Hay muchos cristianos que han sido tentados a renunciar a la vida cristiana porque piensan que es demasiado dura y no cuentan con lo que necesitan para poder vivirla. Incluso los discípulos de Jesús probablemente se sintieron de la misma manera.

En el intervalo entre la muerte y la ascensión de Cristo, por sugerencia de Pedro, siete de los discípulos se fueron de pesca al mar de Tiberíades. Ellos habían estado pescando toda la noche y no habían atrapado nada. Temprano, la mañana siguiente, Jesús aparece en la orilla, y les dice en voz alta a ellos: “Hijitos, ¿tenéis algo de comer?” Ellos inicialmente no lo reconocieron. “No”, respondieron, y Jesús les pidió que echaran la red a la derecha de la barca. Entonces así lo hicieron, y no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

La sugerencia de Pedro de ir a pescar es significativa debido al hecho de que tres años antes, Jesús les había dicho a ellos que dejaran atrás la pesca. Durante esos años, ellos habían estado con Jesús, habían sido testigos de Sus milagros y habían escuchado Sus enseñanzas. Ellos habían llorado Su muerte y debieron haberse sentido fuertemente golpeados al abandonar a Jesús en el momento de Su arresto. Sin duda eso, los dejó derrotados, desilusionados y desanimados. Pedro probablemente pensaba, "Soy un fracasado sin esperanza y volveré a la pesca de nuevo, a lo que yo sé."

La devoción de Pedro por Jesús era tan alta como la de cualquier otra persona, pero cuando era confrontado con la realidad, él descubría que no podía hacerlo por sus propios medios. Si nosotros, de la misma manera que Pedro, estamos tratando de vivir la vida cristiana basados en simple capacidad humana, y llegamos a la conclusión que no podemos hacerlo, de hecho habremos llegado a un descubrimiento maravilloso. Una sensación de inutilidad y fracaso es la puerta de entrada por medio de la que el Señor Jesús entra y satisface nuestras necesidades...

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