No hay nación que sea más fuerte que sus hogares. Un proverbio chino dice: "Si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación". La unidad familiar es la célula básica sobre la que se construye la sociedad. Sin embargo, la fragmentación de las familias será el derrumbe de nuestra civilización.

Hay cuatro actitudes prevalentes que atacan al hogar desde todas las direcciones: El secularismo declara: "Disfruta tanto como puedas porque sólo se vive una vez". El materialismo dice: "Consigue más, compra más, construye más". El sensualismo se une bombardeándonos con inmoralidad y perversión a través de los medios de comunicación. El humanismo secular concluye diciendo: "Gloria al HOMBRE en las alturas--y fuera con la deidad".

Estas filosofías han conseguido corroer la unidad de la familia. ¿Por qué? Porque se oponen a las indicaciones de Dios para hogares felices. Después de todo, El fue quien inventó la familia. Y en la Biblia El nos ha dejado su modelo tanto a esposos como a padres e hijos.

En primer lugar, la Biblia enseña que debemos descansar en los puntos fuertes de cada uno. En Efesios 5:21 leemos: "Honren a Cristo sometiéndose unos a otros" (BD). Partiendo de la base que Cristo es el Señor de nuestra familia, debemos tratarnos con respeto como El ha ordenado. No puedo imponer mi voluntad continuamente, ni tampoco pueden hacerlo mi esposa ni mis hijos.

Debemos buscar la voluntad de Dios, hacer las cosas a Su manera.

Es necesaria la sumisión para que haya orden y estabilidad. De lo contrario, todos tratan de hacer lo suyo sin orden de ningún tipo. Una famosa canción habla de hacer las cosas "A mi manera". Si usted lo intenta y hace las cosas a su manera, herirá a muchos en el proceso, incluso a usted mismo.

Existe el concepto de que el hombre no puede mostrar debilidades, la creencia de que él debe usar una máscara para ocultar sus verdaderos sentimientos. Totalmente falso. La Biblia enseña que el marido debe confiar en su esposa y la mujer debe descansar en su esposo como líder espiritual del hogar...

Continúe leyendo en este enlace: Cruzada con Luis Palau



Juan estaba bautizando a personas de todas partes de la región quienes se acercaban arrepentidas y buscaban el perdón de sus pecados. Un día, en el río Jordán, Jesús se unió a la formación de personas, que esperaban ser bautizadas. Sabemos por el Evangelio de Mateo que esto tomó a Juan por sorpresa. Mateo 3:14 dice: “Pero Juan trató de disuadirlo. -Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” En otras palabras, “Si esto es un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, ¿qué haces en la línea de los pecadores?” Jesús no tenía pecado y por lo tanto, no tenía necesidad de perdón. ¿Entonces por qué fue bautizado Jesús?

Isaías 53:12 dice de Jesús: “Y fue contado entre los transgresores”. Lo anterior llegó a su cumplimiento en la cruz, pero comenzó desde el principio de Su ministerio. Jesús se alineó con todos los demás para ser bautizado, identificándose con nuestro pecado y la necesidad de ser perdonado. Jesús está tomando el lugar del pecador, anhelando lo que más tarde Él mismo llamó “un bautismo con el que debo ser bautizado”, que era Su muerte, sepultura y resurrección.

Nuestro bautismo corresponde a nuestra identificación con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. El hecho de ir bajo el agua es un símbolo de morir con Cristo; el estar sumergido en el agua es un símbolo de ser enterrado con Cristo, y el salir del agua es simbólico de haber resucitado con Cristo. El acto del bautismo no es algo adicional al Evangelio, sino que es una representación del Evangelio. El acto externo del bautismo fue diseñado para representar la verdad espiritual interior y la realidad de nuestra unión con Cristo.

Aunque no podemos atribuir ninguna virtud al acto del bautismo en sí mismo, puesto que este acto no nos une a Cristo, el bautismo sí es un evento importante en la vida del creyente, porque declara abiertamente nuestra unión con Cristo de tal manera que lo que es verdad de Él se convierte en verdad acerca de nosotros.

Jesucristo tomó el lugar que merecemos (el lugar de muerte), para que podamos entrar en el lugar que sólo Él merece, que es el lugar donde estamos totalmente alineados con el Padre. Su bautismo es un presagio de todo lo que será la manifestación exterior de la vida cristiana. Nuestro bautismo apunta hacia atrás a lo que Cristo hizo posible, y Su bautismo apunta a lo que Él ha hecho posible. En Jesús, como hombre en la tierra, el Espíritu Santo operaba en Él y a través de Él, trayendo beneficio y bendición para los demás. Dios está comprometido con el mismo proceso en nosotros, y el acto del bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, que hace posible este proceso. Y estar unidos a Cristo es la esencia del Evangelio.


Vive la Verdad



Usted ha pasado por eso. Usted lo sabe; es ese lugar en que usted debe traer a colación el evangelio, pero, por alguna razón, no lo hace. Es ese momento incómodo cuando las palabras deben brotar de la boca, pero su cerebro pone bajo candado todo versículo memorizado, la respiración se vuelve difícil, y su archivo de excusas gira como carrusel buscando la manera de salirse de la conversación.

Hay varias razones por las que la mayoría de nosotros rehuimos dar testimonio de Jesucristo. Uno es el sentimiento de ignorancia. En realidad no sabemos cómo hacerlo.

Otra es una especie de indiferencia que nos invade. Nosotros estamos bien alimentados espiritualmente. Creemos en el Salvador. Nuestra familia está creciendo. Así que, de cierta manera, desviamos la responsabilidad a otro individuo: el televangelista, el pastor, o el orador en la cruzada masiva que puede proclamar a Cristo tan bien.

Otra razón por la que somos renuentes es el miedo. A nadie le gusta que le hagan preguntas que no puede responder, especialmente un extraño. No nos gusta lo impredecible. Tenemos miedo de una respuesta hostil. Tenemos miedo de hacer el ridículo. Así que escogemos guardarnos la fe para nosotros mismos.

Y no se equivoque: Dar testimonio de Cristo exige una gran dosis de valor.

También exige un método probado. Varios métodos se emplean para comunicar las buenas noticias de Cristo a los perdidos. Algunos métodos parecen tener éxito y ser efectivos por encima, pero, por debajo, dejan mucho que desear.

Tómese el Método del Franco Tirador, por ejemplo: “Mientras más cabezas, mejor.” Este método se centra en las decisiones, y muy poco (si acaso algo) esfuerzo se dirige hacia el seguimiento o discipulado, o a cultivar una relación personal. Estos cazadores ansiosos no son difíciles de identificar. Por lo general se les puede oír contando (en voz alta) los cueros cabelludos que llevan a la cintura y se les puede ver disparando sus dardos encendidos a toda carreta que logran ver. El tacto lo abandonaron hace rato...

Continúe leyendo en este enlace: Visión para Vivir



Para muchísimas personas que escriben a nuestra oficina cada semana, la vida ya no parece tener sentido. Tengo buenas noticias para usted. Dios no nos creó para ser un alma derrotada, desanimada, frustrada y errante que busca en vano la paz. Tiene planes mayores para usted. Tiene un mundo más amplio y una vida más grande para usted. La respuesta a su problema, no importa cuán grande sea, está tan cerca como su Biblia, es tan sencilla como las matemáticas del primer grado y tan real como el latido de su corazón.

La Biblia dice: “Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). La Biblia enseña también que “todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5:4).

Con la autoridad de la Palabra de Dios, le digo que Cristo es la respuesta a toda perplejidad desconcertante que aqueja a la humanidad. En Él se encuentra la cura para la preocupación, un bálsamo para el duelo, la sanidad para nuestras heridas y suficiencia para nuestra insuficiencia.

La respuesta a la soledad
Aunque se encuentre en una gran ciudad, como Nueva York o Los Ángeles, usted puede estar solo en medio de una multitud. Tal vez esté viviendo una soledad insoportable. El mundo está cerrado a usted, y usted se encuentra afuera del mundo. Las barreras sociales le han impedido hacer lo que desea hacer. O tal vez su pareja de muchos años ha sido quitada y ha quedado solo.

Muchos se vuelcan al alcohol por la soledad. Otros pierden su cordura por la soledad. Algunos se suicidan por la desesperación de la soledad. Pero miles han encontrado que Cristo es la respuesta a su soledad.

Cristo dijo: “Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20)...

Moisés no estaba solo en el desierto de Madián cuando Dios fue a consolarlo y a llamarlo a un ministerio más amplio (Éxodo 3 y 4).

Elías no estaba solo en la cueva cuando Dios se acercó y habló con un suave murmullo (1 Reyes 19).

Pablo y Silas no estaban solos en la cárcel de Filipos, cuando Dios descendió y les dio un canto a la medianoche (Hechos 16).

Quienquiera que sea usted, Cristo puede darle consuelo y compañía. No importa el color, la raza o el credo, los deseos de su corazón son iguales. Ese lugar de soledad y dolor puede ser llenado por Cristo si le abre su corazón y lo deja entrar.

La respuesta al dolor
Cuando Harry Lauder, el gran comediante escocés, se enteró de que su hijo había muerto en Francia, dijo: “En un tiempo como éste, un hombre tiene tres posibilidades: puede entregarse a la desesperación y volverse una persona amarga, puede intentar ahogar su dolor en la bebida o en una vida de maldad, o puede volverse a Dios”.

Le ruego que, en su dolor, se vuelva a Dios. El apóstol Pablo, que sufrió tanto como cualquier persona que haya vivido, escribió: “El Señor me librará de todo mal y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos” (2 Timoteo 4:18). Enfermo, afligido, con cicatrices y moretones, y golpeado por la persecución, Pablo no tenía amargura, sino que encontraba su suficiencia en Cristo. Cristo es la respuesta a nuestro dolor.

La respuesta a las cargas
Oí la historia de un hombre cansado que caminaba por un camino, agotado y desalentado. Apenas podía poner un pie delante del otro. Un vecino lo alcanzó en una carreta y lo invitó a viajar con él. Mientras iban viajando su vecino notó que el hombre cansado y agotado aún llevaba una pesada bolsa de granos sobre su espalda.

“Apóyela en el piso”, le dijo, “no necesita cargarla”.

El hombre cansado dijo: “Oh, bastante tengo con que usted me lleve a mí, pero no esta bolsa de granos”.

Tal vez usted se haya vuelto a Dios, pero aún lleva sus cargas. Pero Dios le dice: “Depositen en mí toda ansiedad, porque yo cuido de ustedes” (ver 1 Pedro 5:7).

Si usted debe atravesar el valle de sombra de muerte, si debe despedirse de personas que ha amado, si sufre privaciones y desdicha, si es perseguido injustamente por causa de la rectitud, ¡cobre ánimo, ármese de valor! ¡Nuestro Cristo es más que adecuado para nuestro dolor!

Hablé una vez con un hombre que había perdido a su esposa y a sus tres hijos en un incendio. Nadie podría tener más razones para estar amargado o mostrar su dolor que él. Tomó mi mano con fuerza y dijo, con una sonrisa: “Dígale al mundo que la gracia de Dios es suficiente aun para la persona que más sufre”.

La respuesta al sufrimiento
La enfermedad, el dolor y el pecado son todos producto de la caída del hombre en el Huerto. La enfermedad es un subproducto de la transgresión, pero eso no quiere decir que los cristianos nunca sufren. La Biblia dice: “Muchas son las angustias del justo” (Salmos 34:19).

Job tuvo sufrimientos, Pablo tenía una dolencia, Lázaro se enfermó. A las personas buenas a lo largo de los siglos no se les ha prometido ninguna inmunidad de enfermedades o dolencias. Muchísimas personas escriben cada mes para preguntarme: “¿Por qué sufren los cristianos?”. Quédese tranquilo. Hay una razón por la que los cristianos sufren. Una razón por la que sufren los hijos de Dios, según la Biblia, es que el sufrimiento es un proceso de disciplina, corrección y moldeado.

La Biblia dice: “Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti” (Deuteronomio 8:5). La Biblia dice también: “El Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido” (Proverbios 3:12).

Estos pasajes bíblicos nos dicen que la corrección de la aflicción es un paso en el proceso de nuestro desarrollo pleno y completo. Es un toque de amor de nuestro Padre celestial para mostrarnos que nos hemos apartado de la senda del deber.

El sufrimiento puede ser también un medio de refinación y purificación. Muchas vidas han surgido del horno de la aflicción más hermosas y más útiles. Tal vez nunca habríamos tenido las canciones de Fanny Crosby si no hubiera sido afligido con la ceguera. George Matheson tal vez nunca habría entregado al mundo su canción inmortal “Oh, amor, que no me dejarás” si no hubiera pasado por el horno de la aflicción. El “Aleluya” fue escrito por Handel cuando estaba en la pobreza y paralizado de su lado derecho.

Job, que fue llamado a sufrir como pocos, dijo: “Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro” (Job 23:10).

Su sala de enfermedad puede convertirse en un “gimnasio espiritual” donde su alma es ejercitada y desarrollada. La enfermedad es una de “todas las cosas” que Dios dispone para el bien de quienes lo aman (Romanos 8:28). No la resienta. No se amargue por ella. Si está acostado en la cama de un hospital, comprenda hoy que es el toque de un Padre celestial amoroso, que lo ama tanto que no lo consentirá, sino que hará que todas las cosas sean para el bien último de usted.

Cristo puede quitar el desaliento y el abatimiento de su vida. Puede aligerar su paso, apasionar su corazón y poner propósito en su mente. El optimismo y el buen ánimo son producto de conocer a Cristo.

La Biblia dice: “Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos” (Proverbios 17:22).

Si el corazón ha sido armonizado con Dios a través de la fe en Cristo, entonces rebalsará con un optimismo alegre y con buen ánimo. Pero nunca se librará usted del desaliento y el abatimiento hasta que esté en armonía con Dios. Cristo es la fuente de la felicidad. Es el manantial del gozo.

He aquí el secreto del gozo del cristiano: “Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso” (1 Pedro 1:8).

La respuesta al pecado
La Biblia dice: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). La Biblia indica que todos los problemas del mundo surgen del hecho de que los hombres y las mujeres han quebrantado las leyes de Dios. Hay una penalidad para el quebrantamiento de la ley de Dios, y esa penalidad es la muerte eterna y el destierro de su presencia.

Cristo es la respuesta al problema del pecado. La Biblia dice que “en él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:7).

La Biblia dice, también: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9).

¿Tiene usted una conciencia que está golpeando hoy por el pecado en su vida? ¿Ha tenido esta sensación incómoda de no estar en armonía con Dios? ¿Ha estado el Espíritu Santo convenciéndolo del hecho de que usted ha quebrantado las leyes de Dios y necesita un Salvador?

¿Por qué no abrir la puerta de su corazón para dejar que Cristo entre en su vida? “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

No importa si se encuentra solo, triste, agobiado o si está sufriendo, Cristo es la respuesta. Como explicó mi padre, la raíz de todos nuestros problemas es el pecado, pero, nuevamente, ¡Cristo es la respuesta! Si usted entrega su vida a Cristo, Dios promete perdonar sus pecados y darle una vida nueva. ¿Entregará su vida a Cristo? Puede hacerlo ahora mismo, no importa dónde se encuentre.

Primero, reconozca que es una persona que ha pecado y se ha rebelado contra Dios. Renuncie a sus pecados, confíe en Cristo como su Salvador y sígalo como su Señor. El Espíritu Santo vendrá a vivir en su corazón. Le dará nuevas actitudes, nuevos deseos, nuevos motivos. Usted puede ser una nueva persona en Cristo.


Asociación Billy Graham



A lo largo de las Escrituras encontramos tres amonestaciones para nosotros en cuanto al regreso del Señor: Velar fielmente; Trabajar diligentemente; Esperar apaciblemente.

1. Debemos velar. El Señor dijo en repetidas ocasiones que debemos velar por su venida porque no sabemos el día ni la hora de su regreso (Mt 24.42; 25.13). En Lucas 21.36, Jesús dio esta instrucción específica: «Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre».

Debemos hacer más que orar en tanto que velamos. Debemos estar firmes en la fe, con valentía y fortaleza (1 Co 16.13). Debemos velar sobriamente, armándonos de fe, amor y salvación (1 Ts 5.8). Mientras velamos, debemos mantenernos especialmente alerta a falsos profetas. Hemos de discernir los espíritus y rechazar de plano a todos aquellos que no confiesan que Jesucristo es Dios hecho carne (2 P 2.1; 1 Jn 4.1–2).

Jesús le habló a Juan en una visión y le dio esta gran promesa para aquellos que permanecen vigilantes: «He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela» (Ap 16.15).

2. Debemos trabajar. ¿Por qué Jesús después de salvarnos nos deja aquí en la tierra? ¿Por qué no somos llevados de inmediato a la presencia del Señor apenas nacemos de nuevo? ¡Porque aún nos queda trabajo por hacer!

En primer lugar, Dios nos llama a ganar almas. Hemos de ser los testigos del Señor, hablando acerca del amor de Dios y la muerte expiatoria de Jesucristo. Debemos testificar de lo que Él ha hecho en nuestras propias vidas, tanto con nuestras palabras como por nuestro ejemplo. Mientras quede una sola alma en la tierra que no haya escuchado el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, ¡tenemos trabajo que hacer!...

Continúe leyendo en este enlace: En Contacto



Algunos aspectos de la dinámica conyugal no son lo suficientemente abordados por las parejas, porque los asumen como acuerdos implícitos. Posiblemente les parezca que, por obvios, resulta innecesaria su discusión. Sin embargo, en la práctica, las cosas son muy diferentes, y lo que se daba por descontado, termina por causar importantes lesiones al matrimonio.

Uno de estos asuntos tiene que ver con la construcción del proyecto de vida de la pareja. Importante tema, porque el proyecto de vida conyugal supone un acuerdo esencial para ambos. Desafortunadamente, muchas parejas inician sus vidas sin que tengan conciencia de la importancia de caminar en pos de un proyecto común. Existen muchos casos en donde el proyecto de uno pareciera ser muy distinto al proyecto del otro e, integrar y armonizar ambos destinos, podría convertirse en un esfuerzo infructuoso.

El libro de Génesis señala que “Por eso el hombre deja a su padre y su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en sólo ser”. este precepto bíblico reafirma la importancia de observar el matrimonio como la unión en un solo ser, en un solo proyecto. Sin embargo, esto no significa que con el matrimonio se destruye la riqueza de los aportes individuales. Más bien incorpora esa diversidad en una nueva unidad, conformada por dos personas que se han escogido consciente y libremente en amor.

El matrimonio es, por definición, la construcción de un proyecto de vida común. Pero hay personas que llegan a él pensando en sus intereses, su proyecto personal, sus ideas, sus propuestas y decisiones. Naturalmente esto provoca que el matrimonio se encuentre frente a proyectos bifurcados, lo que podría terminar por distanciar, dividir y hasta destruir la relación de pareja.

En otros casos, uno de los dos pretende imponer su propio proyecto sobre el del otro, lo cual trae consigo dolor y frustración al vínculo matrimonial. No es entonces válido llegar al matrimonio pensando en "mi" proyecto, sino en "nuestro" proyecto, no como "mi" construcción, sino como "nuestra" construcción.

Para lograr esta concepción, es imperativo un diálogo abundante y claro en la pareja. En la construcción de un proyecto de vida común se debe recoger los sueños e ilusiones de ambos. En lugar de ignorar las diferencias que pueden persistir al interior de la pareja, se asumen éstas como características particulares que enriquecen y complementan la vida conyugal, y que se adoptan o resuelven a partir de acuerdos respetuosos.

El matrimonio es una construcción que debe llenar las expectativas y satisfacer las necesidades de ambos. Es un proyecto común, que implica decisiones de equipo en áreas tan relevantes como los hijos, las finanzas y la distribución de responsabilidades en el hogar.

Por otro lado, el proyecto de pareja no concluye con la formación de los hijos… sino que trasciende. Cuando los hijos crecen y dejan el hogar para construir sus propias familias, las parejas deben seguir su camino, porque su proyecto de vida en común también continúa.

- Trabajando juntos
- Qué proyecto tienen cuando los hijos ya se van de casa.
- Pongan atención a su calidad de vida integral.
- No olviden sus relaciones íntimas.
- Fortalezcan la comunicación.
- Constantemente impulsen iniciativas compartidas.
- No descuiden su relación matrimonial

Más allá de los hijos y del transcurso de los años, la pareja debe continuar soñando juntos, ya que su proyecto de vida prosigue. En el matrimonio el proyecto de uno debe ser el proyecto del otro, sin egoísmos ni exclusiones. Es un ejercicio en donde uno no debe sentirse ajeno a las metas del otro, ni en donde sus proyectos queden relegados o anulados en el proceso.

Antes de iniciar la vida de pareja, se debe conversar exhaustivamente sobre lo que para cada uno representa el matrimonio y la construcción de un proyecto de vida común. Es posible que de esta forma se reduzca el riesgo de sorpresas desagradables en la convivencia conyugal.


Enfoque a la Familia



«Buena es la vida cuando la vida es buena», esa era su consigna y su filosofía. Joven, de sólo diecisiete años de edad, buen mozo, atlético, elegante y con los bolsillos siempre llenos de dinero, Andrés Smith se dio el lujo de gastar sin medida en cualquier lugar donde estuviera.

Provisto de una tarjeta de crédito, viajó por toda Europa, siempre rodeado de amigos y amigas. No había club nocturno ni playa popular que no visitara. Hasta que se descubrió la verdad. La tarjeta de crédito que tenía era falsa. Así que condenaron a Andy, como lo llamaban sus amigos, a diez años de cárcel, por fraude, en Londres, Inglaterra.

En realidad, ¿qué califica de buena a la vida? Muchos, al igual que Andy, creen que uno de los factores principales es poseer una buena tarjeta de crédito. ¿Acaso una buena tarjeta no le permite a uno viajar sin dinero en efectivo y darse los mayores gustos sin tener que hacer más que presentar un pequeño rectángulo de plástico? Claro que la tarjeta sólo debe usarse si es genuina, si se tiene el derecho de usarla y si hay fondos para pagar la deuda oportunamente. Porque si no hay con qué saldar la cuenta a tiempo, la tarjeta se presta para convertir en esclava del banco a la persona que la posee.

Todo el mundo sabe que la esclavitud de las deudas monetarias no da lugar a una vida buena sino a una vida intranquila, acosada por los acreedores. En cambio, muchos no saben que las tarjetas que ofrecen garantías de una vida buena no son las de crédito monetario sino las de crédito moral y espiritual. A Dios gracias que hasta para los que nunca se han dado el lujo de poseer una tarjeta de crédito monetario, hay tarjetas de crédito moral y espiritual que están a su alcance. Irónicamente, las que más valor tienen son las que nada tienen que ver con el dinero.

Las tarjetas de crédito moral se adquieren como resultado de la entereza de carácter, a largo plazo. Tal vez la más valiosa sea la integridad, pues no es posible exagerar la importancia que tiene el ser personas dignas de toda confianza. Si no lo somos, tarde o temprano se descubrirá nuestra falsedad o carencia, y perderemos la buena fama y la buena reputación, que el sabio Salomón dijo que valen «más que las muchas riquezas, y más que oro y plata».

A diferencia de las tarjetas de crédito moral, las tarjetas de crédito espiritual no se adquieren por nuestros propios méritos sino por los méritos de Cristo al morir en la cruz por nosotros. Tal vez la más valiosa sea el perdón del pecado. Como nosotros no podíamos saldar por cuenta propia nuestra deuda de pecado, Cristo la pagó con su sacrificio supremo. Ahora no tenemos más que apropiarnos de esa tarjeta de perdón y usarla para pagar esa enorme deuda. Es la única tarjeta que no sólo ofrece garantías de una vida buena sino de una vida sin igual tanto en este mundo como en el venidero.


Carlos Rey 
Un Mensaje a la Conciencia



Libertad o esclavitud ¿Cuál es la marca distintiva del cristianismo? En una generación obsesionada con la libertad, la realización y la autonomía, el voto ha sido dado por adelantado y, la mayoría de las veces por la libertad. Pero la Biblia es perfectamente clara – la esclavitud es el centro de lo que significa ser un verdadero cristiano. Es tiempo de reafirmar esta noción que no se acepta: los verdaderos cristianos son esclavos de Cristo.

Jesús es Señor (1 Cor. 12:3) es el artículo distintivo de la cristiandad y marca la confesión esencial de la fe (Romanos 10:9). Jesús lo proclamó a Sus discípulos, Sus enemigos y Sus indagadores casuales por igual, y Él rehusó suavizar sus consecuencias.  

La expresión “Señor” (kurios) habla de posesión, mientras “Maestro/Señor” (despotes) denota un derecho incuestionable a mandar (Juan 13:13; Judas 4). Ambas palabras describen un dueño con dominio absoluto sobre alguien más. Eso explica la incredulidad de Jesús en la práctica de aquellos quienes le rendían homenaje a Él con sus labios, pero no con sus vidas: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

Doulos frecuentemente describe lo que significa ser un verdadero cristiano: “Asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo [doulos] es de Cristo. Por precio fuisteis comprados” (1 Corintios 7:22-23). Describe la más baja y lamentable unión de esclavitud; servirle no es una opción.

Una Traducción Engañosa
Desafortunadamente, los lectores de la Biblia en inglés por un tiempo largo han sido protegidos de la fuerza total de doulos, debido a la tendencia antigua de traducirlo como “siervo” o “consiervo”. Esta tendencia es lamentable, porque el servicio y la esclavitud no son la misma cosa. “Nadie puede ser esclavo de dos amos” (Mateo 6:24)es más lógico que “Nadie puede servir a dos señores”. Un empleado con dos trabajos sí puede servir a dos señores; pero un esclavo no. La Escritura repetidamente llama a los cristianos “esclavos” (1 Corintios 6:19-20), comprados para Dios (Apocalipsis 5:9). Esta es la misma esencia de lo que significa ser cristiano (Romanos 14:7-9).

Un Concepto Repugnante
La palabra esclavo no solamente tiene connotaciones negativas, pero nuestra generación también está obsesionada con los conceptos de libertad, realización y autonomía. La fe salvadora y el discipulado cristiano han sido reducidos al dicho común de “una relación personal con Cristo”. Es difícil imaginar un cambio más catastrófico de lo que significa ser cristiano. Muchas personas (incluyendo a Judas y Satanás) tuvieron alguna clase de “relación personal” con Jesús durante Su ministerio en este mundo sin someterse a Él como Señor. Pero únicamente Sus verdaderos amigos fueron aquellos quienes hicieron lo que Él dijo (Juan 15:14).

Una Verdad Difícil
La esclavitud a Cristo no es una característica menor o secundaria del discipulado verdadero. Es exactamente como Jesús mismo definió la “relación personal” que Él debe tener con cada creyente genuino (Juan 12:26; 15:20). De hecho, los aspectos fundamentales de la esclavitud son los mismos de la redención. Somos escogidos (Efesios 1:4-5; 1 Pedro 1:2, 2:9); comprados (1 Corintios 6:20; 7:23); hechos de su propiedad (Romanos 14:7-9; 1 Corintios 6:19); sujetos a Su voluntad y control (Hechos 5:29; Filipenses 2:5-8); llamados a rendir cuentas (Romanos 14:12); evaluados (2 Corintios 5:10); y ya sea castigados o recompensados por Él (1 Corintios 3;14; Hebreos 12:5-11). Todos esos son componentes esenciales de la esclavitud.

Una Presentación Divina
Jesús presentó la metáfora del esclavo en el Nuevo Testamento. Él hacía frecuentemente una conexión directa entre la esclavitud y el discipulado (Mateo 10:24-25). Sus palabras reflejan lo que cada discípulo verdadero debe anhelar y escuchar al final de su vida: “‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).

Jesús siempre describió al discipulado verdadero en esos términos, sin esfuerzo de ajustar el mensaje para hacerlo más atractivo a los pecadores de mente mundana. Él nunca silenció lo que costaría seguirlo. Aspirantes a discípulos, quienes trataron de establecer términos diferentes, fueron siempre rechazados (Lucas 9:59-62).

Esclavos que Son Amigos
Posiblemente el pasaje clave del mandato de Jesús para la obediencia implícita, es uno al que se alude en Juan 15:14-15: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.

Aquí, el principio fundamental es la obediencia. Jesús no estaba sugiriendo que Su favor podría ser ganado por medio del servicio. Mas bien, Él estaba diciendo que la obediencia es una prueba singular de que alguien es Su amigo. La obediencia implícita a Sus mandamientos es el fruto natural del amor genuino a Él – la marca que indica una fe auténtica y salvadora.

¿Por qué, entonces, Él dice, “Ya no os llamaré siervos…pero os he llamado amigos”? (v.15) ¿Estará expresamente diciéndoles que su relación con Él ahora era una amistad familiar y personal entre colegas, en vez de una relación entre señor y esclavo gobernada por la autoridad y la sumisión?

En absoluto. Los apóstoles seguían siendo Sus esclavos, porque eso es precisamente lo que eran. Él simplemente dijo que eran Sus amigos y también Sus esclavos. Él explica, “El siervo no sabe lo que hace su señor”. A un esclavo no se le da ninguna explicación o justificación. Pero Jesús no mantuvo ningún secreto con Sus discípulos: “porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer (v. 15). Entonces, ellos eran mucho más que simples esclavos para Él. Ellos también eran sus amigos, cómplices de Sus pensamientos y propósitos (c. 1 Corintios 2:16).

La Esclavitud y la Verdadera Libertad
Entonces, si es entendido correctamente, el evangelio es una invitación a la esclavitud. Por un lado, el evangelio es una proclamación de libertad al cautiverio del pecado y la libertad a las personas que están desechas por la esclavitud del poder del pecado sobre ellas. Por otro lado, es un requisito a una esclavitud completamente diferente: “Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:18; c. 1 Pedro 2:16).

Ambas partes de la ecuación son vitales. Hay una libertad gloriosa en ser esclavos de Cristo (Juan 8:36), pero significa el final de la autonomía humana para el verdadero seguidor de Cristo. En otras palabras, todos sirven a un señor. Todos somos esclavos de una forma u otra (Romanos 6:16-21).

No existe una manera legítima de adaptar el mensaje para hacerlo más atractivo a la gente quien admira a Jesús pero no está preparada para servirle. Jesús no buscó admiradores; Él llamaba a seguidores – no seguidores casuales, llamaba a esclavos. Remover ese espíritu de sumisión, y la clase más profunda de “admiración” por Cristo, es un fraude espiritual que no tiene nada que ver con la verdadera fe.


Gracia a Vosotros



mañana de edificación

 

conversaciones en armonia 16 horas entre hermanos y pastores