Cómo se ha dicho en los capítulos anteriores, Las Bienaventuranzas son enseñanzas que nos muestran el carácter que Dios quiere que sus hijos tengan, que reflejen a Cristo en medio de este mundo tan convulsionado.

En el programa de la semana pasada, los pastores Hernán Contreras y Manuel Rivas, junto al hermano Juan Isaías, continuaron compartiendo acerca de las bienaventuranzas. Esta vez fue el turno de Los Misericordiosos y Los de Limpio Corazón.

El pastor Manuel Rivas, al dar lectura a Mateo 5: 7 y 8 en que se nos dice: “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”, nos recuerda que las bienaventuranzas tienen que ver con el verdadero camino hacia la felicidad. También señala que nosotros no somos salvos por tener hambre y sed de justicia, ni por ser misericordiosos o por ser limpios de corazón. Somos salvos sólo por la obra perfecta de Jesucristo en la cruz del calvario. Una vez que nosotros entendemos y aceptamos este sacrificio de Cristo por nosotros, entonces el Señor nos dice ahora quiero que tú seas misericordioso, limpio de corazón.

El Sermón del Monte nos confronta a nosotros de si se está reflejando o no el carácter de Cristo en nuestras vidas.

La epístola de Santiago 2: 14 – 16 nos exhorta diciendo “¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo? Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: «Vayan en paz, caliéntense y sáciense», pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? y, 1º Juan 3:17 añade: “Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él? 

El llamado a ser misericordioso es parte del carácter de Cristo, que quiere que también nosotros tengamos. Al igual que seamos limpios de corazón.

Dios demanda de nosotros que tengamos una limpieza en nuestro corazón y eso se logra sólo porque hemos puesto nuestra fe en Jesucristo. Una vez que eso se ha dado, Dios quiere que esa limpieza se comience a notar.

El ser misericordioso implica que nosotros a su vez experimentemos la misericordia de Dios en nuestras vidas todos los días y a cada momento. Pasa lo mismo con el perdón. Si no entendemos que Dios perdonó nuestras vidas, y nos limpió con su sangre preciosa, será muy difícil que podamos extender el perdón hacia nuestros hermanos, porque eso significa que no hemos experimentado el perdón en nuestras vidas.

La misericordia es entregar un favor inmerecido a la persona. Dios no tenía obligación de otorgarnos misericordia, pero fue movido a compasión por nosotros.

Le invitamos a escuchar el programa completo:

 

mañana de edificación

 

conversaciones en armonia 16 horas entre hermanos y pastores