personas que realmente han sido perseguidas por causa de la justicia de una manera que me admira e inspira. Con los años, Dios me ha enseñado cómo hacer frente a este tipo de cosas.<br /><br />Un año después de haber llegado a Atlanta como pastor asociado de la Primera Iglesia Bautista, el pastor principal renunció bajo la enorme presión de un grupo que quería que se marchara. Vi suceder esto, y pronto entendí que querían hacer lo mismo conmigo. Decían que yo no tenía la experiencia ni la capacidad para manejar esta iglesia, y que mi predicación los tenía molestos. Querían un club social, no una iglesia.<br /><br />El grupo quería que me fuera; me acusaron de cosas terribles, tratando de indisponer a todos contra mí. Llevaban a los miembros del comité a comer para convencerlos de que me despidieran.<br /><br />Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba. Sabía que Él me había llamado a estar en esta iglesia, pero sentía como si estuviera librando una batalla perdida. <span style="font-size: 12.16px;">Le decía: "Señor, por lo que veo, simplemente no hay manera de que pueda ser el pastor de esta iglesia". Pero en medio del conflicto —a través de mi dolor y mi confusión— Él me mostró cómo quería que yo respondiera a la persecución. Aprendí cinco cosas que lo cambiaron todo.</span></p> <p><strong>Considerar todo lo que se presente como algo que Dios va a usar con un propósito superior (Ro 8.28).</strong> <br />Esto evitará que usted se convierta en una persona resentida, hostil o vengativa. Si el Señor permite que algunas personas le hieran, véalas como un instrumento de Él, porque Dios tiene algo más grande en mente para bendecirle. El control no lo tienen esas personas, sino Dios. Recuerdo que me dijo con claridad: "Yo estoy creando todas las circunstancias para mi gloria, y para tu bien. Tendrás que confiar en mí. No pelees. No te defiendas. Sólo confía en mí". Todavía hoy, esas palabras significan mucho para mí, porque en todo lo que he enfrentado desde entonces, Él ha sido siempre el mismo Padre amoroso y fiel.</p> <p>En cierto momento, durante una reunión de asuntos de la iglesia, un hombre, que era parte del principal grupo opositor, vino para hablar sobre el "daño" que yo le estaba haciendo a la Primera Iglesia Bautista de Atlanta. Cuando terminó, se cuadró y me golpeó en la mejilla con el dorso de la mano. Una hermana, saltó de su asiento, y le dijo: "¿Cómo te atreves a golpear a mi pastor?" Increíblemente, eso no me molestó porque acababa de leer Isaías 54.17: "Ninguna arma forjada contra ti prosperará". Resultó ser lo mejor que pudo haber pasado, porque reveló cuán fuera de control estaban las personas que me odiaban. Aunque hubo más oposición que tuve que enfrentar después, ese grupo se marchó apenas diez días después.</p> <p><strong>Mantener el enfoque en el Señor, pase lo que pase.</strong> <br />Si no lo hace, reaccionará negativamente. Si usted permanece centrado en Dios, las cosas que Satanás utiliza para distraer su atención no tendrán el poder de paralizarle. Ya no escuchará las voces falsas o acusadoras a su alrededor. En Isaías 41.10, Dios nos asegura: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes". Satanás intensificará la oposición porque quiere que usted piense que la situación es peor de lo que es en realidad.</p> <p>Cada domingo, cuando venía a la iglesia, sabía que había unas 300 personas que querían librarse de mí. Una mañana, alguien llenó el santuario con panfletos que hablaban mal de mí. Por tanto, fui directamente a orar, caí sobre mi rostro, clamé a Dios, y centré mi atención en Él. Por extraño que parezca, cuando volví al santuario sentía que todo el mundo me amaba. Toda la animosidad fue borrada por el amor del Padre celestial; no importa lo que dijeran o hicieran mis atacantes, no sentía ningún resentimiento o temor. El Señor me había cubierto por completo.</p> <p>Un domingo, vine al servicio matutino sin un sermón. Yo había planificado el mensaje para el servicio de la noche, pero cuando empecé a preparar el de la mañana, sentí que Dios me decía que lo echara a la basura, y que sólo me concentrara en Él. De modo que no tenía nada preparado, y todos mis "enemigos" estaban allí sentados, esperando atraparme. Tomé la Biblia, y Dios me guió a Proverbios 3.5: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia". Me concentré en el pasaje, y durante 40 minutos las palabras salieron de mí como un torrente. Era como si el Espíritu Santo se hubiera apoderado de mi persona. Cuando di la invitación al final, hubo personas que se marcharon, y otras que pasaron al frente para ser salvas o unirse a la iglesia.</p> <p>Más tarde, mis opositores me acusaron de "lanzar una bomba atómica" con mi sermón. Todo lo que pude pensar fue: "¡Échenle la culpa a Dios!" Ese sermón que Él me dio, movió a la gente a apoyarme. Si no hubiera puesto mi mente en el Señor semana tras semana, eso no habría ocurrido. No podría haberlo hecho; habría estado muerto de miedo de pararme al frente sin tener un sermón.</p> <p><strong>Confiar en el poder de Dios por completo.</strong> <br />Los conflictos, la persecución y la guerra espiritual pueden consumir sus energías físicas, emocionales y espirituales. Usted se va a la cama pensando en ello. Sus "enemigos" saben que tiene debilidades, por lo que estarán pendientes de la primera y más pequeña señal de miedo. Cuando la vean, vendrán contra usted como un rebaño de ganado en estampida. Usted puede estar perfectamente en lo correcto, pero la presión puede hacer que dude del poder de Dios en su vida. Es allí cuando el enemigo comenzará a atormentarle, diciendo: "Dios no va a protegerte. ¡Estás solo!" Usted tiene que rechazar esa clase de pensamientos, y abrazarse al poder de Dios.</p> <p>En ese momento de mi vida, sentía que no tenía a nadie sino a Dios. No sabía quiénes eran mis amigos, porque éstos parecían cambiar cada semana. Pero el Señor me enseñó que dependía absolutamente de Él, y que lo único que yo podía hacer era confiar en su poder. En el Salmo 28.7, el Rey David reconoce al Señor como la única fuente de su fortaleza, y la única defensa que necesitaba frente a los ataques feroces. De nuevo, en el Salmo 61.2-4, este guerrero expresa su total dependencia: "Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas".</p> <p><strong>Reconocer que se está librando una batalla espiritual.</strong><br />Es importante entender la naturaleza de la batalla en que se está. Haga un inventario de la situación, y pregúntese:<br />¿Tendrá esta batalla algún efecto sobre la obra de Dios?<br />¿Estoy en el lugar donde el Señor me quiere, haciendo el trabajo que Él quiere que haga?<br />¿Es bíblica mi posición, y estoy haciendo realmente algo que Dios me ha llamado a hacer? ¿O mi objetivo principal está basado más bien en mi opinión o preferencia personales?<br />¿Qué está en juego si abandono la lucha o me mantengo en ella —si "gano" o "pierdo"?<br />¿Cómo se verán afectados otros por mi respuesta a esta persecución?… ¿o por su resultado final?<br />¿Voy a ser yo glorificado en esto, o toda la gloria será para Dios?</p> <p>A veces, "ganar" no significa correr a alguien. Es, más bien, ser capaz de resistir y seguir avanzando, sin defenderse, atacar o procurar vengarse. Muchas veces, ganar es simplemente mantenerse firme (incluso en silencio si es necesario) para reforzar el testimonio de Dios. Pablo dijo a los creyentes: "Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne" (Ef 6.10-12). No dijo: "¡Lancen un ataque contra sus enemigos!", sino "estad firmes". El Señor es el que libra la batalla; a usted le corresponde estar firme. Por supuesto, debe tener cuidado de no manipular las circunstancias. Pero si está realmente en el lugar donde Dios le ha llamado, entonces no se dé por vencido —cueste lo que cueste.</p> <p>Antes de que tuviéramos el radar y otras tecnologías de la comunicación, los marineros tenían poca o ninguna advertencia en cuanto a cuándo se avecinaba una tormenta. Pero cuando encontraban mal tiempo se ataban al mástil de la nave, para que las olas que inundaban la cubierta no los arrojaran al mar. Este es un ejemplo perfecto de lo que Dios quiere que hagamos en medio de una batalla espiritual. Cuando estamos unidos a Él firmemente, decididos a no ser movidos hasta que pase la tormenta, desarrollamos tal unidad con el Señor, que Él tiene completa libertad para actuar como le plazca. No tenemos que tener miedo. Más bien, confiar en el Señor, creyendo que Él está haciendo, en verdad, algo fantástico. Recuerde que no tenemos que luchar con nuestras propias fuerzas. Dios dice: "No te desampararé, ni te dejaré" (He 13.5).</p> <p><strong>Confíe en que saldrá victorioso.</strong> <br />Podemos confiar en que ganaremos todas las batallas que Dios permite en nuestras vidas, por su absoluta soberanía, no por nuestra fortaleza, sabiduría o experiencia. Porque Él es soberano y Él tiene todo en perfecto control. Si usted elige creer que es una víctima de las personas y de las circunstancias, está diciendo, en realidad, que ellas tienen más control sobre su vida que Dios. Pero si está caminando en obediencia con el Señor, todo lo que Él permite será, al final, para bien suyo y para gloria de Él (Ro 8.28).</p> <p>Cuando Pablo escribió: "Somos más que vencedores", implicaba que cuando salimos de la batalla, tenemos más de lo que teníamos antes de entrar en ella (Ro 8.37). Ahora tenemos una mayor comprensión de Dios, de su gracia y de sus caminos, sabiendo que nada puede alterar su omnipotencia, su sabiduría absoluta, o su amor (vv. 26-39). Cuando usted llega a esa conclusión, y la cree de verdad, se vuelve plenamente libre. Si cree que el Señor es soberano, y se ha consagrado a Él, ¿por qué preocuparse? Nada podrá dañarnos, si Él no lo permite.</p> <p>Es por eso que podemos "ganar", aunque el mundo piense que estamos derrotados. El mundo nos dice que manipulemos las circunstancias, o que huyamos. Pero nuestra responsabilidad es, obedecer y confiar en que nuestro maravilloso, amoroso y soberano Padre celestial cuidará de nosotros.</p> <p>Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba.</p> <p><br /><a href="https://encontacto.org/" target="_blank">En Contacto</a></p> <p><br /><br /></p> La Fortaleza y la Seguridad vienen de Dios 2014-04-02T19:03:45-03:00 2014-04-02T19:03:45-03:00 http://www.radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=263:la-fortaleza-y-la-seguridad-vienen-de-dios Super User <p>"Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto" (Jeremías 17:7-8).</p> <p>"Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto" (Jeremías 17:7-8).</p> ¿Por qué mentimos y por qué las creemos? 2017-08-22T11:50:07-03:00 2017-08-22T11:50:07-03:00 http://www.radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=673:por-que-mentimos-y-por-que-las-creemos Super User <p>¡Las mentiras destruyeron mi matrimonio! Como muchas mujeres, Victoria cree que ella podría haber perdonado una mentira inocente o aun una aventura amorosa. Para cuando descubrió el largo comportamiento engañoso que su esposo había utilizado para que ella no supiera la verdad sobre su estilo de vida, el daño ya estaba hecho.<br /><br />Si usted ha sido engañado por alguien en quien confiaba, sabe bien que las mentiras pueden socavar la credibilidad, puede desintegrar relaciones y corroer la confianza. Las mentiras nos quitan la inocencia, nos humillan y nos deshonran. Nos preguntamos si la persona que nos mintió alguna vez nos ha dicho la verdad.<br /><br />De modo que, ¿por qué decimos mentiras y por qué las creemos? ¿Es posible tener más discernimiento para saber en quién confiar y cuánto confiar, sin sospechar demasiado de la gente?<br /><br /><strong>Todos mienten, ¿o no?</strong><br />«El aspecto central de la mentira es que queremos ser como Dios, con el simple habla creó el universo», dice un estudioso. «De manera que al hablar creamos el mundo que queremos ver».<br /><br />Los estudios muestran que algunas personas mienten tan a menudo como comen, tres o cuatro mentirillas por día. Sea que las llamemos mentiras piadosas, declaraciones falsas, reservas mentales o evasivas, exageraciones o hipérboles, cuando lo que decimos no es la verdad, es una mentira. La palabra griega para hablar de verdad es aletheia, que significa no escondido. Mentir es esconder la verdad. Mentimos porque sinceramente creemos que es lo mejor que podemos hacer para nuestro beneficio en ese momento.<br /><br />Las mentiras son parte de la vida. Satanás, el padre de mentiras (Juan 8:44) en el Edén plantó las semillas del engaño. Diciendo una mentira escondida en una verdad, confundió a Eva sobre la única restricción que había puesto Dios para la vida en el Edén (Génesis 3:2-5). Seducida por el deseo de ser tan sabia como Dios, Eva actuó de acuerdo a lo que sabía no era cierto.<br /><br />Abraham le dijo una media verdad al rey Abimelec, afirmando que Sara, su esposa, era en realidad su hermana (Génesis 20:2). David ocultó su aventura amorosa con Betsabé y mató al esposo de la mujer (2 Samuel 11). Pedro negó que conocía a Jesús (Juan 18:25-26). Ananías mintió sobre la cantidad de dinero que había recibido por la venta de su propiedad (Hechos 5:1-11).<br /><br />Vivimos en un mundo de engaños. Las mentiras tienen influencia en la historia y persuaden a la gente. Algunos son campeones en cuanto a decirnos lo que queremos oír y lo que ellos quieren que creamos.<br /><br />Por ejemplo, en 1906 el Dr. Frederick A. Cook se hizo famoso al escalar el Monte McKinley, el pico más alto en América del Norte y tomar una fotografía en la cima. El descubrimiento de una fotografía original y sin recortes entre las pertenencias de Cook, muestra que Cook en realidad estaba en una falsa cumbre 5000 metros más abajo. Eso prueba definitivamente, por medio de la cámara de Cook, que él estaba mintiendo.<br /><br />La mentira está cobrando aceptación como una filosofía de vida. De acuerdo a Michael Josephson, presidente del Josephson Institute of Ethics, estamos mintiendo más. Él explica que la falta de sinceridad es un agujero cada vez más grande en nuestro ozono moral. Esta filosofía de vida la están recibiendo nuestros hijos. Como resultado, ellos también mienten más.<br /><br />Un estudio reciente muestra que el numero de estudiantes de la secundaria que mienten a sus padres aumentó a 92% en 1998, de haber sido 85% en 1986. Josephson advierte que aún no hemos sentido el impacto de lo que estudio enseña. Pronto esta generación pasará a ocupar cargos de liderazgo, empezará la actividad laboral, entrará al mundo político y al sistema educacional, y se convertirán en madres y padres.<br /><br />Van a ser policías, auditores bancarios, legisladores y mecánicos, dice. Si llevan al lugar de trabajo las mismas actitudes que se revelaron en el estudio, imagínense el estrago.<br /><br /><strong>Por qué mentimos</strong><br />La mentira es uno de los pecados que parece más serio cuando es otro el que miente. A nadie le agrada admitir que mintió. Sea que nos abstengamos de decir la verdad o que digamos una media verdad, a veces mentimos. Nuestras razones incluyen lo siguiente:<br /><br />- Mentimos para preservar nuestro sentido de dignidad. Queremos parecer mejores de lo que somos porque queremos agradar a los demás. Exageramos las circunstancias para inflar nuestros egos o para esconder nuestra vergüenza, temor y desilusiones. Tal vez sea demasiado vergonzoso o doloroso confrontar la verdad sobre otros o sobre nosotros mismos.<br /><br />- Mentimos para evitar que nos descubran. Al decir medias verdades intentamos que nuestro cónyuge o nuestros padres no descubran una vida secreta, una aventura amorosa, gastos excesivos o drogadicción.<br /><br />- Mentimos para obtener un beneficio financiero. Millares de personas pierden dinero como consecuencia de fraudes. Se manipulan las matemáticas al hacer el cálculo de impuestos a las ganancias. Compañías de seguros reciben falsas denuncias de siniestros. Se aumentan las ventas posicionando productos de la manera más favorable posible, a menudo prometiendo más de lo que pueden ofrecer. Los comercios exclusivos nos persuaden diciendo que tal o cual compra es exactamente lo que necesitamos. Las empresas de cigarrillos soplan humo en nuestros ojos, creando la ilusión de que esos héroes tan buen mozos que visten jeans ajustados y un sombrero chic son lo mejor, y que los cigarrillos no producen adicción.<br /><br />Un alto ejecutivo de una compañía electrónica en California, en forma regular recibe cartas fraudulentas por correo. «Nigerianos que se presentan como contratistas independientes nos piden papel con membrete y un cheque en blanco pues quieren usar la cuenta bancaria de nuestra firma para encauzar dinero, dice. Le hablan a nuestra codicia porque alegan que nos hará ganar mucho dinero. Además, uno quiere ayudar porque ellos alegan que su gobierno no permitirá que salgan los fondos a menos que una compañía de los Estados Unidos actúe como intermediaria».<br /><br /><strong>Por qué creemos las mentiras</strong><br />Si estuviéramos dentro de un campamento de prisioneros enemigo, sabríamos que la mayoría de lo que oímos o vimos en el mejor de los casos era propaganda, y en el peor de los casos era una mentira. Pero en un mundo de engaño, donde la gente da vuelta palabras para su propia ventaja, rara vez cuestionamos la veracidad o investigamos fuentes de información. Cuando estamos delante de alguien que conocemos, y de quien sospechamos está mintiendo, a menudo nos quedamos sin habla. ¿Por qué?<br /><br />La credulidad extrema y la vulnerabilidad personal asustan. No podemos creer que seamos capaces de ser inducidos a creer algo que no es cierto o que confiamos en una persona que no merecía nuestra confianza. No queremos admitir que nos pueden manipular.<br /><br />Nos resulta vergonzoso y doloroso confrontar nuestro potencial para la exageración y/o la maldad. La verdad revela nuestros propios secretos: mentiras que hemos dicho, las cosas que hemos hecho y las personas a quienes hemos herido. Para contemplar nuestro lado oscuro necesitamos una sinceridad despiadada, y más aún para admitirlo. La verdad que libera también lastima.<br /><br />Negar lo que ocurre parece más fácil. Nos agrada la otra persona y queremos creer lo que está diciendo. Queremos volver a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestra vida. Nos tapamos con la frazada de la negación, y nos auto convencemos de que la persona mentirosa está haciendo lo suyo para solucionar su problema y que nosotros estamos obedeciendo el mandato bíblico al amar y confiar una vez más.<br /><br />Nos han enseñado a confiar. Enseñamos a nuestros hijos que es importante confiar. La confianza es el mejor regalo que un cónyuge le puede hacer al otro. En realidad, la confianza es algo crítico en toda relación, sea entre amigos, empleado / empleador, el presidente de un país y su pueblo, padre / hijo, marido / mujer. Cuando alguien no dice la verdad y lo descubrimos, la relación se desintegra.<br /><br /><strong>Las mentiras corroen la confianza</strong><br />Los mentirosos cuentan con nuestra confianza. En primer lugar, triunfan al seducir nuestra confianza y luego al violar esa confianza. Después, asumen control penetrando en nuestra realidad y nos imponen la realidad de ellos. Nos dicen que lo que vemos, creemos, oímos y sentimos es falso. Y porque queremos creer, dejamos en suspenso nuestra incredulidad y creemos, una vez más.<br /><br />Las mentiras nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad y desintegran nuestra integridad. El engaño es como una violación física pero invisible. En vez de ser un ataque físico, las mentiras atacan la mente y hacen impacto en el espíritu. En vez de perder la virginidad, uno pierde la inocencia. Uno ya nunca vuelve a ver al mentiroso como solía verlo. Si el mentiroso es alguien ante quien hemos desnudado nuestro cuerpo o nuestra alma, por ejemplo una relación marital, el dolor nos llega a inmovilizar. Uno comienza a dudar de uno mismo y comienza a cuestionarse en cuanto a los conceptos aprendidos sobre amar y confiar.<br /><br /><strong>Volviendo a confiar</strong><br />«Una mentira exitosa es una mentira doble; un error que debe corregirse es una carga más pesada que la verdad» dijo Dag Hammarskjold, ex secretario general de las Naciones Unidas. La sanidad de heridas mentales y espirituales no sucede de la noche a la mañana. Volver a tener confianza es algo que cuesta. El mentiroso debe asumir responsabilidad y debe darse cuenta de que tiene ganarse la confianza. Y nosotros debemos hacer lo que muchos mentirosos no pueden hacer:<br /><br />- Volver a la totalidad del ser a la luz de la verdad. Admitamos nuestro pecado. Si hemos sido deshonestos, disculparnos no es suficiente. Debemos dar la vuelta y caminar en dirección opuesta (Proverbios 4:24-27). Luego, hay que aceptar la gracia de Dios y lo que el dice sobre nosotros (Salmos 139). Perdonar a otros no significa justificar su comportamiento. Significa que renunciamos a nuestro derecho a vengarnos. Dios siempre nos llama —a nosotros y a quien nos lastimó— a que volvamos a Él (Jeremías 3:22).<br /><br />- Restaurar nuestra propia integridad. Dejemos de recriminarnos porque confiamos en un mentiroso. La honestidad, el amor y la confianza son los mejores regalos que le podemos dar a otra persona. Estas cualidades del carácter nos hacen lo que somos en nuestro interior. Son cualidades que siguen el modelo de lo que le agrada a Dios (Colosenses 3:1-7). A medida que vivimos de acuerdo a los principios que sabemos que son verdad, recordemos: en territorio donde hay lobos, las palomas inocentes necesitan la astucia de serpientes (Mateo 10:16).<br /><br />- Aprender de experiencias pasadas con el engaño. No todas las historias que escuchamos suenan como historias ciertas. No todas las personas leen el mismo libro de reglas y principios ni siguen la guía de nuestros principios éticos, morales y espirituales. <br /><br />- Observemos los pasos de la gente, hacia donde se dirigen y no sólo lo que dicen. Notemos el mensaje detrás de las palabras. Seamos conscientes de las respuestas típicas de la gente cuando se la confronta con mentiras que han dicho. Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a toda verdad (Juan 14:15 17).<br /><br />No podemos escapar de la realidad de que vivimos en un mundo de engaño. No podemos hacer que otros dejen de mentir. Pero si podemos convertirnos en personas que buscan la verdad y tienen discernimiento en cuanto en quién confiar y cuánto confiar. Podemos comenzar reconociendo cómo algunos distorsionan nuestra realidad y nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad. Más importante aún, podemos comenzar nosotros mismos a hablar la verdad.<br /><br /><strong>DIFERENTES TIPOS DE MENTIRAS</strong><br />Las mentiras vienen en muchas formas, desde las falsedades intencionales hasta las mentiras piadosas que muchos sienten causan muy poco daño. Las mentiras pueden ser:<br /><br /><strong>Mentiras piadosas</strong><br />Admitámoslo. Cuando suena el teléfono en casa o en el trabajo, quien no ha susurrado: «Diles que no estoy». Le escribimos a la tía Sara diciendo que nos gustó mucho el regalo de cumpleaños porque no queremos herir sus sentimientos, pero luego devolvemos el regalo al negocio donde lo compró. Disfrazamos nuestros sentimientos diciendo: «Estoy bien», cuando en realidad nos sentimos muy mal. Cuando minimizamos nuestro peso o exageramos la asistencia en la iglesia, estamos haciendo que la línea entre la verdad y una mentira sea muy borrosa. Decimos que estas mentiras son inocuas y las llamamos mentiras piadosas.<br /><br /><strong>Mentiras más serias</strong><br />El peligro de mentir es que cuanto más un mentiroso se sale con la suya, tanto más y mejor miente. Cuando distrae nuestra atención de la cuestión principal y dice: «Estás haciendo de una pulga un elefante. Olvidémonos de lo que paso», en realidad aprende a dejar de lado su propia responsabilidad. Nos hemos apartado de la cuestión central y nos preguntamos si somos nosotros los que tenemos problemas. El mentiroso ha evadido la cuestión. La mentira inocua crece y se convierte en otra mentira más nociva. Con el tiempo, mentir se vuelve un estilo de vida.<br /><br /><strong>Mentiras patológicas</strong><br />Los mentirosos habituales y compulsivos disfrutan la idea de que otros se unan a su juego. Ensimismados en la idea de ganar a cualquier precio, se vuelven adictos a su propio engaño. Estos mentirosos son encantadores y convincentes y usan toda su habilidad para agradar a los demás y para que los demás confíen en ellos. Pero que alguien nos agrade no equivale a que confiemos en esa persona y no podemos pasar por alto el hecho de que los mentirosos son confabuladores y no sienten remordimientos por lo que han hecho, ni se conduelen porque nos han herido. Los expertos dicen que estos mentirosos son los de la peor mentira: mentirse a sí mismos y distorsionar su propia realidad. Algunos mentirosos patológicos confiesan: «Las peores mentiras son las que me digo a mí mismo».<br /><br /><br /><em>Karina West </em><br /><em>Escritora y conferencista </em><br /><a href="http://luispalau.net/v2/articulos-disciplinas.aspx" target="_blank"><em>LuisPalau.Net</em></a></p> <p><em><br /><br /></em></p> <p>¡Las mentiras destruyeron mi matrimonio! Como muchas mujeres, Victoria cree que ella podría haber perdonado una mentira inocente o aun una aventura amorosa. Para cuando descubrió el largo comportamiento engañoso que su esposo había utilizado para que ella no supiera la verdad sobre su estilo de vida, el daño ya estaba hecho.<br /><br />Si usted ha sido engañado por alguien en quien confiaba, sabe bien que las mentiras pueden socavar la credibilidad, puede desintegrar relaciones y corroer la confianza. Las mentiras nos quitan la inocencia, nos humillan y nos deshonran. Nos preguntamos si la persona que nos mintió alguna vez nos ha dicho la verdad.<br /><br />De modo que, ¿por qué decimos mentiras y por qué las creemos? ¿Es posible tener más discernimiento para saber en quién confiar y cuánto confiar, sin sospechar demasiado de la gente?<br /><br /><strong>Todos mienten, ¿o no?</strong><br />«El aspecto central de la mentira es que queremos ser como Dios, con el simple habla creó el universo», dice un estudioso. «De manera que al hablar creamos el mundo que queremos ver».<br /><br />Los estudios muestran que algunas personas mienten tan a menudo como comen, tres o cuatro mentirillas por día. Sea que las llamemos mentiras piadosas, declaraciones falsas, reservas mentales o evasivas, exageraciones o hipérboles, cuando lo que decimos no es la verdad, es una mentira. La palabra griega para hablar de verdad es aletheia, que significa no escondido. Mentir es esconder la verdad. Mentimos porque sinceramente creemos que es lo mejor que podemos hacer para nuestro beneficio en ese momento.<br /><br />Las mentiras son parte de la vida. Satanás, el padre de mentiras (Juan 8:44) en el Edén plantó las semillas del engaño. Diciendo una mentira escondida en una verdad, confundió a Eva sobre la única restricción que había puesto Dios para la vida en el Edén (Génesis 3:2-5). Seducida por el deseo de ser tan sabia como Dios, Eva actuó de acuerdo a lo que sabía no era cierto.<br /><br />Abraham le dijo una media verdad al rey Abimelec, afirmando que Sara, su esposa, era en realidad su hermana (Génesis 20:2). David ocultó su aventura amorosa con Betsabé y mató al esposo de la mujer (2 Samuel 11). Pedro negó que conocía a Jesús (Juan 18:25-26). Ananías mintió sobre la cantidad de dinero que había recibido por la venta de su propiedad (Hechos 5:1-11).<br /><br />Vivimos en un mundo de engaños. Las mentiras tienen influencia en la historia y persuaden a la gente. Algunos son campeones en cuanto a decirnos lo que queremos oír y lo que ellos quieren que creamos.<br /><br />Por ejemplo, en 1906 el Dr. Frederick A. Cook se hizo famoso al escalar el Monte McKinley, el pico más alto en América del Norte y tomar una fotografía en la cima. El descubrimiento de una fotografía original y sin recortes entre las pertenencias de Cook, muestra que Cook en realidad estaba en una falsa cumbre 5000 metros más abajo. Eso prueba definitivamente, por medio de la cámara de Cook, que él estaba mintiendo.<br /><br />La mentira está cobrando aceptación como una filosofía de vida. De acuerdo a Michael Josephson, presidente del Josephson Institute of Ethics, estamos mintiendo más. Él explica que la falta de sinceridad es un agujero cada vez más grande en nuestro ozono moral. Esta filosofía de vida la están recibiendo nuestros hijos. Como resultado, ellos también mienten más.<br /><br />Un estudio reciente muestra que el numero de estudiantes de la secundaria que mienten a sus padres aumentó a 92% en 1998, de haber sido 85% en 1986. Josephson advierte que aún no hemos sentido el impacto de lo que estudio enseña. Pronto esta generación pasará a ocupar cargos de liderazgo, empezará la actividad laboral, entrará al mundo político y al sistema educacional, y se convertirán en madres y padres.<br /><br />Van a ser policías, auditores bancarios, legisladores y mecánicos, dice. Si llevan al lugar de trabajo las mismas actitudes que se revelaron en el estudio, imagínense el estrago.<br /><br /><strong>Por qué mentimos</strong><br />La mentira es uno de los pecados que parece más serio cuando es otro el que miente. A nadie le agrada admitir que mintió. Sea que nos abstengamos de decir la verdad o que digamos una media verdad, a veces mentimos. Nuestras razones incluyen lo siguiente:<br /><br />- Mentimos para preservar nuestro sentido de dignidad. Queremos parecer mejores de lo que somos porque queremos agradar a los demás. Exageramos las circunstancias para inflar nuestros egos o para esconder nuestra vergüenza, temor y desilusiones. Tal vez sea demasiado vergonzoso o doloroso confrontar la verdad sobre otros o sobre nosotros mismos.<br /><br />- Mentimos para evitar que nos descubran. Al decir medias verdades intentamos que nuestro cónyuge o nuestros padres no descubran una vida secreta, una aventura amorosa, gastos excesivos o drogadicción.<br /><br />- Mentimos para obtener un beneficio financiero. Millares de personas pierden dinero como consecuencia de fraudes. Se manipulan las matemáticas al hacer el cálculo de impuestos a las ganancias. Compañías de seguros reciben falsas denuncias de siniestros. Se aumentan las ventas posicionando productos de la manera más favorable posible, a menudo prometiendo más de lo que pueden ofrecer. Los comercios exclusivos nos persuaden diciendo que tal o cual compra es exactamente lo que necesitamos. Las empresas de cigarrillos soplan humo en nuestros ojos, creando la ilusión de que esos héroes tan buen mozos que visten jeans ajustados y un sombrero chic son lo mejor, y que los cigarrillos no producen adicción.<br /><br />Un alto ejecutivo de una compañía electrónica en California, en forma regular recibe cartas fraudulentas por correo. «Nigerianos que se presentan como contratistas independientes nos piden papel con membrete y un cheque en blanco pues quieren usar la cuenta bancaria de nuestra firma para encauzar dinero, dice. Le hablan a nuestra codicia porque alegan que nos hará ganar mucho dinero. Además, uno quiere ayudar porque ellos alegan que su gobierno no permitirá que salgan los fondos a menos que una compañía de los Estados Unidos actúe como intermediaria».<br /><br /><strong>Por qué creemos las mentiras</strong><br />Si estuviéramos dentro de un campamento de prisioneros enemigo, sabríamos que la mayoría de lo que oímos o vimos en el mejor de los casos era propaganda, y en el peor de los casos era una mentira. Pero en un mundo de engaño, donde la gente da vuelta palabras para su propia ventaja, rara vez cuestionamos la veracidad o investigamos fuentes de información. Cuando estamos delante de alguien que conocemos, y de quien sospechamos está mintiendo, a menudo nos quedamos sin habla. ¿Por qué?<br /><br />La credulidad extrema y la vulnerabilidad personal asustan. No podemos creer que seamos capaces de ser inducidos a creer algo que no es cierto o que confiamos en una persona que no merecía nuestra confianza. No queremos admitir que nos pueden manipular.<br /><br />Nos resulta vergonzoso y doloroso confrontar nuestro potencial para la exageración y/o la maldad. La verdad revela nuestros propios secretos: mentiras que hemos dicho, las cosas que hemos hecho y las personas a quienes hemos herido. Para contemplar nuestro lado oscuro necesitamos una sinceridad despiadada, y más aún para admitirlo. La verdad que libera también lastima.<br /><br />Negar lo que ocurre parece más fácil. Nos agrada la otra persona y queremos creer lo que está diciendo. Queremos volver a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestra vida. Nos tapamos con la frazada de la negación, y nos auto convencemos de que la persona mentirosa está haciendo lo suyo para solucionar su problema y que nosotros estamos obedeciendo el mandato bíblico al amar y confiar una vez más.<br /><br />Nos han enseñado a confiar. Enseñamos a nuestros hijos que es importante confiar. La confianza es el mejor regalo que un cónyuge le puede hacer al otro. En realidad, la confianza es algo crítico en toda relación, sea entre amigos, empleado / empleador, el presidente de un país y su pueblo, padre / hijo, marido / mujer. Cuando alguien no dice la verdad y lo descubrimos, la relación se desintegra.<br /><br /><strong>Las mentiras corroen la confianza</strong><br />Los mentirosos cuentan con nuestra confianza. En primer lugar, triunfan al seducir nuestra confianza y luego al violar esa confianza. Después, asumen control penetrando en nuestra realidad y nos imponen la realidad de ellos. Nos dicen que lo que vemos, creemos, oímos y sentimos es falso. Y porque queremos creer, dejamos en suspenso nuestra incredulidad y creemos, una vez más.<br /><br />Las mentiras nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad y desintegran nuestra integridad. El engaño es como una violación física pero invisible. En vez de ser un ataque físico, las mentiras atacan la mente y hacen impacto en el espíritu. En vez de perder la virginidad, uno pierde la inocencia. Uno ya nunca vuelve a ver al mentiroso como solía verlo. Si el mentiroso es alguien ante quien hemos desnudado nuestro cuerpo o nuestra alma, por ejemplo una relación marital, el dolor nos llega a inmovilizar. Uno comienza a dudar de uno mismo y comienza a cuestionarse en cuanto a los conceptos aprendidos sobre amar y confiar.<br /><br /><strong>Volviendo a confiar</strong><br />«Una mentira exitosa es una mentira doble; un error que debe corregirse es una carga más pesada que la verdad» dijo Dag Hammarskjold, ex secretario general de las Naciones Unidas. La sanidad de heridas mentales y espirituales no sucede de la noche a la mañana. Volver a tener confianza es algo que cuesta. El mentiroso debe asumir responsabilidad y debe darse cuenta de que tiene ganarse la confianza. Y nosotros debemos hacer lo que muchos mentirosos no pueden hacer:<br /><br />- Volver a la totalidad del ser a la luz de la verdad. Admitamos nuestro pecado. Si hemos sido deshonestos, disculparnos no es suficiente. Debemos dar la vuelta y caminar en dirección opuesta (Proverbios 4:24-27). Luego, hay que aceptar la gracia de Dios y lo que el dice sobre nosotros (Salmos 139). Perdonar a otros no significa justificar su comportamiento. Significa que renunciamos a nuestro derecho a vengarnos. Dios siempre nos llama —a nosotros y a quien nos lastimó— a que volvamos a Él (Jeremías 3:22).<br /><br />- Restaurar nuestra propia integridad. Dejemos de recriminarnos porque confiamos en un mentiroso. La honestidad, el amor y la confianza son los mejores regalos que le podemos dar a otra persona. Estas cualidades del carácter nos hacen lo que somos en nuestro interior. Son cualidades que siguen el modelo de lo que le agrada a Dios (Colosenses 3:1-7). A medida que vivimos de acuerdo a los principios que sabemos que son verdad, recordemos: en territorio donde hay lobos, las palomas inocentes necesitan la astucia de serpientes (Mateo 10:16).<br /><br />- Aprender de experiencias pasadas con el engaño. No todas las historias que escuchamos suenan como historias ciertas. No todas las personas leen el mismo libro de reglas y principios ni siguen la guía de nuestros principios éticos, morales y espirituales. <br /><br />- Observemos los pasos de la gente, hacia donde se dirigen y no sólo lo que dicen. Notemos el mensaje detrás de las palabras. Seamos conscientes de las respuestas típicas de la gente cuando se la confronta con mentiras que han dicho. Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a toda verdad (Juan 14:15 17).<br /><br />No podemos escapar de la realidad de que vivimos en un mundo de engaño. No podemos hacer que otros dejen de mentir. Pero si podemos convertirnos en personas que buscan la verdad y tienen discernimiento en cuanto en quién confiar y cuánto confiar. Podemos comenzar reconociendo cómo algunos distorsionan nuestra realidad y nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad. Más importante aún, podemos comenzar nosotros mismos a hablar la verdad.<br /><br /><strong>DIFERENTES TIPOS DE MENTIRAS</strong><br />Las mentiras vienen en muchas formas, desde las falsedades intencionales hasta las mentiras piadosas que muchos sienten causan muy poco daño. Las mentiras pueden ser:<br /><br /><strong>Mentiras piadosas</strong><br />Admitámoslo. Cuando suena el teléfono en casa o en el trabajo, quien no ha susurrado: «Diles que no estoy». Le escribimos a la tía Sara diciendo que nos gustó mucho el regalo de cumpleaños porque no queremos herir sus sentimientos, pero luego devolvemos el regalo al negocio donde lo compró. Disfrazamos nuestros sentimientos diciendo: «Estoy bien», cuando en realidad nos sentimos muy mal. Cuando minimizamos nuestro peso o exageramos la asistencia en la iglesia, estamos haciendo que la línea entre la verdad y una mentira sea muy borrosa. Decimos que estas mentiras son inocuas y las llamamos mentiras piadosas.<br /><br /><strong>Mentiras más serias</strong><br />El peligro de mentir es que cuanto más un mentiroso se sale con la suya, tanto más y mejor miente. Cuando distrae nuestra atención de la cuestión principal y dice: «Estás haciendo de una pulga un elefante. Olvidémonos de lo que paso», en realidad aprende a dejar de lado su propia responsabilidad. Nos hemos apartado de la cuestión central y nos preguntamos si somos nosotros los que tenemos problemas. El mentiroso ha evadido la cuestión. La mentira inocua crece y se convierte en otra mentira más nociva. Con el tiempo, mentir se vuelve un estilo de vida.<br /><br /><strong>Mentiras patológicas</strong><br />Los mentirosos habituales y compulsivos disfrutan la idea de que otros se unan a su juego. Ensimismados en la idea de ganar a cualquier precio, se vuelven adictos a su propio engaño. Estos mentirosos son encantadores y convincentes y usan toda su habilidad para agradar a los demás y para que los demás confíen en ellos. Pero que alguien nos agrade no equivale a que confiemos en esa persona y no podemos pasar por alto el hecho de que los mentirosos son confabuladores y no sienten remordimientos por lo que han hecho, ni se conduelen porque nos han herido. Los expertos dicen que estos mentirosos son los de la peor mentira: mentirse a sí mismos y distorsionar su propia realidad. Algunos mentirosos patológicos confiesan: «Las peores mentiras son las que me digo a mí mismo».<br /><br /><br /><em>Karina West </em><br /><em>Escritora y conferencista </em><br /><a href="http://luispalau.net/v2/articulos-disciplinas.aspx" target="_blank"><em>LuisPalau.Net</em></a></p> <p><em><br /><br /></em></p>