Podemos sembrar semillas destinadas a satisfacer y complacer la carne y ciertamente cosecharemos las consecuencias – destrucción. O podemos sembrar semillas destinadas a satisfacer y agradar al Espíritu y también cosecharemos sus consecuencias – disfrutaremos una mejor y nueva calidad de vida, que es la vida eterna de Dios en nosotros.

Si el pecado nos asedia en áreas esenciales de nuestra vida, rara vez será porque haya aparecido de repente y nos haya tomado por sorpresa. Mucho antes que los acontecimientos visibles ocurran, habremos estado sembrando semillas que a su tiempo germinaron y dieron fruto. Cuando un cristiano reconocido y renombrado ha caído en pecado, como lamentablemente han sucedido, quizás nos sintamos conmovidos, sin embargo, debemos entender claramente que la caída no tuvo lugar de la noche a la mañana. Mucho antes que la caída ocurriera, las semillas que habían sido sembradas en sus mentes, germinaron, y en el curso del tiempo cobraron vida y produjeron sus inevitables frutos.

Cuando Pablo habla en el libro de Gálatas acerca de destrucción como consecuencia de sembrar para la carne, él no se refiere a la condenación eterna, ya que él se estaba dirigiendo a personas habitadas por el Espíritu Santo y selladas por Su presencia, es decir, personas que ya eran parte del pueblo de Dios. Pablo les habla de esta misma destrucción en su carta a los Corintios; usando una metáfora diferente, les habla de la necesidad de construir un edificio sobre el fundamento de Jesucristo.

Él escribe: “Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego” (1 Corintios 3:12-15).

Esta destrucción implica “pasar por las llamas del fuego”, pero con las manos vacías. Sembrar semillas puramente orientadas de manera humanística y separadas de Dios, es sembrar cosas que pueden agradar la carne en el corto plazo, pero no llevarán a una dimensión o calidad eterna. Por el contrario, esas semillas activamente nos robarán los beneficios eternos almacenados para el Día del Juicio.

El hecho de enterrar o esconder las semillas del pecado, no resuelve o soluciona el pecado. ¡Las semillas están diseñadas para ser sembradas! Es así como brotan a la vida, crecen y se reproducen. La única manera como el pecado abandona nuestros cuerpos es a través de nuestra boca. 1 Juan 1-9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.


Vive la Verdad