En nuestro sector de la sociedad, en donde la afluencia mimada es rampante, a menudo nos vemos sin saber qué regalo comprar para nuestros amigos y seres queridos en ocasiones especiales. Para algunos (especialmente aquellos que “lo tienen todo”), el regalo regular no sirve. Nada en el centro comercial nos llama la atención.

Tengo una sugerencia. Tal vez no parezca costoso, ni suene muy novedoso, pero, créame, resulta siempre. Es uno de esos regalos que tiene gran valor, pero de esos a los que no se les puede poner precio. No hay riesgo de que quien lo reciba, lo pierda, o lo olvide. Tampoco hay problema con tallas. Sirve para toda figura, toda edad, y toda personalidad. El regalo ideal es... usted mismo. No se olvide del valor inusual de la bondad.

Tal como lo oye: dé algo de usted mismo:

    Dé una hora de su tiempo a alguien que necesita de usted.
    Dé una nota de estímulo a alguien que se siente desanimado.
    Dé un abrazo de afirmación a algún familiar.
    Dé algo de tiempo a alguien que se siente solo.
    Dé una comida a alguien que está enfermo.
    Dé una palabra de compasión a alguien que ha sufrido una pérdida.
    Dé una segunda oportunidad al caído.
    Dé una acción de consideración a alguien a quien a menudo se le deja a un lado.
    Dé una respuesta bondadosa al frustrado.

En las palabras de Efesios 4:32, sea amable. Mi hermana Luci parafrasea este versículo: “Simplemente, sé bueno”.

Cubriendo todos los mandamientos de los unos a los otros de la Biblia (¡y hay muchos de ellos!) está la sombrilla de la bondad. La amabilidad entreteje la misericordia y la gracia, la humildad y la gentileza. La bondad da gracia, exige humildad, y pide que pensemos en otros antes que en nosotros mismos.

¿Alguna vez ha notado que la bondad se aprecia más cuando la vida no marcha muy bien? Cuando uno está teniendo “uno de esos días”, la bondad dice esa palabra comedida y nos echa un salvavidas.

¿Quien, sino el cuerpo de Cristo, debe de ser el modelo de bondad en el mundo? Desdichadamente, si le preguntáramos al hombre de la calle cómo describiría al creyente que conoce, me atrevo a decir que bondad no será su primera y ni siquiera su segunda respuesta. Digo que debemos cambiar eso.

La bondad es algo que usted y yo podemos hacer hoy. Una respuesta gentil, ser el primero en perdonar, dar el regalo de tiempo, compasión, y consideración. De maneras ordinarias podemos darnos nosotros mismos, y al hacerlo, modelar el amor agape de Dios. Recuerde 1 Corintios 13:4: “El amor es bondadoso”.

Busque hoy maneras de dar bondad ordinaria, y hallará que en eso no hay nada de ordinario.


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