El pasado lunes, El pastor Edgar Madariaga nos compartió la reflexión titulada “La Buena semilla”, continuando con la serie de mensajes que abordan cómo nos constituye el Señor en cada afirmación que en su palabra nos dice “Vosotros sois”.

Hemos estudiado cómo el Señor nos llama a ser sal y luz del mundo, y las implicancias de ese llamado. Así como la necesidad de que la sal no pierda su sabor y las propiedades que le hacen ser lo que es; aplicado a nosotros, es que no perdamos la esencia de lo que Dios nos ha llamado a ser, y que en nuestra manera de vivir se vea que nuestro comportamiento corresponde al de un hijo de Dios.

 

Y el día lunes estuvimos aprendiendo sobre cómo somos llamados a ser la buena semilla, reflexionando en Juan 12:20-26.

 

20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. 22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. Juan 12:20-26

El Señor nos muestra cómo él sería entregado por nuestro pecado y trayendo el fruto de nuestra salvación. Así como nosotros en medio de la prueba el Espíritu Santo obra en nosotros para llevar mucho fruto. Así como la primera iglesia que en medio de la persecución su fe fue afirmada y el evangelio se extendió por todo el mundo.

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