En el transcurso de los siglos, en Occidente se estableció un sistema cultural y de pensamiento "patriarcal" que derivó, entre otras cosas, en innegables asimetrías e injustas relaciones y roles entre los hombres y las mujeres. Esta compleja e inconveniente situación fue levantando, en distintos momentos y contextos históricos, malestares e inconformidades sociales.
Ya a principios del siglo XX, con mucha más articulación y consistencia, se empezaron a consolidar algunos movimientos "feministas" que procuraban mayor equidad en los derechos de las mujeres, así como ajustes y cambios en la perspectiva de pensamiento en cuanto a roles y trato. Sin embargo, esto no quiere decir que, durante la gran cantidad de siglos anteriores, no se dieran importantes manifestaciones y relevantes testimonios de hombres y mujeres que elevaban sus voces de protesta ante las injustas desigualdades prevalecientes en la sociedad.
No obstante, cuando se hace referencia a la ideología de género, se hace mención a algo muy distinto de aquellas perspectivas de género que, originalmente, pretendían corregir y superar las profundas asimetrías en el ámbito de la igualdad de derechos y la equidad de género. En este otro caso se trata de una corriente ideológica que pretende replantear, en esencia, la antropología sexual humana.
El profesor Jorge Scala, especialista argentino en derecho y bioética, ha señalado con acierto que la ideología de género no es un fenómeno local impulsado por alguna persona en particular o gobierno específico, sino más bien una iniciativa global que proviene de tres fuentes principales: "... algunas posturas neomarxistas, determinadas corrientes homosexuales de sexólogos americanos y ciertas teorías de Simone de Beauvoir y Foucault".
En las últimas décadas, tal y como lo han expuesto el propio Jorge Scala como el reconocido académico español Benigno Blanco, algunos funcionarios que laboran en varias agencias de la ONU (UNICEF, FPNU, Banco Mundial, OMS) han influenciado en los distintos gobiernos de países de Occidente -principalmente de Europa, Canadá, Estados Unidos y América Latina- promoviendo la ideología de género. Esta incidencia se realiza utilizando principalmente los medios de comunicación, la educación y los parlamentos.
Como uno de los principales postulados de la ideología de género está la promoción del aborto. Para la ideología de género, el embarazo y la maternidad son expresiones que mantienen y perpetúan la desigualdad entre el hombre y la mujer, así como los patrones tradicionales de desventaja e inequidad de la mujer, propios de la "cultura patriarcal". Entre varias razones, por esto mismo es que, durante varias décadas, se ha promocionado por parte de las agencias internacionales fuertes campañas para el control de la natalidad y la legalización del aborto.
En palabras de Jorge Scala "...si esta ideología busca la construcción del nuevo ser humano destrozando la antropología sexual de la persona, de forma que el hombre y la mujer no sean iguales, sino idénticos, sólo hay un escollo que salvar para lograr esto: el embarazo. Si el aborto es totalmente gratuito hasta el minuto anterior de dar a luz, la mujer podrá decidir “libremente” si desea ser o no idéntica al hombre en cuanto a sus circunstancias personales y sociales y estar en condiciones idénticas para competir con el hombre".
Aunque la mayoría de los autores de la ideología de género son hombres, se ha utilizado a los feminismos más radicales para su promoción, principalmente porque "...con las mujeres se crea el caldo de cultivo de la competencia tratando de adquirir los mismos roles que el hombre en la sociedad, pero no por la complementariedad, que es un concepto contrario a las tesis de la Ideología de Género, pues “complemento” implica marcar determinadas diferencias que nos hacen distintos, y se trata de ser idénticos. Sólo la competencia es lo que nos pone en la parrilla de salida para luchar todos contra todos en iguales condiciones. Son las mujeres las que abanderan esta ideología, pero como mero instrumento de actuación".
De igual forma, como esta ideología promueve no la igualdad sino el carácter idéntico entre hombres y mujeres, plantea que la diferencia biológica no es un determinante para ser hombre y mujer, sino que la identidad de género se construye social y culturalmente, y que es la elección de la persona lo que realmente importa. Es aquí donde se incorpora la agenda de los colectivos LGTBI, quienes impulsan la idea de que sexo y género son cosas totalmente distintas, y que cada quien puede escoger como se siente mejor, independientemente del sexo con el que nazca.
Ante esta posición, hace poco tiempo, la publicación de Tecnología y Sociedad, The New Atlantis publica en su número 50 (otoño de 2016) un "informe especial" titulado "Sexualidad y género. Hallazgos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales", donde se revisan más de quinientas investigaciones científicas recientes sobre la orientación sexual, la correlación entre orientación sexual y salud mental y la naturaleza y problemática de la identificación transgénero.
Las conclusiones de este estudio son demoledoras para la "ideología de género" ya que se indica que no hay pruebas científicas con una base biológica de la homosexualidad, ni de su invariabilidad, ni tampoco las hay de que el estrés social (por discriminación o estigmatización) sea la causa principal de que la población homosexual y transgénero tenga un mayor riesgo de problemas de salud mental e índices de suicidio, y por último, algo fundamental, desaconsejan los tratamientos transgénero en menores por la evolución en el tiempo de la percepción del niño o adolescente sobre su género.
Los autores del estudio son dos científicos de primer nivel. El doctor Lawrence S. Mayer es médico psiquiatra, epidemiólogo y matemático, y profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins y profesor de Estadística en la Universidad del Estado de Arizona. Ha trabajado en centros tan prestigiosos como la Universidad de Princeton y la Clínica Mayo.
El doctor Paul R. McHugh estudió en Harvard y está considerado el más importante psiquiatra norteamericano del último medio siglo. Fue durante veinticinco años jefe de Psiquiatría en el Hospital Johns Hopkins, donde también a lo largo de un lustro ejerció como director médico. Entre 2002 y 2009 fue miembro del consejo asesor sobre Bioética del presidente de Estados Unidos.
Este estudio establece una posición muy clara respecto "a los niños en conflicto con su sexualidad y su género". Porque "la idea de que un niño de dos años que haya expresado pensamientos o comportamientos identificados con el sexo opuesto, puede ser etiquetado de por vida como transgénero no tiene absolutamente ningún apoyo científico. De hecho, es una iniquidad creer que todos los niños que tienen en algún momento de su desarrollo pensamientos o comportamientos atípicos sobre el género, particularmente antes de la pubertad, deben ser animados a ser transgénero".
Por eso el Dr. Mayer recomienda a los ciudadanos, profesores y clínicos no adoptar posiciones dogmáticas o ideológicas (como la que adopta la ideología de género) respecto a este tema de la identidad sexual o de género y más bien dedicarse a ayudar y guiar a los niños que puedan tener conflictos derivados con la situación que enfrentan.
Estos estudios son demoledores para la "ideología de género", porque demuestran que las argumentaciones sobre la que se fundamenta esta ideología, no tienen ningún asidero científico.
Por su parte, según una publicación en Actuall del mes de marzo de 2017, la doctora en Biodiversidad Genética y Evolución, Pamela Puppo, señala que: “No aceptar la ideología de género no es discriminación, no es ser intolerante ni homofóbico”, sino que “es simple biología”.
Puppo se graduó en Biología en la Universidad Agraria de La Molina, en Lima (Perú) y tiene un Máster en Biology Plant Systematics por la Universidad de Missouri (Estados Unidos). Se doctoró en Biodiversidad, Genética y Evolución en la Universidad de Porto, en Lisboa (Portugal), tras realizar investigaciones en evolución y genética de las plantas.
En un artículo de opinión publicado el 7 de marzo en el sitio web Posición.pe, titulado “Sobre la ideología de género”, la Dra. Puppo explica que “cuando los fetos se forman, poseen dos cromosomas sexuales, XX o XY según sean niña (XX) o niño (XY). Los genes contenidos en estos cromosomas determinan el desarrollo físico de los fetos. Así, los embriones desarrollan diferentes órganos según el sexo”.
“En la pubertad, se producen una serie de hormonas, testosterona si es varón o estrógeno y progesterona si es mujer, que influencian no solo la forma física como la persona se desarrolla, sino, una serie de características afectivas, psicológicas, etc.”.
La Dra. Puppo subraya que, contrariamente a los postulados de la ideología de género, “el hecho de nacer como hombres o mujeres no es un hecho cultural, es biológico”.
La científica advierte además que “la ideología del género no promueve la igualdad entre los sexos, la ideología del género promueve la asexualización del ser humano”.
“Esta ideología, que es eso mismo, una corriente de pensamiento, no una teoría científica ni mucho menos una evidencia científica, sostiene que los seres humanos somos ‘neutros’ cuando nacemos, y podemos escoger si ser hombres, mujeres, o una combinación de ambos cuando crecemos”.
La Dra. Puppo indica que “La igualdad se alcanza respetando las diferencias de cada sexo y lo que cada sexo aporta a la sociedad”, y agrega que "las personas que nacen con un sexo y sienten luego que no tienen el sexo adecuado “sufren de un síndrome conocido como ‘disforia de género’. No es la regla, es la excepción... basta decir que estas personas tienen que ser respetadas, queridas y acompañadas”.
Como se ha mostrado, la ideología de género es una corriente de pensamiento, no una teoría científica; devalúa el factor biológico y sobre dimensiona lo socio-cultural en materia de sexo y género; no procura la igualdad ni la equidad entre hombres y mujeres sino la asexualización del ser humano; procura la competencia y el carácter idéntico de los sexos, en lugar del carácter diferenciado, dual y complementario que existe entre ambos; y aunque en su retórica planea la promoción de la diversidad familiar, su propuesta representa un debilitamiento significativo a las funciones naturales y al aporte de la familia como fundamento de la sociedad.
Jesús Rosales Valladares
Enfoque a la Familia
La Palabra de Dios nos señala que David fue un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). Un hombre que de acuerdo a lo que el Señor mismo dice: “guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos”. (1ra Reyes 14:8).
Sin embargo este mismo hombre se aprovechó de la mujer de uno de sus mejores súbditos, mintió, engañó y finalmente planeó y llevó a cabo el asesinato de ese fiel servidor suyo llamado Urias Heteo.
La historia que la Biblia nos relata en 2da. Samuel capítulo 11 pone en clara evidencia a que nivel de bajeza moral y espiritual puede llegar el ser humano cuando se suelta de la mano del Señor.
La historia es aún más aleccionadora y la advertencia espiritual que surge de ella es todavía más profunda porque todo esto le sucedió a David a quien la Biblia nos presenta –según acabamos de leer- como a un gran hombre de Dios.
Conmueve pensar que fue durante un periodo de prosperidad en la política exterior del reino y de aparente fervor religioso en el cual David cometió un pecado estremecedor tanto por su atrocidad como por las consecuencias en toda la historia subsiguiente de Israel.
Notas de la caída.
Veamos algunas notas en la caída de David:
1. Ocio: David se había quedado en el palacio mientras el pueblo estaba librando batallas. Allí en un ambiente de comodidad y de ocio estuvo más expuesto a la tentación.
Los cristianos, los siervos de Dios entramos en un terreno de mayor peligro cuando dejamos de ocuparnos de aquellas tareas que Dios nos ha encomendado.
2. Sensualidad: La Palabra nos dice que David al caer la tarde se levantó de su cama y se puso a recorrer con su mirada desde la terraza, en una actitud ociosa y sin un propósito específico, el panorama que rodeaba el palacio real.
Unos ojos (o cualquiera de nuestros sentidos) sin control constituyen un gran peligro espiritual.
Si son nuestros sentidos los que nos gobiernan y no el Espíritu Santo la caída es inminente.
Cabe preguntarnos cómo siervos del Señor: ¿Qué estamos mirando? ¿Estamos permitiendo que nuestros sentidos sean estimulados de maneras que no edifican nuestra vida espiritual?
Esta pregunta es especialmente adecuada en estos tiempos dónde –por ejemplo- la pornografía y la violencia son algo corriente en Internet, en televisión, etc.
Debemos ser controlados y guiados por el Espíritu Santo para que no sean nuestros deseos los que nos arrastren al pecado.
3. Dureza de corazón: Cuando la situación comienza a encerrar a David (ha cometido inmoralidad sexual y la mujer con quien lo ha hecho ha quedado embarazada siendo que su marido había estado ausente por largo tiempo), David en lugar de confesar su pecado se endurece más y más.
La Biblia dice: ¿Quién se endureció contra Él y le fue bien? (Job 9:48)
Así David trata de engañar, de forzar la voluntad de Urias Heteo hasta llegar al punto en que al ver que todos sus planes fallan, trama el asesinato de un hombre inocente.
Podemos preguntarnos: ¿Cómo es posible que este gran hombre de Dios haya caído de esa manera? Es que el pecado nubla la visión de Dios.
La Biblia dice: “Bienaventurados los de limpio corazón pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8), “Seguid la Paz con todos y la santidad sin la cual ninguno verá al Señor” (Hebreos 12:4).
Ese “ver al Señor” se refiere no sólo a la esperanza de la vida eterna sino a la revelación diaria de la persona y los propósitos del Señor.
El pecado no confesado nubla irremediablemente la visión de Dios y no nos permite escuchar su voz.
La necesidad de la confesión.
Es por eso que debemos confesar cuanto antes el pecado. La confesión sincera y específica es vital para la salud espiritual.
Los caminos errados en este aspecto consisten en procurar ocultar o disimular el pecado, en culpar a otras personas tratando de transferir la culpa o en buscar justificaciones a pesar de que internamente el Espíritu Santo nos está señalando nuestras faltas para que confesemos de una vez y seamos libres.
Muchos de estos escapismos tienen hoy día la forma de complejas explicaciones psicológicas que sin embargo no tienen la capacidad de librarnos de la culpa y la carga del pecado.
Tanto se endureció David que su conciencia se fue acallando. Externamente parecía que el tiempo pasaba y que finalmente “superaría” el problema, hasta el punto que es altamente probable que haya seguido con sus actividades “religiosas”.
Muchas veces nos enteramos acerca de siervos de Dios que han caído en pecados graves, pecados que se mantuvieron ocultos por mucho tiempo mientras ellos llevaban a cabo su “ministerio” sin aparentes problemas.
¿Pero que estaba sucediendo en su interior? El mismo David nos lo detalla:
"Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día.
Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano". (Selah)
Salmo 32: 3 y 4 (Biblia de las Américas).
Al no confesar su pecado David se debilitó físicamente hasta enfermarse. En su alma se sentía sin alegría alguna, sin ningún testimonio ni poder. Al estar lejos de Dios a causa de su pecado, se sentía muerto interiormente.
Spurgeon dice al respecto: “¡Que clase de muerte es el pecado… ¡un fuego en los huesos! En tanto que intentamos cubrir nuestro pecado ruge por dentro … y es causa de gran dolor”.
Esa situación se extendió agobiando a David, empeorando y profundizándose hasta que tomó la decisión de confesar su pecado. Igual que el hijo pródigo resolvió volver a su padre y confesar su transgresión David se presentó al Señor diciendo:
"Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos".
Salmo 51: 1 – 4a (Biblia de las Américas).
La promesa del Señor es que si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1ra Juan 1:9).
Dios promete perdonar siempre y cuando confesemos sincera y abiertamente el pecado sin procurar encubrirlo o justificar nuestra situación. No debemos ocultar nada intencionalmente.
La confesión debe ser –repetimos- sincera: una confesión mecánica sin que nuestro corazón esté puesto en la acción de confesar no tiene ningún valor espiritual.
Además la confesión debe ser específica o sea debemos decirle clara y detalladamente a Dios lo que hemos hecho.
Aunque el Señor conoce todas y cada una de nuestras acciones, el exponer claramente nuestra maldad ante Él trata nuestro corazón y nos confronta con el peligro de estar jugueteando con el pecado.
La confesión de David siguió estos lineamientos:
Dice el Salmo 32: 5: Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones al SEÑOR; y tú perdonaste la culpa de mi pecado.
(BLA).
Asimismo dice la Palabra de Dios en Proverbios 28:13: "El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia".
Una vez que hemos confesado el pecado éste queda perdonado y de ese modo el cristiano queda restaurado.
En muchas oportunidades el pecado cometido ha ocasionado males y consecuencias de diverso tipo (y la historia del pecado del Rey David es muy aleccionadora al respecto).
Dios nos libra del castigo del pecado pero debemos enfrentar inevitablemente sus consecuencias.
Si esas consecuencias incluyen el haber dañado a otras personas, el cristiano arrepentido y restaurado por el Señor debe procurar reparar ese daño en toda forma que esté a su alcance: por ejemplo devolviendo algo que había retenido indebidamente o aún robado o pidiendo perdón cuando hemos pecado de palabra o por acciones contra alguien, etc.
Una vez que hemos confesado y hecho reparación y estamos en paz con Dios y con los hombres debemos creer firmemente en la restauración que Dios efectúa, no dejando que viejos pecados que el Señor ha borrado vuelvan a angustiarnos y hacernos sentir culpables.
¡Disfrutemos el incomparable gozo y la felicidad de la comunión con Dios!.
La confesión sincera tiene un poder libertador y restaurador inigualable en vida del cristiano.
El rey David lo expresa diciendo: "¡Qué felicidad la de aquellos cuya culpa ha sido perdonada! ¡Qué gozo hay cuando los pecados son borrados! ¡Qué alivio tienen los que han confesado sus pecados…!" (Salmo 32: 1 y 2 - Biblia al Día).
Daniel Zuccherino
Asociación Evangelistica Luis Palau
Históricamente, los cristianos han entendido que su llamado es a estar en el mundo pero no ser del mundo. Como Os Guinness señaló en una serie perceptiva de artículos sobre el movimiento de crecimiento de la iglesia, el evangelismo tradicional no sólo resistió las influencias mundanas, sino que también solía hacer énfasis en el "desafío cognitivo" del espíritu del mundo.
Ahora, sin embargo, "el mundo se ha vuelto tan poderoso, dominante y atractivo que la postura tradicional de desafío cognitivo se ha vuelto rara y casi inconcebible" ("Reciclando el compromiso del liberalismo", Tabletalk [mayo 1992], 51.). En algún momento, los evangélicos decidieron hacer amistad con el mundo.
Guinness señaló que a pesar de que somos llamados a estar en el mundo pero no ser del mundo (Juan 17:14 -18), muchos cristianos han invertido la fórmula, siendo del mundo, mientras que en realidad no están en el mundo. Ellos hicieron esto al permitir que la televisión por cable, los reproductores de vídeo, radio y otras formas de comunicación infundieran los valores del mundo a sus pensamientos, mientras que se aíslan de cualquier participación personal con la gente del mundo que necesita desesperadamente el Evangelio.
"Los evangélicos están superando hoy en día a los liberales como modernizadores religiosos supremos - y conciliadores" escribe Guinness (Ibid.). La filosofía impulsada por el mercado tan popular entre los evangélicos modernos no es más que "un reciclaje del error del liberalismo clásico" (Ibíd.).
La razón por la que mayoría de los evangélicos fue tomada por sorpresa por el modernismo hace cien años es que los liberales surgieron de entre las filas evangélicas, utilizaban el vocabulario evangélico y ganaron aceptación a través de incesantes llamamientos a la paz y la tolerancia. Nuevos movimientos de crecimiento de la iglesia están siguiendo exactamente el mismo curso; y esa táctica ha tomado por sorpresa a los evangélicos una vez más.
La mayoría de las mega-iglesias dirigidas por el mercado insisten en que nunca pondrían en peligro la doctrina. Son atractivas para los evangélicos precisamente porque dicen ser tan ortodoxas en su doctrina como poco ortodoxas en su metodología. Multitudes han sido aseguradas por esas promesas y han simplemente abandonado su espíritu crítico, por lo que su vulnerabilidad ha aumentado. Desafortunadamente, el discernimiento verdadero es escaso entre los evangélicos modernos.
Al igual que los modernistas hace un siglo, las iglesias en el movimiento “amigable” han decidido que la doctrina es divisiva - la paz es más importante que la sana doctrina. Queriendo agradar a la edad moderna, han delimitado su mensaje como un diálogo amable, agradable y relevante; y no como una confrontación con el Evangelio de Cristo.
Los aspectos relevantes de nuestra época moderna - el radicalismo, el aborto, el feminismo, la homosexualidad y otros temas morales con carga política - plantean la amenaza más obvia para las iglesias “amigables”. Su teología indefinida y filosofía sensible a quien está en la búsqueda no permiten tomar una postura bíblica firme sobre tales asuntos, porque en el momento que desafían el espíritu de la época, pierden su atractivo comercial. Por tanto, están obligadas a guardar silencio o ceder. De cualquier manera, comprometen la verdad.
Si una iglesia no está dispuesta a adoptar una postura firme en contra del aborto, ¿cómo va a hacer frente a la erosión de la doctrina fundamental? Si una iglesia no tiene discernimiento suficiente para condenar este tipo de errores manifiestos como la homosexualidad o el feminismo, ¿cómo va a manejar un ataque sutil a la integridad doctrinal?
Muchas iglesias evangélicas han abandonado por completo la predicación enérgica sobre el infierno, el pecado y la ira de Dios. Afirman que el atributo principal de Dios es la misericordia - que anula y sustituye a Su santidad, justicia, ira y soberanía.
En lugar de hacer frente a la mayor necesidad de la humanidad - el perdón de los pecados – los sermones modernos tratan temas contemporáneos, problemas psicológicos (depresión, trastornos de la alimentación, la imagen personal), relaciones personales, temas motivacionales y otros asuntos de moda.
La filosofía impulsada por el mercado de las iglesias “amigables” no permite que tomen fácilmente posiciones doctrinales lo suficientemente firmes como para oponerse a las falsas enseñanzas. Su perspectiva sobre el liderazgo los lleva a contratar a comerciantes que pueden vender más que pastores bíblicamente calificados para poder enseñar. Su acercamiento al ministerio está tan alejado de la doctrina que no pueden educar a sus congregaciones contra los errores sutiles. Eludiendo la controversia, se sitúan en una posición en la que no pueden oponerse a la enseñanza falsa que se hace pasar por el evangelismo.
De hecho, las nuevas tendencias de la teología parecen ideales para la filosofía amigable. ¿Por qué habría de oponerse esa iglesia a tales doctrinas? Pero debemos oponernos, si hemos de ser fieles a la Palabra de Dios y mantener un testimonio evangélico. Los enfoques pragmáticos del ministerio no tienen respuestas a los peligros que enfrenta el cristianismo bíblico hoy. El pragmatismo promete iglesias más grandes, más gente y una iglesia viva, pero en realidad es sabiduría carnal - en bancarrota espiritual y en contra de la Palabra de Dios.
Las técnicas de mercadeo solo ofrecen la promesa de popularidad y aprobación mundana. Desde luego, no ofrecen ninguna protección contra los peligros de la degradación que conduce a la ruina espiritual.
La única esperanza es un retorno a la Escritura y a la sana doctrina. Nosotros, los evangélicos, tenemos que recuperar empeñosamente nuestra determinación a ser bíblicos, nuestra negativa a conformarnos según el mundo, nuestra voluntad de defender lo que creemos y nuestro coraje para desafiar la falsa enseñanza. A menos que despertemos colectivamente a los actuales peligros que amenazan nuestra fe, el adversario nos atacará desde dentro; y no seremos capaces de resistir.
"Sin duda, debe haber algunos que se arrojan al lado del amor vil cobarde de la paz; y hablan a favor de nuestro Señor y de Su verdad. Muchos tienen un espíritu cobarde y sus lenguas están paralizadas. ¡Oh, por un estallido de verdadera fe y celo santo!" (Charles Haddon Spurgeon).
Dr. John MacArthur
Gracia a Vosotros
En 1874, un ministro bautista llamado Robert Lowry escribió uno de los himnos más conmovedores que exalta la resurrección de Jesucristo, "La Tumba le Encerró." Observe cómo estos versos contrastan la impotencia de la muerte y el sufrimiento con el poder de la resurrección de Cristo:
La tumba le encerró, Cristo mi Cristo;
El alba allí esperó, Cristo el Señor.
De guardas escapó, Cristo mi Cristo,
El sello destruyó Cristo el Señor.
La muerte dominó, Cristo mi Cristo,
Y su poder venció, Cristo el Señor.
La muerte, el enemigo más temido del hombre, no tiene poder para reinar sobre el Señor de la vida. Y esa verdad tiene importancia para usted y para mí, aquí y ahora, en el siglo XXI. Se puede ver en la parte más conmovedora y emocionante del himno de Lowry, el estribillo que señala cada estrofa:
De sepulcro y muerte Cristo es vencedor,
Vive para siempre nuestro Salvador,
¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!
El Señor resucitó.
¿Ve usted en esas líneas lo que significa la resurrección de Jesús para usted? Si usted es un cristiano, puede regocijarse en el hecho de que Cristo resucitó de entre los muertos como un vencedor, un triunfador que vive para siempre para reinar "con Sus santos." Esto se refiere a la promesa sobre la base de nuestro bautismo en la muerte y resurrección de Cristo - es nuestra esperanza y la razón y fundamento de todo lo que creemos.
Pero ¿y si no hubiese resurrección? ¿Qué pasa si la resurrección de Jesucristo es sólo un mito del siglo I para ser ignorado o marginado como un tema secundario? Las implicaciones de este enfoque son devastadoras para el cristianismo.
Quiero llamar su atención sobre lo que Pablo escribió en 1 Corintios 15:16-19 para que pueda ver lo que sucede cuando se olvida de la resurrección:
"Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres".
Sin lugar a dudas, si Jesús está todavía en la tumba, si Él es perpetuamente la víctima y no el vencedor, entonces usted y yo estamos irremediablemente perdidos. Y aunque ese no es el caso, me quiero centrar en el hipotético "y si" que Pablo asume temporalmente en 1 Corintios 15. "¿Qué pasa si la resurrección es un mito? ¿Y si Jesucristo todavía está muerto y en la tumba?"
En primer lugar, usted estaría todavía en sus pecados, bajo la tiranía de la muerte junto con el más vil e incrédulo de los paganos. Si Jesús no resucitó de entre los muertos, entonces el pecado ganó la victoria sobre Él y sigue siendo victorioso sobre usted también. Si Jesús permaneció en la tumba, luego, cuando usted se muera, también permanecería muerto. Además, puesto que "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23), si usted permaneciera muerto, su futuro sería la muerte y el castigo eterno.
El propósito de confiar en Cristo es para el perdón de los pecados, porque es del pecado que necesitamos ser salvados. "Cristo murió por nuestros pecados" y "fue sepultado, y... resucitó al tercer día" (1 Corintios 15:3-4). Si Cristo no resucitó, Su muerte fue en vano, su fe en Él no tendría sentido y sus pecados aún se contarán en su contra sin la esperanza de vida espiritual.
En segundo lugar, si no hay resurrección, entonces "también los que durmieron en Cristo perecieron." Eso significa que todos los santos del Antiguo Testamento, todos los santos del Nuevo Testamento y todos los santos desde que Pablo escribió estarían sufriendo en tormento en este mismo momento. Eso incluiría al propio Pablo, el resto de los apóstoles, Agustín, Lutero, Calvino, Wesley, Moody y los santos y fieles en oración que conoce - todos los demás creyentes de todos los tiempos también estarían en el infierno. Su fe habría sido en vano, no habrían sido perdonados sus pecados y su destino sería la condenación.
A la luz de las otras consecuencias, la última es bastante obvia. "Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres." Sin la resurrección de Cristo y la salvación y las bendiciones que Él trae, el cristianismo sería inútil y lamentable. Sin la resurrección no tendríamos Salvador, ni perdón, ni Evangelio, la fe no tendría sentido, ni vida y nunca podríamos tener esperanza en ninguna de esas cosas.
Haber esperado en Cristo solamente en esta vida sería enseñar, predicar, sufrir, sacrificarse y trabajar todo a cambio de nada. Si Cristo todavía está muerto, entonces Él no sólo no tiene la capacidad de salvarlo en el futuro, tampoco puede ayudarlo ahora. Si él no estuviera vivo, ¿dónde estaría la fuente de su paz, alegría o satisfacción ahora? La vida cristiana sería una burla, una farsa, una broma trágica y cruel. Los cristianos que sufren e incluso mueren por la fe serían igual de ciegos y patéticos que esos "creyentes" que siguieron a Jim Jones y el Templo del Pueblo, David Koresh y los davidianos y Marshall Applewhite y el culto a la puerta del cielo.
Puesto que un cristiano no tiene otro salvador que Cristo, otro redentor que Cristo y otro Señor que Cristo, si Cristo no resucitó, él no está vivo; y nuestra vida cristiana está muerta. Nosotros no tendríamos nada para justificar nuestra fe, nuestro estudio de la Biblia, nuestra predicación y testimonio, nuestro servicio para Él o nuestra adoración a Él y nada para justificar nuestra esperanza en esta vida o en la próxima. Nos mereceríamos nada más que la compasión reservada para los tontos.
Sin embargo, Dios "levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación." (Romanos 4:24-25). Porque Cristo vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19). "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con Su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados."(Hechos 5:30-31).
NO somos dignos de lástima, porque Pablo termina inmediatamente la aterradora sección "y si", diciendo: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."(1 Corintios 15:20). Como dijo Pablo al final de su vida: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día." (2 Timoteo 1:12).
Los que no esperan únicamente en Cristo para la salvación son los verdaderos tontos; ellos son los que necesitan escuchar su testimonio piadoso sobre el triunfo de la resurrección de Cristo. Así que no se olvide de la resurrección; regocíjese en ella y gloríese en ella, porque Él ha resucitado.
John MacArthur
Gracia a Vosotros
¡Las mentiras destruyeron mi matrimonio! Como muchas mujeres, Victoria cree que ella podría haber perdonado una mentira inocente o aun una aventura amorosa. Para cuando descubrió el largo comportamiento engañoso que su esposo había utilizado para que ella no supiera la verdad sobre su estilo de vida, el daño ya estaba hecho.
Si usted ha sido engañado por alguien en quien confiaba, sabe bien que las mentiras pueden socavar la credibilidad, puede desintegrar relaciones y corroer la confianza. Las mentiras nos quitan la inocencia, nos humillan y nos deshonran. Nos preguntamos si la persona que nos mintió alguna vez nos ha dicho la verdad.
De modo que, ¿por qué decimos mentiras y por qué las creemos? ¿Es posible tener más discernimiento para saber en quién confiar y cuánto confiar, sin sospechar demasiado de la gente?
Todos mienten, ¿o no?
«El aspecto central de la mentira es que queremos ser como Dios, con el simple habla creó el universo», dice un estudioso. «De manera que al hablar creamos el mundo que queremos ver».
Los estudios muestran que algunas personas mienten tan a menudo como comen, tres o cuatro mentirillas por día. Sea que las llamemos mentiras piadosas, declaraciones falsas, reservas mentales o evasivas, exageraciones o hipérboles, cuando lo que decimos no es la verdad, es una mentira. La palabra griega para hablar de verdad es aletheia, que significa no escondido. Mentir es esconder la verdad. Mentimos porque sinceramente creemos que es lo mejor que podemos hacer para nuestro beneficio en ese momento.
Las mentiras son parte de la vida. Satanás, el padre de mentiras (Juan 8:44) en el Edén plantó las semillas del engaño. Diciendo una mentira escondida en una verdad, confundió a Eva sobre la única restricción que había puesto Dios para la vida en el Edén (Génesis 3:2-5). Seducida por el deseo de ser tan sabia como Dios, Eva actuó de acuerdo a lo que sabía no era cierto.
Abraham le dijo una media verdad al rey Abimelec, afirmando que Sara, su esposa, era en realidad su hermana (Génesis 20:2). David ocultó su aventura amorosa con Betsabé y mató al esposo de la mujer (2 Samuel 11). Pedro negó que conocía a Jesús (Juan 18:25-26). Ananías mintió sobre la cantidad de dinero que había recibido por la venta de su propiedad (Hechos 5:1-11).
Vivimos en un mundo de engaños. Las mentiras tienen influencia en la historia y persuaden a la gente. Algunos son campeones en cuanto a decirnos lo que queremos oír y lo que ellos quieren que creamos.
Por ejemplo, en 1906 el Dr. Frederick A. Cook se hizo famoso al escalar el Monte McKinley, el pico más alto en América del Norte y tomar una fotografía en la cima. El descubrimiento de una fotografía original y sin recortes entre las pertenencias de Cook, muestra que Cook en realidad estaba en una falsa cumbre 5000 metros más abajo. Eso prueba definitivamente, por medio de la cámara de Cook, que él estaba mintiendo.
La mentira está cobrando aceptación como una filosofía de vida. De acuerdo a Michael Josephson, presidente del Josephson Institute of Ethics, estamos mintiendo más. Él explica que la falta de sinceridad es un agujero cada vez más grande en nuestro ozono moral. Esta filosofía de vida la están recibiendo nuestros hijos. Como resultado, ellos también mienten más.
Un estudio reciente muestra que el numero de estudiantes de la secundaria que mienten a sus padres aumentó a 92% en 1998, de haber sido 85% en 1986. Josephson advierte que aún no hemos sentido el impacto de lo que estudio enseña. Pronto esta generación pasará a ocupar cargos de liderazgo, empezará la actividad laboral, entrará al mundo político y al sistema educacional, y se convertirán en madres y padres.
Van a ser policías, auditores bancarios, legisladores y mecánicos, dice. Si llevan al lugar de trabajo las mismas actitudes que se revelaron en el estudio, imagínense el estrago.
Por qué mentimos
La mentira es uno de los pecados que parece más serio cuando es otro el que miente. A nadie le agrada admitir que mintió. Sea que nos abstengamos de decir la verdad o que digamos una media verdad, a veces mentimos. Nuestras razones incluyen lo siguiente:
- Mentimos para preservar nuestro sentido de dignidad. Queremos parecer mejores de lo que somos porque queremos agradar a los demás. Exageramos las circunstancias para inflar nuestros egos o para esconder nuestra vergüenza, temor y desilusiones. Tal vez sea demasiado vergonzoso o doloroso confrontar la verdad sobre otros o sobre nosotros mismos.
- Mentimos para evitar que nos descubran. Al decir medias verdades intentamos que nuestro cónyuge o nuestros padres no descubran una vida secreta, una aventura amorosa, gastos excesivos o drogadicción.
- Mentimos para obtener un beneficio financiero. Millares de personas pierden dinero como consecuencia de fraudes. Se manipulan las matemáticas al hacer el cálculo de impuestos a las ganancias. Compañías de seguros reciben falsas denuncias de siniestros. Se aumentan las ventas posicionando productos de la manera más favorable posible, a menudo prometiendo más de lo que pueden ofrecer. Los comercios exclusivos nos persuaden diciendo que tal o cual compra es exactamente lo que necesitamos. Las empresas de cigarrillos soplan humo en nuestros ojos, creando la ilusión de que esos héroes tan buen mozos que visten jeans ajustados y un sombrero chic son lo mejor, y que los cigarrillos no producen adicción.
Un alto ejecutivo de una compañía electrónica en California, en forma regular recibe cartas fraudulentas por correo. «Nigerianos que se presentan como contratistas independientes nos piden papel con membrete y un cheque en blanco pues quieren usar la cuenta bancaria de nuestra firma para encauzar dinero, dice. Le hablan a nuestra codicia porque alegan que nos hará ganar mucho dinero. Además, uno quiere ayudar porque ellos alegan que su gobierno no permitirá que salgan los fondos a menos que una compañía de los Estados Unidos actúe como intermediaria».
Por qué creemos las mentiras
Si estuviéramos dentro de un campamento de prisioneros enemigo, sabríamos que la mayoría de lo que oímos o vimos en el mejor de los casos era propaganda, y en el peor de los casos era una mentira. Pero en un mundo de engaño, donde la gente da vuelta palabras para su propia ventaja, rara vez cuestionamos la veracidad o investigamos fuentes de información. Cuando estamos delante de alguien que conocemos, y de quien sospechamos está mintiendo, a menudo nos quedamos sin habla. ¿Por qué?
La credulidad extrema y la vulnerabilidad personal asustan. No podemos creer que seamos capaces de ser inducidos a creer algo que no es cierto o que confiamos en una persona que no merecía nuestra confianza. No queremos admitir que nos pueden manipular.
Nos resulta vergonzoso y doloroso confrontar nuestro potencial para la exageración y/o la maldad. La verdad revela nuestros propios secretos: mentiras que hemos dicho, las cosas que hemos hecho y las personas a quienes hemos herido. Para contemplar nuestro lado oscuro necesitamos una sinceridad despiadada, y más aún para admitirlo. La verdad que libera también lastima.
Negar lo que ocurre parece más fácil. Nos agrada la otra persona y queremos creer lo que está diciendo. Queremos volver a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestra vida. Nos tapamos con la frazada de la negación, y nos auto convencemos de que la persona mentirosa está haciendo lo suyo para solucionar su problema y que nosotros estamos obedeciendo el mandato bíblico al amar y confiar una vez más.
Nos han enseñado a confiar. Enseñamos a nuestros hijos que es importante confiar. La confianza es el mejor regalo que un cónyuge le puede hacer al otro. En realidad, la confianza es algo crítico en toda relación, sea entre amigos, empleado / empleador, el presidente de un país y su pueblo, padre / hijo, marido / mujer. Cuando alguien no dice la verdad y lo descubrimos, la relación se desintegra.
Las mentiras corroen la confianza
Los mentirosos cuentan con nuestra confianza. En primer lugar, triunfan al seducir nuestra confianza y luego al violar esa confianza. Después, asumen control penetrando en nuestra realidad y nos imponen la realidad de ellos. Nos dicen que lo que vemos, creemos, oímos y sentimos es falso. Y porque queremos creer, dejamos en suspenso nuestra incredulidad y creemos, una vez más.
Las mentiras nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad y desintegran nuestra integridad. El engaño es como una violación física pero invisible. En vez de ser un ataque físico, las mentiras atacan la mente y hacen impacto en el espíritu. En vez de perder la virginidad, uno pierde la inocencia. Uno ya nunca vuelve a ver al mentiroso como solía verlo. Si el mentiroso es alguien ante quien hemos desnudado nuestro cuerpo o nuestra alma, por ejemplo una relación marital, el dolor nos llega a inmovilizar. Uno comienza a dudar de uno mismo y comienza a cuestionarse en cuanto a los conceptos aprendidos sobre amar y confiar.
Volviendo a confiar
«Una mentira exitosa es una mentira doble; un error que debe corregirse es una carga más pesada que la verdad» dijo Dag Hammarskjold, ex secretario general de las Naciones Unidas. La sanidad de heridas mentales y espirituales no sucede de la noche a la mañana. Volver a tener confianza es algo que cuesta. El mentiroso debe asumir responsabilidad y debe darse cuenta de que tiene ganarse la confianza. Y nosotros debemos hacer lo que muchos mentirosos no pueden hacer:
- Volver a la totalidad del ser a la luz de la verdad. Admitamos nuestro pecado. Si hemos sido deshonestos, disculparnos no es suficiente. Debemos dar la vuelta y caminar en dirección opuesta (Proverbios 4:24-27). Luego, hay que aceptar la gracia de Dios y lo que el dice sobre nosotros (Salmos 139). Perdonar a otros no significa justificar su comportamiento. Significa que renunciamos a nuestro derecho a vengarnos. Dios siempre nos llama —a nosotros y a quien nos lastimó— a que volvamos a Él (Jeremías 3:22).
- Restaurar nuestra propia integridad. Dejemos de recriminarnos porque confiamos en un mentiroso. La honestidad, el amor y la confianza son los mejores regalos que le podemos dar a otra persona. Estas cualidades del carácter nos hacen lo que somos en nuestro interior. Son cualidades que siguen el modelo de lo que le agrada a Dios (Colosenses 3:1-7). A medida que vivimos de acuerdo a los principios que sabemos que son verdad, recordemos: en territorio donde hay lobos, las palomas inocentes necesitan la astucia de serpientes (Mateo 10:16).
- Aprender de experiencias pasadas con el engaño. No todas las historias que escuchamos suenan como historias ciertas. No todas las personas leen el mismo libro de reglas y principios ni siguen la guía de nuestros principios éticos, morales y espirituales.
- Observemos los pasos de la gente, hacia donde se dirigen y no sólo lo que dicen. Notemos el mensaje detrás de las palabras. Seamos conscientes de las respuestas típicas de la gente cuando se la confronta con mentiras que han dicho. Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a toda verdad (Juan 14:15 17).
No podemos escapar de la realidad de que vivimos en un mundo de engaño. No podemos hacer que otros dejen de mentir. Pero si podemos convertirnos en personas que buscan la verdad y tienen discernimiento en cuanto en quién confiar y cuánto confiar. Podemos comenzar reconociendo cómo algunos distorsionan nuestra realidad y nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad. Más importante aún, podemos comenzar nosotros mismos a hablar la verdad.
DIFERENTES TIPOS DE MENTIRAS
Las mentiras vienen en muchas formas, desde las falsedades intencionales hasta las mentiras piadosas que muchos sienten causan muy poco daño. Las mentiras pueden ser:
Mentiras piadosas
Admitámoslo. Cuando suena el teléfono en casa o en el trabajo, quien no ha susurrado: «Diles que no estoy». Le escribimos a la tía Sara diciendo que nos gustó mucho el regalo de cumpleaños porque no queremos herir sus sentimientos, pero luego devolvemos el regalo al negocio donde lo compró. Disfrazamos nuestros sentimientos diciendo: «Estoy bien», cuando en realidad nos sentimos muy mal. Cuando minimizamos nuestro peso o exageramos la asistencia en la iglesia, estamos haciendo que la línea entre la verdad y una mentira sea muy borrosa. Decimos que estas mentiras son inocuas y las llamamos mentiras piadosas.
Mentiras más serias
El peligro de mentir es que cuanto más un mentiroso se sale con la suya, tanto más y mejor miente. Cuando distrae nuestra atención de la cuestión principal y dice: «Estás haciendo de una pulga un elefante. Olvidémonos de lo que paso», en realidad aprende a dejar de lado su propia responsabilidad. Nos hemos apartado de la cuestión central y nos preguntamos si somos nosotros los que tenemos problemas. El mentiroso ha evadido la cuestión. La mentira inocua crece y se convierte en otra mentira más nociva. Con el tiempo, mentir se vuelve un estilo de vida.
Mentiras patológicas
Los mentirosos habituales y compulsivos disfrutan la idea de que otros se unan a su juego. Ensimismados en la idea de ganar a cualquier precio, se vuelven adictos a su propio engaño. Estos mentirosos son encantadores y convincentes y usan toda su habilidad para agradar a los demás y para que los demás confíen en ellos. Pero que alguien nos agrade no equivale a que confiemos en esa persona y no podemos pasar por alto el hecho de que los mentirosos son confabuladores y no sienten remordimientos por lo que han hecho, ni se conduelen porque nos han herido. Los expertos dicen que estos mentirosos son los de la peor mentira: mentirse a sí mismos y distorsionar su propia realidad. Algunos mentirosos patológicos confiesan: «Las peores mentiras son las que me digo a mí mismo».
Karina West
Escritora y conferencista
LuisPalau.Net
Sólo cuatro capítulos en la Biblia no hacen alusión al pecado y sus peligros, los dos primeros capítulos y los dos últimos. Desde que Adán y Eva descubrieron que estaban desnudos en el Jardín del Edén, el pecado ha sido el común denominador más bajo de la raza humana.
El apóstol Juan lo explica claramente: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8). El pecado más grave es pretender que no tenemos pecado. Ninguno de nosotros está exento de la posibilidad de pecar. Hasta que algún día en gloria disfrutemos del Arbol de la Vida, debemos admitir nuestra vulnerabilidad.
El reformador británico Wilberforce manifestó: "No hay caminos cortos para llegar a la santidad. Debe ser la ocupación de toda nuestra vida". No podemos ser santos a las apuradas.
Un escritor a quien aprecio mucho declara: "Si usted dice que hay pecados que nunca podrían alcanzarlo, está por resbalarse con una cáscara de banana espiritual". El hecho de creernos invencibles en cierta área no es una seguridad a toda prueba.
Usted y yo hemos oído acerca de líderes y laicos cristianos que "de repente" caen en pecado. Todo parece ir de maravillas, y de un día para otro dejan a la esposa por otra mujer... intentan suicidase... se hacen alcohólicos.
¿Cómo puede ocurrir? Sucede que la caída en la vida cristiana rara vez es un colapso repentino; por lo general es un proceso gradual.
Cada vez que perdemos de vista quién es Dios, nuestra vida espiritual pierde fuerza y está en peligro de caída. El pecado es la declaración de independencia del hombre. El primer paso para alejarse de Dios es dejar de apreciar quién es Dios y dejar de agradecerle por su persona y su obra en nuestras vidas.
La ingratitud y otras formas de desobediencia -ya sea en hecho, pensamiento o deseo- producen ciertos resultados. Cuando pecamos, contristamos al Espíritu Santo, Satanás gana terreno, perdemos nuestro gozo en Cristo, nos vamos alejando y separando de Dios y de otras personas, nos convertimos en piedras de tropiezo a hermanos más débiles, y causamos pena y dolor inimaginables.
Haga un inventario espiritual de su vida. Piense: ¿Quién es Dios para mí? ¿Cómo es mi relación con El? ¿Cuán a menudo le doy gracias? Medite en pasajes tales como el Salmo 34, Salmo 63:1-8 y 1 Tesalonicenses 5:16-24. Encuentre maneras prácticas de aplicar estos pasajes en su propia vida.
Lo más importante en cuanto a usted es lo que viene a su mente cuando piensa en Dios. Lo que viene a sus labios durante el día indica si usted ve y aprecia Su soberanía, Su gracia y otros atributos de la divinidad.
¿Está Dios hablando a su corazón? ¿Cómo es su relación con El? Confiese sus pecados a Dios y (como lo hizo Pablo) decida que por el poder de Dios vivirá una vida cristiana victoriosa (1 Corintios 9:24-27; Gálatas 2:20). Hable de las maravillas del Señor que usted ama, y obedézcale con fidelidad. La caída en la vida cristiana no tiene por qué suceder; no es inevitable. Cristo vive en su corazón, y ésa es la mejor garantía de protección que tiene el cristiano. Recuérdelo, y viva de acuerdo a esa verdad.
Aunque era apenas las 3:00 de la tarde, una oscuridad sobrenatural se había apoderado del cielo, y se negaba a irse. Y la Tierra se estremeció violentamente de común acuerdo con el cielo. Nada podía ser más antinatural que el Dador de la vida estuviera sucumbiendo a la muerte. La creación gritó como si ella misma hubiera sido traspasada. Pero era Jesús quien había sido traspasado, crucificado por los pecados del mundo para que toda la creación pudiera ser hecha nueva.
En el Domingo de Resurrección nos reunimos para celebrar el amanecer de esta nueva creación gracias a la resurrección de Jesús. Desde una tumba en un huerto en las afueras de Jerusalén, la maldición del pecado y de la muerte comenzó a desmoronarse cuando Jesús abrió sus ojos, se sentó y dobló con esmero la sábana que había adornado su cabeza sin vida momentos antes. El Hijo de Dios resucitado era la primicia de una nueva cosecha, un anticipo de la vida de resurrección que sus seguidores experimentarán al final de la historia.
Pero hubo otra resurrección más ese fin de semana.
Mateo nos dice que el Viernes Santo "se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron" (Mateo 27:52). No es frecuente escuchar hablar de esta otra resurrección. De hecho, Mateo es el único evangelista que la menciona. Esto ha llevado a algunos estudiosos a cuestionar la validez del relato, o a considerarlo una versión refundida como un recurso literario excepcional diseñado para recalcar la importancia de la muerte de Cristo. Pero es difícil imaginar a personas alegóricas despertando de la muerte “que salieron de los sepulcros… [y] entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos” (v. 53 NVI).
Si tomamos a la Sagrada Escritura como la Palabra de Dios, tenemos que adueñarnos de ella en sus propios términos. Debemos dejar que Dios hable por sí mismo. Aunque Mateo proporciona pocos detalles sobre esta resurrección de los santos en ese Viernes Santo, creo que el acontecimiento revela algo fundamental en cuanto al carácter de Dios, y tiene el propósito de alentar a quienes humildemente portamos hoy el nombre de “santos”. Pero, para entender mejor el pasaje y su contexto, debemos primero considerar quiénes eran estos creyentes resucitados.
Los escritores del Nuevo Testamento no tratan a la ligera la palabra “santos”. Cuando es usada en los Evangelios y las Epístolas, la palabra se refiere invariablemente a los seguidores fieles de Jesús. No hay razón para buscarle otro significado. Y aunque es gratificante pensar en la posibilidad de que estos eran santos del Antiguo Testamento que estaban resucitando de los muertos para ser testigos del milagro más grande de Jesús, esa posibilidad parece poco probable. Mateo nos dice que estos hombres y mujeres “se aparecieron a muchos” en la santa ciudad, lo que implica que eran conocidos allí. En un mundo donde no existía la fotografía, solamente aquellos muertos a quienes recordaban los que estaban vivos, podían ser reconocidos.
En ese momento, estos discípulos resucitados sirvieron como testigos del poder de Cristo sobre la muerte, y de su aseveración de ser el Mesías esperado por los judíos. La multitud que se había reunido en el Gólgota pudo haber visto solamente a un carpintero convertido en predicador ofreciendo su vida en un último suspiro, pero la muerte de Jesús no fue una derrota; fue una victoria. En la cruz, Él abrió un camino para que hombres y mujeres se acercaran al Padre celestial que les ama. Por eso, en el mismo pasaje en el que menciona a los santos resucitados, Mateo nos dice también que el velo del templo se rasgó en dos (v. 51).
La cortina era una medida de seguridad para evitar que la gente entrara a la abrumadora presencia de Dios. El pecado no puede convivir con la santidad; por tanto, con excepción del sumo sacerdote, que podía hacerlo en el día de la expiación, a nadie más se le permitía entrar en el lugar santísimo. Pero cuando Jesús murió, este velo -que tenía 10 centímetros de espesor, de acuerdo con la más antigua tradición judía- se rasgó de arriba abajo. El poder del pecado para mantenernos alejados de Dios se rompió por medio del sacrificio de Cristo. Y puesto que la paga del pecado es muerte (Rom. 6:23), esos seguidores de Jesús que se levantaron de sus tumbas, lo hicieron como evidencia de que el elevado pago se había hecho. La entrada triunfal de los santos resucitados a Jerusalén fue la señal de la destrucción del largo imperio de muerte sobre los hijos de Dios.
Pero, al final, la muerte los alcanzó de todas maneras. Todas las personas que volvieron a la vida ese Domingo de Resurrección, murieron y fueron sepultadas otra vez, con excepción de Jesús. Es solamente en Cristo que vemos el cumplimiento de la promesa de que recibiremos cuerpos gloriosos e inmortales en la resurrección final de los muertos (1 Cor. 15:52) -cuerpos que ya no estarán sujetos al dolor ni al implacable acoso del tiempo.
¿Por qué, entonces, permitió Dios que estos santos tuvieran una suspensión de su estado de muerte? Quienes pusieron su fe en Jesús durante su ministerio terrenal se rindieron a Él como el Mesías prometido y el legítimo Rey de Israel. Pero quienes murieron antes de la crucifixión y la resurrección de Jesús, no llegaron a saber cómo, precisamente, Dios les proveería su salvación. Confiar en el Señor Jesús cuando anduvo por Judea y Galilea enseñando acerca del reino de Dios, echando fuera demonios y sanando a los enfermos fue precisamente eso -fe.
Estos hombres y mujeres seguirían siendo pecadores y Dios seguiría siendo santo. No tenían nada que les hiciera dignas y aprobadas de ganar el cielo, sino Jesús mismo. Y no sabían cómo Dios salvaría la brecha. Parece ser que el Señor, por su gran misericordia, le permitió a estos santos que vieran con sus propios ojos la salvación que Él había asegurado para ellos a tan elevado costo. Tal vez por eso, estos discípulos despertaron de la muerte cuando Jesús murió, y salieron de sus tumbas cuando el Salvador salió de la suya (Mat. 27:52,53). Fueron invitados a la espera -en ese largo sábado cuando toda esperanza parecía perdida- para que cuando el Señor Jesús apareciera en la mañana del domingo, éstos que también habían experimentado la tumba, estuvieran entre los primeros en anunciar la gloriosa resurrección de Él, una tarea apropiada para personas que habían puesto su fe en el Señor, tanto en vida como en muerte.
Quienes conocemos a Cristo hoy, también hemos sido invitados a la espera, a ese período que está entre su primera y su segunda venidas. Y aunque el misterio de la salvación nos ha sido revelado, la fe requiere todavía que confiemos a Dios nuestra vida -cada día hasta nuestra resurrección futura. Si no estamos todavía vivos cuando llegue ese día, también nosotros sabremos lo que es despertar a la redención de Dios en el pleno desarrollo que se estará produciendo, la cual veremos con nuestros propios ojos.
Recibí la llamada una fría tarde de febrero. Mi padre dijo: “Hijo, pienso que tu madre se ha ido.” La noticia me tomó completamente por sorpresa. “¿Se ha ido? ¿Quieres decir que ha muerto?” pregunté. “Sí, pienso que ha muerto.”
Corrí al departamento de mis padres en Dallas. Mi hermana había llegado antes que yo y estaba hablando con mi padre cuando llegué. Mi madre estaba inmóvil en el sofá donde se había acostado para tomar una siesta y, en algún momento mientras dormía, exhaló su último suspiro.
Eso fue en 1971. Ella tenía sólo 63 años. No estoy seguro de qué fue lo más difícil; perder a mi madre tan repentinamente o ver a mi padre morir lentamente los siguientes nueve años. Pienso que fue esto último. Él vino a vivir con nosotros durante ese tiempo, así que aprendí mucho en cuanto a la aflicción; cuán necesario es para sanar, y sin embargo cuán fácilmente puede convertirse en su propia muerte lenta.
Estoy convencido de que nadie se recupera por completo de una pérdida sin permitirse sentir y expresar su aflicción por completo. Sin embargo la aflicción de una persona no es la de otra. He visto a algunos pasar más allá de una pérdida significante en cuestión de semanas, en tanto que otros requieren muchos, muchos meses. El tiempo que dura la recuperación de una persona no dice nada en cuanto a su espiritualidad. El proceso de duelo es tan individual y único como una huella dactilar. Quiero ser claro en eso antes de que usted siga leyendo.
En tanto que afligirse es parte de nuestro proceso integral para sanar, también es posible que una persona cultive y alimente su aflicción, al punto de mantenerla viva como si fuera su mascota. Con el tiempo, aquel individuo puede perder la perspectiva, descorazonarse, y de muchas maneras, morirse antes de morirse.
Mi madre era la chispa de la vida de mi padre. Ella inspiraba la diversión, la creatividad, y la risa y nuestra casa. Ella nos introdujo a la música grandiosa y nos animó a tocar instrumentos y a cantar. Si mi padre tenía alguna alegría o deleite en la vida, la mayor parte vino de ella. Así que cuando mi madre murió primero, era como si se hubieran apagado la luz de su vida. Él no tenía pasatiempos, muy pocos amigos, y ningún interés aparte de ver televisión. Nunca leyó mucho. Su mundo se reducía al estrecho radio de habitaciones en nuestra casa, preferiblemente con las cortinas bajadas y la puerta cerrada. Sin embargo, no le permitimos que se quedara así. Como familia hicimos lo mejor que pudimos para ayudarle a hallar vida después de la muerte de mi madre, pero nada pareció reemplazar la chispa de ella.
Abrazar la tristeza es necesario para que haya sanidad. Igualmente importante es la decisión de poner fin a la aflicción. Nadie puede apurar el proceso de afligirse, pero es vital que entremos en el mismo con la determinación de que un día debe acabarse. Por eso debemos buscar maneras específicas para asegurarnos de que el proceso de sanar no se demora más de lo necesario.
Habiendo enfrentado mi propia porción de tragedia y aflicción con el correr de los años, he hallado dos perspectivas útiles. Una es mirar al pasado, y la otra es mirar al futuro; en otras palabras, una reflexión saludable en el dolor y una expectativa deliberada de la esperanza que con certeza vendrá. Hallo que llevar un diario es el mejor lugar para hacer eso. De hecho, es tan eficaz que muchos consejeros en la aflicción les recetan a sus clientes llevar un diario.
Miro hacia atrás al leer los diarios que he llevado con el correr de los años. Esto a menudo me ayuda a ver un patrón consistente de la fidelidad de Dios en pruebas antiguas, lo que me da confianza de que cualquier nueva lucha que enfrento puede ser igual de difícil e igual de temporal. Como resultado, me hallo soportando el dolor con mucho menos temor. Llevar un diario me ha equipado para afligirme por las inevitables rupturas de corazón que vienen, grandes y pequeñas, sin volver a abrir las heridas.
Miro hacia adelante al tomar decisiones —resoluciones, si quiere decirlo— en cuanto a cómo voy usar mi prueba actual en el ministerio futuro. Viktor Frankl hizo esto durante su lucha para sobrevivir los horrores en un campamento nazi de muerte. Se imaginaba cómo su odisea pudiera ser útil al ejercer y enseñar psicología después de la guerra, aunque no tenía ninguna razón para esperar que sobreviviera.
Me disgustó el estado de los asuntos que me obligaban, a diario y hora tras hora, a pensar sólo en cosas tan triviales. Obligué a mis pensamientos a pasar a otro tema. De repente me vi de pie en la plataforma de un aula bien iluminada, abrigada y agradable. Frente a mi estaba sentado un público en asientos tapizados cómodos. ¡Yo estaba dando una conferencia sobre la psicología del campamento de concentración! Todo lo que me oprimía en ese momento se volvió objetivo, visto y descrito desde el remoto punto de vista de la ciencia. Por este método triunfé de alguna manera para elevarme por encima de la situación, por encima de los sufrimientos del momento, y observarlos como si ya fueran pasado. . . . El prisionero que había perdido fe en el futuro —su futuro— estaba condenado.1
La determinación de usar las luchas actuales para un mejor futuro me da un sentido de dominio sobre las circunstancias que de otra manera se volverían opresivas. Pablo echó mano fuertemente de la experiencia personal al afirmar que, debido al Espíritu Santo, ninguna prueba jamás lo doblegaría.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:3-5).
He hallado que la determinación de actuar en la oscuridad de hoy me ayuda a apropiadamente en la esperanza que las Escrituras prometen conforme avanzo hacia un mañana más brillante.
Los que están atravesando una tragedia a menudo necesitan ayuda para avanzar más allá del dolor. Tal vez no tengan la capacidad de ver la esperanza más allá de la herida. A menudo necesitan la perspectiva saludable de un ser querido. Tal vez necesiten que alguien les haga recordar las ocasiones pasadas cuando Dios demostró su fidelidad. Es más, tal vez tengan que depender de la imaginación de otros a fin de concebir un futuro más allá de su dolor. Muchos que están sufriendo tal vez no consideren procesar sus pensamientos en un diario durante el proceso de sanar sin que alguien estimule su corazón.
Pregúntese:
¿Hay alguien que conozco que tal vez esté llevando una carga gigantesca de aflicción sobre sus hombros?
¿Hay alguien que está llegando a un hito o a una transición significativa en la vida y que pudiera utilizar mi ayuda para adquirir una perspectiva saludable?
¿Quién pudiera estar en el umbral de un futuro muy retador?
Tal vez este amigo o ser querido no ha pensado en detenerse y marcar el momento. Con un vistazo al pasado y una mirada realista al futuro, tal vez usted puede ayudarle a ver la esperanza más allá de su dolor presente. Pudiera ser el mejor regalo que él o ella reciben todo el año.
Visión para Vivir