Traición, rechazo, condena. Nadie pide ese trato, pero pocos están a salvo de recibir algunas heridas en la vida. Las circunstancias que requieren de perdón no están, por lo general, en nuestros planes. Pero, para obedecer fielmente a Cristo, tenemos que aprender a decir: “Te perdono”. La siguiente “guía” no es exhaustiva. Pero los consejos, las citas y los relatos recogidos aquí proporcionarán orientación en cuanto a la difícil orden del Señor de perdonar, no importa cuál sea la ofensa.
Mientras observaba a mis hijos jugar en un parque cerca de nuestra casa, se desarrolló un curioso drama entre dos mujeres y sus hijos.
Una mujer sostenía la mano de su hijo. La otra, más alterada, agarraba el codo del suyo. Ambos niños estaban con el ceño fruncido, con el mentón hacia fuera y las manos metidas en los bolsillos.
“Él dijo que lo sentía”, dijo la segunda madre. “Ahora dile tú: ‘Te perdono’, y dense la mano”. Ninguno de los dos se miraba a los ojos. Durante el silencio, la frustrada mamá comenzó a amenazar alteradamente a su hijo hasta que éste pronunció una o dos palabras. Aliviada, esta mamá los envió de nuevo al parque, y luego se lamentó con su amiga sobre la dificultad de llegar a los corazones de sus hijos. “Sé que el necesitaba hacerlo”, suspiró, “pero si no lo hizo de corazón, ¿qué sentido tiene?”
Era una pregunta válida. Después de todo, el “te perdono” que dijo su hijo era tan sincero como el “lo siento” de la respuesta del otro. Este incidente me recordó que saber que hay que perdonar no es la parte difícil; perdonar de verdad, sí que lo es. El punto, después de todo, es la reconciliación -la comunión restaurada y la herida sanada- que resulta de la práctica de esta disciplina. Al final, el perdón cambia más a quien perdona que al perdonado.
Esto es así, porque el perdón nos obliga a reconocer nuestra impotencia, y a confiar en la justicia de Dios. El niño que se resistía a perdonar sabía instintivamente que la debilidad no es, por lo general, considerada una virtud. Buscar la venganza nos hace sentir fuertes. Perdonar, por el contrario, reconoce que es posible que no recibamos la “justicia” que pensamos que merecíamos.
El cambio también se debe a que el perdón crea un espacio para la comunión restaurada. Renunciar a nuestro reclamo contra el ofensor nos lleva de la debilidad a la fortaleza, ya que invitamos a la paz del Espíritu Santo a restaurar nuestra relación con Dios y el prójimo. Negar el perdón, en cambio, rompe la comunión no solo con nuestro adversario, sino también con nuestro Padre celestial (Mr 11.25).
Un rato después, mientras mis hijos y yo dejábamos el parque, vi que los niños estaban jugando otra vez. Sonreían y reían como si nada hubiera sucedido. Aunque el proceso no siempre se vuelve tan fácil, el perdonar —y recibir perdón— había hecho un espacio para su amistad.
La mayoría de las personas sufren heridas mucho más profundas que las del caso del parque. Los obstáculos para perdonar serán mucho más grandes, y el costo mucho más alto. Pero el punto sigue siendo el mismo: cuando perdonamos, hacemos posible que una relación se renueve, si no con la persona que perdonamos, entonces con la Persona que nos ha perdonado.
Consejo 1: Perdone y recuerde
Por lo general, ponemos juntas las palabras “perdonar” y “olvidar”, pero para perdonar de verdad, tenemos que recordar. El apóstol Pablo dice que nuestro deber de perdonar a los demás depende de recordar el perdón que recibimos de Dios. “De la manera que Cristo os perdonó”, escribe, “así también hacedlo vosotros” (Col 3.13). No solo debemos recordar que Dios nos perdona, sino también imitar cómo Él lo hace: con misericordia, con generosidad, y por completo.
Podemos sentirnos tentados a mantener un “registro de agravios”, pero el amor impide eso (1 Co 13.5). El mundo incrédulo tiende a alimentar rencores contra quienes nos han causado algún mal, pero como seguidores de Cristo, perdonamos con generosidad sin esperar nada a cambio.
Aplicación: Perdone por completo, haga borrón y cuenta nueva. Perdonar no significa olvidar la ofensa. Después de todo, usted es humano, y no puede olvidar totalmente. Peor aun, pretender que nunca sucedió nada malo, impide que haya sanidad. Cuando recuerde la falta cometida contra usted, véala como una oportunidad para recordar la gracia de Dios para con usted, y por medio de usted para con el ofensor.
Consejo 2: No se limite a decir unas simples palabras
Desde la perspectiva cristiana, el perdón requiere mucho más de nosotros que unas breves palabras. El escritor Thomas Watson dio una respuesta sorprendente a la pregunta: ¿Qué es el perdón? Él escribió: “Perdonamos cuando luchamos contra todo pensamiento de venganza; cuando no pensamos hacer ninguna mala jugada a nuestros enemigos, sino que les deseamos lo mejor, nos afligimos por sus calamidades, oramos por ellos, buscamos la reconciliación con ellos, y nos mostramos listos todo el tiempo para aliviarlos”. En otras palabras, el perdón requiere de una acción misericordiosa interior antes de que podamos llevar a cabo una acción misericordiosa exterior (véase el consejo no. 4).
Gran parte de este trabajo interior puede hacerse sin el conocimiento del ofensor. La frase de Watson “luchar contra”, reconoce lo extenuante que puede llegar a ser el perdón, exigiéndonos que nos opongamos de forma activa y enérgica a la inclinación natural de agredir física o verbalmente a la otra persona, o de retirarle nuestro afecto.
Aplicación: Evite atacar a los demás o apartarse de ellos, y busque oportunidades para celebrar los triunfos de su ofensor. No se alegre cuando esta persona sufra, sino acompáñela en su aflicción. Trate de “aliviar” sinceramente a esa persona, y busque el momento adecuado para la reconciliación. Todo este trabajo del corazón le permitirá a usted, cuando llegue el momento, ofrecer un perdón auténtico.
Consejo 3: Comience con poco
Practique el perdonar a otros por sus pequeñas faltas a lo largo de cada día, tales como que otro conductor se le adelante en el tráfico quitándole su derecho en la vía, o que reciba una ofensa no intencional. Si lo hace, eso transformará poco a poco su corazón con el tiempo, haciendo posible que perdone a otros cuando surjan conflictos más grandes y más serios.
Consejo 4: EVITE guardar Rencor
Podríamos tener la tentación de no hacer caso a la falta cometida contra nosotros, asumiendo la responsabilidad total o parcial. Frases como: “probablemente me lo merecía”, o “tiene que haber sido cosa de los dos”, puede ocultar los sentimientos reales. Este falso proceder parece ser sabio, pero sepultar el dolor planta semillas que producen después un fruto amargo.
Aplicación: Cuando usted reciba un agravio, busque la oportunidad de hacer algo en bien del ofensor. Orar por el ofensor es un buen comienzo. Hacer esta obra de amor y misericordia hará más fácil desarraigar el resentimiento.
Consejo 5: Busque misericordia más que justicia
En nuestra cultura, que aplaude la venganza antes que la misericordia, la idea de la justicia bíblica se les escapa a muchos, incluyendo a los cristianos. Algunas personas utilizan frases como: “el castigo debe ser proporcional al delito”, y concluyen falsamente que la justicia y la misericordia no pueden coexistir. Estas personas ignoran la estrecha conexión que debe haber entre ambas, como lo ilustra la Biblia mediante expresiones de profundo perdón cuando pudo haberse hecho “justicia” mediante la violencia.
Pensemos en José (véase Gn 37, 39–47). Imaginemos su historia contada dentro de las normas culturales de hoy. En vez de perdonar a sus hermanos, José habría ejecutado su largamente esperada venganza por medio de una cruel venganza o de una larga batalla legal. Esto puede sonar ridículo a nuestros oídos, pero las películas y los libros (las “biblias” del mundo de hoy) cuentan historias semejantes todo el tiempo. ¡Cuánto más grande y más conmovedora es la historia del José real! Él prefirió perdonar cuando nadie le habría negado su derecho de vengarse.
Aplicación: ¿No le ofrece su vida oportunidades semejantes para perdonar? Un compañero de trabajo exagera sus logros, y recibe un ascenso que debió haber sido de usted. Alguien traiciona su confianza, y le hace perder a un amigo. Un cónyuge miente, poniendo en peligro el matrimonio y la familia. No importa qué tan problemático pueda ser el caso, deje que Dios le revele la manera de cómo la misericordia y la justicia pueden combinarse.
Consejo 6: perdone a sus enemigos
En la mañana del 2 de octubre de 2006, Charles Roberts entró en una escuela Amish de Nickel Mines, Pensilvania. Un poco más de media hora después, cinco niñas estaban muertas, cinco más heridas, y la paz de la comunidad hecha añicos para siempre.
Sin embargo, el mismo día, mientras que los cuerpos seguían sin enterrar, se escuchó decir a un abuelo Amish a sus parientes jóvenes: “No debemos pensar mal de este hombre”. Roberts se había quitado la vida durante la crisis, y en los días que siguieron, la comunidad trató con misericordia y perdón a su familia, asombrando al mundo por su benignidad.
La respuesta Amish de misericordia y perdón fue extraordinaria por su singularidad en un mundo fascinado por la justicia. Uno de los autores del libro Amish Grace (La misericordia de los Amish), Donald Kraybill, descubrió que la respuesta no era sorprendente sino natural. Dice que el perdón está entretejido en la cultura Amish. Su vida comunitaria exige un espíritu de perdón, y por eso lo practican como un estilo de vida, cultivándolo, como lo requiere la Biblia.
No todas las personas tienen un enemigo, es decir, a alguien que las haya agraviado continuamente, con malicia, sin pensar en el bienestar de ellas. Si usted tiene un enemigo, la obra del perdón comienza con una oración para recordar la gracia de Dios hacia usted. Una de las tareas del Espíritu Santo es “convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16.8). Solo Él puede producir el cambio de corazón necesario para que podamos ver nuestro pecado, reconocer la justicia de Cristo, y ver que el juicio le pertenece a Dios.
Aplicación: La mayoría de nosotros no tenemos enemigos, pero debemos preparar nuestros corazones para el duro trabajo de perdonar. Pídale a Dios que le muestre su propio pecado, y le recuerde su gracia. Y así, el día que sea lastimado, busque a su ofensor y, con la conciencia de sus propias fallas, le pida perdón. Ore por el bienestar de esa persona, no solo para que vea el error que cometió, sino también para que Dios la proteja y prospere. Apresúrese a brindar misericordia, deje la justicia en manos de Dios, y asegúrese de no permitir que el resentimiento halle terreno fértil en usted.
Por: James Cain.
En Contacto
¿Es este el elegido? Hablemos primero (y de manera breve) acerca de la decisión de casarse con una persona en particular. He escrito sobre esto en otras ocasiones, pero aquí expongo un breve repaso:
Primero, observe el proyecto que usted tiene para su vida; más específicamente, ¿qué piensa usted será de este propósito o proyecto si se une a esta persona?, o ¿qué visualiza ahora que el Señor le ha puesto ahí? ¿Podrá, en términos generales, servirle a Dios mejor si están juntos que separados? ¿Será capaz de lograr el propósito (permanecer en su plan original o en uno que usted haya percibido- una visión a través de esta persona) más efectivamente juntos que por separado? Después, considere si siente que puede amar a esta persona sacrificialmente, así como respetarla y apoyarla.
También, ¿qué piensan los demás (aquellos a los que ambos han pedido consejo, bajo el contexto en que su relación ha tomado lugar, amigos o familia) sobre la relación? ¿Les parece sólida? ¿Les parece que la relación es buena para ambos? Como lo escrito anteriormente, esta es (eso espero) una valoración mucho más profunda que simplemente preguntarse ¿soy físicamente atractivo para él o para ella?" o "¿Tenemos química?".
Vamos, andando
Si pasas toda esta búsqueda del alma, podrías decidir (probablemente de forma separada por el momento), que el matrimonio entre ustedes dos es lo correcto ante el Señor. Si esto sucede, el siguiente paso para el chico es ir a través de ese proceso aterrorizante lleno de placer para aprender acerca de diamantes de circonio cúbico, averiguando sobre las especificaciones exactas del anillo que su novia desea por medio de varios actos de espionaje, escogiendo el anillo perfecto con base en una intuición sincera, y agonizar por el planeamiento cuidadoso de la forma de declararse que no llegue a avergonzarlo por completo. Como las mujeres pueden sospechar, este proceso llega de manera natural y fácilmente a todos los hombres. Luego de que la declaración ha sido hecha sin tropiezos y llevada a cabo por el hombre sin inconvenientes de ningún tipo, la mujer dice sí sin dudar, acompañada por sonrisas y lágrimas por doquier. Las reacciones individuales pueden variar.
Bien, felicidades, estás comprometido. ¿Qué haces ahora? Cuando se trata del compromiso, hay un sólo concepto en mente. Es fácil, simple y debe guiarte en cada decisión, en todas las etapas del proceso y hasta que llegues a estar delante de Dios, de la gente y de la persona que los vaya a casar en el gran día. ¿Listo? Este concepto es que Aún no estás casado/a. Ahora, dependiendo de la logística u otras circunstancias, trasfondos culturales, duración de la relación, cosas que otros cristianos te hayan dicho, hay otra forma de decirlo. ¿Listo? No estás casado/a aún. Recuerda esto si no aprendes nada más de este artículo.
Asumiendo esta "regla fundamental del compromiso," veamos algunas formas útiles para crecer en pareja y pasar este momento único.
¿Que hacemos ahora?
Un tema que ocupará la mayor parte de su tiempo de conversación más que antes de haberse comprometido será cómo es posible que no estén casados aún. Aquí hay otras cosas para que piensen al respecto.
Primero, no gasten tiempo importante conversando acerca de cómo será su vida sexual una vez que estén casados. Hablen claramente acerca de los límites en su relación física, y pongan métodos claros en su lugar que les ayuden a adherirse a ellos, pero no gasten el tiempo fantaseando sobre su futura relación sexual. Parece algo de sentido común, pero confíe en mí, se debe decir.
Si cada uno de ustedes siente que debe conversar con alguien de confianza sobre los temores o preocupaciones que usted pueda tener sobre su relación sexual, especialmente durante la propia noche de bodas. No necesitas hablar de esto constantemente como pareja, y tampoco debes hacer un estudio profundo del Cantar de los Cantares con tu prometido/a dos meses antes de la boda.
Esto es importante: No compren el mito secular de que de alguna manera usted es inferior o fracasará como esposo/a si usted no cumple como un experto sexual la noche de su boda. De hecho, lo contrario es lo verdadero. Aprender y crecer juntos en esta forma es una de las muchas cosas maravillosas sobre el matrimonio.
Prepárese para el Matrimonio
Haga buen uso de su compromiso más allá que simplemente prepararse para la boda. Tome algún tiempo para verdaderamente prepararse para el matrimonio también. Reciba consejería para el matrimonio, ya sea de parte del pastor quien tendrá a su cargo el servicio de la boda o de alguna otra persona que sea madura en la fe y en el matrimonio.
Aunque existen un enorme número de libros espectacularmente malos sobre el matrimonio, también hay otros muy buenos. Pida consejos sobre qué literatura puede adquirir. Lea y medite.
Finalmente, converse sobre cosas que usted piense puedan ser fuente de conflicto durante su matrimonio. Un buen consejero matrimonial los forzará a ustedes a hacer esto al tratar de encontrar esas áreas y tanteándolas un poco, pero debe esforzarse de su parte para ponerle atención a esos temas que usted saben existen. Además de trabajar posiblemente en esos temas de manera temprana, el ejercicio mejorará sus destrezas en comunicación. Confíe en mí. Las va a necesitar.
Prepárese para la boda
Desde mi punto de vista, mucho menos de su compromiso debe utilizarse en planear la boda que en preparar su matrimonio, pero obviamente usted pasará algún tiempo conversando sobre esto. He aquí algunas cosas que debe tener en mente mientras lo hace.
Una boda no es ante todo sobre las dos personas que se casan. No es fundamentalmente sobre el día especial de la novia (aunque será sin lugar a duda un día especial para ella), y no es ante todo el rito del novio para pasar a la hombría cristiana (aunque de cierta manera también lo es). El día de la boda es un servicio de alabanza en el cuál dos personas llegan a casarse. De hecho, en siglos anteriores, literalmente era eso. Al final del servicio regular de domingo en la mañana, dos personas que se casaban podían ya fuera caminar hasta el frente de la iglesia o simplemente ponerse de pie donde se encontraban y decir sus votos.
Al igual que planeas la música, la decoración, y otros aspectos del servicio de la boda, ten en mente que en última instancia es un evento de adoración delante de Dios. Yo aconsejo que lo hagas sencillo, y mantenlo lleno de adoración. Demasiadas parejas ponen tremenda energía y estrés, incluso lágrimas, sobre qué tipo de papel pergamino falso deberán usar para los programas de forma que puedan evocar más efectivamente un tema "Mediterráneo". Mientras tanto, están desatendiendo su matrimonio incluso antes de empezar. Una boda simple también le permitirá tener un compromiso de celebración corto, lo que en muchos casos es algo grandioso, por un sin fin de razones.
Mantenga la logística en el asiento de atrás
Al hablar de compromisos a largo plazo, debemos hablar de logística. Si crees que has recibido el llamado para casarte, y crees haber encontrado la persona con la que deseas casarte, entonces cásate. La logística nunca será perfecta. El matrimonio es algo que durará el resto de la vida de uno. Será central y controlará sobre cualquier ministerio que alguno de los dos pueda tener. Ajuste cosas como los estudios, trabajos, dinero, distancia (en otras palabras, logística) para acomodar lo que significa casarse. No ajustes el propósito ni el tiempo del casamiento por un tiempo significativo de acomodo del capricho de la logística o cualquier otra circunstancia terrenal.
En otras palabras, no es sabio, y probablemente en una violación pecaminosa de algunos otros principios que hemos discutido, tener un compromiso de tres años o una relación inapropiada porque la logística para casarse no es perfecta. Si la logística es tan mala (o tan importante para usted) que sienta que no podrá casarse en el futuro cercano, entonces ponga más cuidado si debe mantener una relación.
Responsabilidad
Lo crea o no, la responsabilidad real es probablemente lo más importante de esta etapa. Debe ser frecuente, personal, local y resistente. Tome los pasos para glorificar respetarse a sí mismo y a su cónyuge por todo el camino hacia la boda y más allá.
Su relación de noviazgo y progresión hacia el matrimonio puede verse diferente de algunos de [los elementos] que he escrito aquí. Mantenga en mente tan sólo los elementos esenciales: respeto, cuido del alma de la otra persona por sobre tus propias necesidades, no defraudarse el uno al otro, dirección y sumisión que saldrán a escena y que serán retratadas de una forma santa para que el mundo la vea, relaciones ejecutadas corporativamente y bajo consejería, falta de intimidad emocional inapropiada, sin intimidad física, dejar el matrimonio para el matrimonio, ser diferentes de lo que el mundo es, dándole la gloria a Dios.
Enfoque a la Familia
La selección chilena jugaba el partido decisivo para ir al mundial de Italia. No valía el empate. Tenían que ganarle al Brasil, en el Maracaná.
El ambiente estaba tenso. Más de 130.000 espectadores habían colmado las graderías del inmenso estadio. Cuando se entonó el Himno Nacional de Chile, las rechiflas y los gritos de los aficionados impidieron que se oyera.
Otra vez Brasil al ataque. 17 minutos de juego. Dunga tiene la pelota. Dunga avanza con velocidad. Dunga no levanta la cabeza. Dunga centra la pelota y Careca conecta de cabeza. La pelota con violencia va hacia la portería chilena. Las tribunas se levantan, preparando el grito de gol, que Rojas, con un vuelo espectacular, ahoga. Tiro de esquina.
Dunga al ataque. Cabecea dentro del área chica. Muchos cantan “¡gol!”, pero Rojas está inspirado. Otra magnífica intervención. “El Cóndor” vuelve a volar y saca la pelota al tiro de esquina.
No importaba. Brasil sólo tenía que mantener el empate. Era lo único que necesitaban para ir a Italia.
En las gradas de ese monstruoso estadio se encontraba una empleada de “Light”, la compañía de electricidad de Río de Janeiro. Alguien le había entregado una bolsa de plástico con dos luces de bengala. Durante el primer tiempo, que terminó empatado sin goles, ella se había olvidado de la bolsa. Pero al inicio del segundo tiempo, después del gol de Careca del Brasil, sacó la bengala, leyó las instrucciones, apuntó hacia el cielo y tiró la cuerda.
Silbando, la luz de bengala cayó sobre la cancha, a escasos metros de «El Cóndor». Rojas se llevó las manos a la cara y el juego se interrumpió. Era el minuto 68 con 44 segundos de juego. «El Cóndor» estaba herido, en la grama frente al arco. El humo de la pólvora cubría en una nube de confusión el incidente...
Continúe leyendo en este enlace: Un Mensaje a la Conciencia
El siglo veinte produjo una explosión de información que no se puede comparar en toda la historia de la humanidad – acceso instantáneo a volúmenes de información a un pulsar del ratón de la computadora. Sin embargo, con todo lo que hemos aprendido y con todo lo que se ha escrito, la sabiduría del hombre es todavía incapaz de responder las preguntas espirituales más básicas de la vida: ¿Cómo es que llegamos aquí? ¿A dónde iré cuando muera? ¿Cuál es el significado de la vida?
Una vez leí un libro escrito por una psiquiatra sobre como tratar con la depresión. Una sección titulada “Reprogramando tu mente conciente” llamo mi atención en particular. Su primera sugerencia fue que cada vez que tengas un pensamiento negativo, grita, “¡Cancela!” También recomendó una programación al dormir – tocando una cinta toda la noche con grabaciones de comentarios positivos. Durante el día, de acuerdo al libro, debes escuchar música positiva.
El doctor también pensó que sería útil cultivar un significado de filosofía espiritual. Dice que necesitas un sistema de fe que trabaja bien para ti – cualquiera estaría bien – pero ten cuidado de aquellos que hablan del pecado y la culpabilidad. Su recomendación final fue que buscaras la luz en ti mismo. Desafortunadamente, esa es la mejor sabiduría humana que podemos producir.
La Verdadera sabiduría empieza con Dios
Dios define la sabiduría de esta forma: “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28). Ese versículo describe la fe salvadora – ambos el temer a Dios y apartarse de la maldad empiezan inicialmente en la conversión. Entonces empiezas a ser sabio cuando temas a Dios confiando en Él y arrepintiéndote de tus pecados. Mientras que solo tengas sabiduría humana – o en palabras de Santiago, aquello que es “terrenal, animal, diabólico” (3:15) – no puedes conocer a Dios o la sabiduría verdadera. Sin ese primer paso crítico, no hay relación al Dador de toda sabiduría y entendimiento...
Continúe leyendo en este enlace: Gracia a Vosotros
Gran parte de nuestra preocupación acerca del pecado es lo que complica nuestras vidas, y a menudo nos causa muchos problemas. Queremos ser perdonados y tener nuestra conciencia limpia, pero al permanecer en nuestro pecado, adoptamos la idea de que la gracia y el amor de Dios son incondicionales. La idea, por supuesto, es que es mejor no pecar, pero si lo hacemos, no nos debemos alarmar, solo debemos venir y recibir perdón.
En efecto, lo que estamos diciendo es que podemos hacer lo que deseemos siempre y cuando nos acerquemos a la cruz de Cristo, y digamos que lo sentimos, y así tendremos nuestras conciencias limpias otra vez. En realidad, lo que estaremos haciendo es distorsionar el amor y la gracia de Dios transformándolo en algo barato y peligroso en nuestras vidas.
Hay un viejo dicho que dice: “Es más fácil pedir perdón que pedir permiso". A veces traemos esa misma actitud ante Dios y, a menudo pasamos por alto el hecho de que nuestro pecado está en contra de Dios. La idea de que el amor y la gracia de Dios son totalmente incondicionales no es cierta de acuerdo con las Escrituras. Lo que es cierto es que hay perdón, pero no existe perdón donde no hay genuino arrepentimiento. El arrepentimiento significa literalmente un cambio de mente. Se trata de una actitud preventiva contra el pecado, el arrepentimiento es algo que de antemano hemos escogido. No se trata de algo que sintamos, sino de algo que pensamos.
Una de las cosas más importantes que todos debemos hacer en nuestras vidas es mantener una conciencia limpia. La Escritura nos dice que incluso podemos llegar a vulnerar y destruir nuestras conciencias. Cuando por primara vez hacemos algo que sabemos que está mal, nuestras conciencias gemirán en voz alta para alertarnos; la segunda vez que lo hagamos, el grito de nuestra consciencia no será tan fuerte; la tercera vez, sentiremos que todo sigue igual, y la cuarta o quinta vez, empezaremos a pensar que, después de todo, a Dios eso ni siquiera le importa. Pablo refuta esto de manera categórica. Pablo escribe: “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera!, nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? "(Romanos 6:1-2).
La cruz de Cristo es el medio por el cual somos capaces de vivir una vida pura y piadosa, no sólo en cuanto a Su muerte por nosotros, sino en cuanto a nuestra unión con Él en Su muerte. Cuando estamos verdaderamente arrepentidos, podemos decir como Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). Por supuesto que el hecho de dejar de cometer pecados no constituye una opción para nosotros, pero lo que es maravillosamente cierto es que nuestro pecado murió con Cristo, y Cristo nos da una nueva vida en la que podemos afirmar: “Ahora Cristo es mi fortaleza, mi vida, y el poder en el que yo vivo!".
Soy soltera y joven. Trabajo en una compañía importante y recibo un buen salario, pero en mis frustraciones muchas veces he pensado en el suicidio. Dígame, ¿es pecado mortal pensar en suicidarse?
El Pastor Luis Palau responde:
Los problemas de la vida a veces nos parecen imposibles de resolver. La pobreza, la enfermedad, las tensiones familiares, la traición de amigos, la falta de amor, etc. son amarguras que nos hacen violentos a algunos, pasivos a otros, cínicos, perezosos, apáticos o desesperados al punto del suicidio.
Pero el suicidio es un pecado tan grave como el asesinato. ¿Por qué? Porque la vida es un don de Dios, y nadie tiene derecho a destruir ni su propia vida ni la ajena por mero impulso, pasión, o frustración personal. La Biblia dice:
"Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó" (Génesis capítulo 1). Esa es la dignidad del ser humano. Una dignidad increíble, digamos que a la altura de Dios.
Rechace inmediatamente esta tentación de suicidarse. Satanás quiere destruir su vida espiritual y física. La Biblia afirma que "el ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir" (San Juan capítulo 10). Satanás destruye hogares, corazones, amistades, esperanzas. Pero Jesús agregó:
"Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia" (San Juan capítulo 10).
¿Ya recibió usted a Cristo por la fe en su corazón? Si no lo ha hecho, decídase ya mismo. Si Cristo controla su vida internamente, su vida será abundante y satisfactoria y nunca pensará en el suicidio porque Cristo llena el corazón.
Por eso dice el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas capítulo 5: “El fruto del Espíritu Santo es gozo”. Cuando en el corazón hay gozo, no puede haber frustración que lo impulse a uno a quitarse la vida. Dios quiere utilizar su vida, señorita, para bien de la humanidad y también para la gloria de Dios.
Al servir a otros con el amor que Cristo genera en el corazón, su vida cobrará significado y valor, porque cuando el individuo busca el bien de los demás, inconscientemente también se beneficia a sí mismo.
Con Cristo en su corazón, usted podrá confrontar sin temor a las personas que le han acarreado problemas y frustraciones. Jesús dice en San Marcos capítulo 5: “No temas, cree solamente”.
Deseo recomendarle lo siguiente:
Primero, que reciba a Cristo en su corazón.
Segundo, que dedique media hora diaria para hablar con Dios por medio de la oración.
Tercero, que cada día lea la Biblia, una buena porción de la Palabra de Dios para así empaparse de los pensamientos de Dios.
Cuarto, busque alguna persona madura en Cristo; ábrale su corazón, consulte con ella.
Si vive controlada internamente por Cristo, El quitará de su mente la idea del suicidio y llenará su ser de gozo y esperanza.
Ministerio Evangelístico Luis Palau
Justo antes de que yo saliera a cumplir con uno de mis compromisos de predicación en África, un vecino me preguntó con cierto desdén: “¿Por qué va a África a llevar su religión? Ellos tienen sus propias religiones. ¿Por qué molestarlos con la suya?”. Se sorprendió mucho cuando le aseguré que no vamos a ninguna parte a predicar “religión”.
Nuestro mensaje es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Yo no cruzaría ni la calle –mucho menos, el océano– para lograr que alguien se interesara en la religión; pero estoy dispuesto a ir a cualquier lugar del mundo a predicar el evangelio del Hijo de Dios.
A lo largo de los siglos, ha habido cientos de miles de personas que han tenido la misma dedicación de Pablo, el principal apóstol: “Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24). Hay miles de religiones, pero solo un evangelio.
Pablo dijo: “No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Romanos 1:16).
El evangelio es el poder de Dios que toma a un ladrón y lo convierte en una persona honesta. El evangelio es el poder de Dios que transforma a un asesino en alguien con un corazón lleno de amor. El evangelio es el poder de Dios que toma a un hombre o a una mujer caídos, levanta a esa persona y la hace pura como un ángel. ¡El evangelio de Jesucristo es el poder de Dios que puede cambiarlo a usted!
Después de 2000 años, el evangelio no ha perdido nada de su antiguo poder. Es tanto el poder de Dios para salvación hoy como lo fue cuando se lo predicó por primera vez. Puede vencer todos los obstáculos y romper todas las barreras. El pecado no es obstáculo, ya que aun en los extremos de desesperanza y degradación, el evangelio florece, porque lleva consigo la abundante gracia de Dios.
Dios es tan rico que no vende nada de esto. Aun los más ricos son tan lastimosamente pobres que no podrían comprarlo. Es un regalo gratuito: por fe, por medio de la fe, y nada más.
Siempre el mismo fruto
El evangelio funciona en cualquier lugar, en todo lugar. Ha sido declarado en todos los continentes de la tierra, en todas las condiciones sociales, raciales, culturales y económicas que sea posible imaginar. Siempre funciona y siempre produce el mismo fruto. Despeja las tinieblas, libera de ataduras, libera a los cautivos del pecado e imparte libertad y paz.
Aun entre los cristianos, hay una ignorancia generalizada en cuanto a los ingredientes que componen el evangelio. La Biblia nos advierte sobre quienes “quieren tergiversar el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7). ¿Acaso hay advertencia más severa que las palabras de Gálatas 1:9? “Si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición!”. Dado que este evangelio es el evangelio de la gloria de Dios, la persona que predica “otro evangelio” (es decir, un poco de ley, un poco de gracia, un poco de Cristo, un poco del yo, un poco de fe, un poco de obras) le roba la gloria a Dios y la esperanza al pecador.
No hay nada más importante para conocer y tener en claro en nuestra mente, que el evangelio de Jesucristo. El Nuevo Testamento insiste en que somos salvos por creer el evangelio. Si usted cree el evangelio, será liberado del castigo y el poder del pecado aquí y ahora, y cuando esta breve vida terrenal termine, irá al cielo. Si no cree el evangelio, estará perdido en las tinieblas de afuera. Cualquier cosa que determine nuestro destino eterno, sin duda, merece que la estudiemos con máxima atención.
¿Qué es, entonces, el evangelio de la gracia de Dios? Si la Biblia enseña que somos salvos por creer el evangelio, ¿qué es lo que debemos creer?
Pidámosle la respuesta a Pablo. Él nos señala en 1 Corintios 15:1-4: “Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todoles transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras”.
Una obra en tres días
Usted se dará cuenta enseguida de que el evangelio de la gracia de Dios está compuesto por dos partes: primero, Cristo murió por nuestros pecados; segundo, Cristo resucitó de los muertos. Si usted lee las epístolas de Pablo, verá que su mensaje está centrado en tres cosas: la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo.
Esto está en total armonía con el resto del Nuevo Testamento, ya que debemos recordar que Cristo no vino principalmente a predicar el evangelio (aunque proclamó libertad a los prisioneros), sino más bien, vino para que hubiera un evangelio que predicar. Este evangelio fue ganado y hecho realidad por la obra de Cristo en ese cruel madero.
Él vino del cielo a la tierra con un extraño propósito. Era tan diferente del de todo otro ser humano, que se aferra a la vida y que pasa la vida empeñado en vivir. El Señor Jesús vino con el propósito de morir. Aunque la muerte no tenía derecho alguno sobre Él, nació para morir.
Simón Pedro declaró: “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Todos hemos quebrantado las leyes de Dios y hemos desobedecido abiertamente sus mandamientos, y por ello, todos estamos bajo sentencia de muerte. Pecar contra un Dios infinitamente santo es incurrir en una culpa infinita y exige un sacrificio infinito. Pero el infinito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, murió; y al morir, satisfizo plenamente cualquier reclamo que hubiera en nuestra contra.
La diferencia vital
Si alguien, en nuestro país, fuera sentenciado a muerte por asesinato, y uno de sus amigos fuera ante el juez, diciendo que morirá gustosamente en lugar del condenado, el tribunal se vería obligado a sentenciar que, según nuestras leyes, un hombre no puede morir en lugar de otro.
Pero Dios no está atado por las leyes de los hombres. “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y […] él ofreció su vida en expiación” (Isaías 53:10).
Nosotros, los seres humanos, con nuestras limitaciones de tiempo y espacio, fechamos la muerte del Señor Jesús en el primer siglo de la presente era y la ubicamos en “la colina verde, allá lejos, fuera de los muros de la ciudad”. Pero, en lo que a Dios concierne, es un acontecimiento atemporal.
En realidad, el Señor Jesús fue muerto, en la mente y en el plan de Dios, desde antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Para el ojo de la fe, la muerte de Jesucristo está tan cerca de nosotros como lo estuvo para el ladrón que murió junto a Él.
Pero Pablo no se limitó a declarar la obra de la cruz. El hecho de que el Señor Jesús murió para salvar es una mitad del evangelio; el hecho de que resucitó de los muertos para guardar es la otra mitad. Ambas partes son esenciales en el evangelio completo de la gracia de Dios. Jesús habría sido un Salvador insuficiente si hubiera permanecido muerto. El hecho de que murió y ahora vive en el cielo por nosotros demuestra que Él es un Salvador completamente suficiente.
La diferencia vital entre nuestra fe sobrenatural y todas las religiones naturalistas del mundo es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
El mensaje que nunca falla
Este, pues, es el evangelio. Este es el mensaje que, cuando se lo cree, nunca deja de ser poder de Dios para salvación. No hay casos difíciles o irremediables. Para muchos que están pereciendo en sus pecados, es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios (1 Corintios 1:18).
“Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Esta es la única base sobre la cual un Dios santo y recto puede perdonarle a usted sus pecados y recibirlo para sí. El que fue crucificado, ahora vive en la gloria, en el poder de la resurrección. El Dios todopoderoso lo ha declarado Príncipe y Salvador.
No puedo instarlo lo suficiente a que acepte al Señor Jesús ahora mismo, en la quietud de su corazón; que se aparte de sus pecados y acuda a Él, y lo reciba como su Señor y Salvador.
Recíbalo con sus ojos: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22, RV60). Recíbalo con sus pies: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). Recíbalo con sus manos: “El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17). Recíbalo con sus labios: “Prueben y vean que el Señor es bueno” (Salmos 34:8). Recíbalo con sus oídos: “Escúchenme y vivirán” (Isaías 55:3). Recíbalo con su voluntad: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir” (Josué 24:15). Recíbalo con su corazón: “Confía en el Señor de todo corazón” (Proverbios 3:5).
Si usted lo recibe, Él lo recibirá a usted, y descubrirá que este evangelio, que habla de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo por usted, es poder de Dios para salvación eterna.
En nuestro sector de la sociedad, en donde la afluencia mimada es rampante, a menudo nos vemos sin saber qué regalo comprar para nuestros amigos y seres queridos en ocasiones especiales. Para algunos (especialmente aquellos que “lo tienen todo”), el regalo regular no sirve. Nada en el centro comercial nos llama la atención.
Tengo una sugerencia. Tal vez no parezca costoso, ni suene muy novedoso, pero, créame, resulta siempre. Es uno de esos regalos que tiene gran valor, pero de esos a los que no se les puede poner precio. No hay riesgo de que quien lo reciba, lo pierda, o lo olvide. Tampoco hay problema con tallas. Sirve para toda figura, toda edad, y toda personalidad. El regalo ideal es... usted mismo. No se olvide del valor inusual de la bondad.
Tal como lo oye: dé algo de usted mismo:
Dé una hora de su tiempo a alguien que necesita de usted.
Dé una nota de estímulo a alguien que se siente desanimado.
Dé un abrazo de afirmación a algún familiar.
Dé algo de tiempo a alguien que se siente solo.
Dé una comida a alguien que está enfermo.
Dé una palabra de compasión a alguien que ha sufrido una pérdida.
Dé una segunda oportunidad al caído.
Dé una acción de consideración a alguien a quien a menudo se le deja a un lado.
Dé una respuesta bondadosa al frustrado.
En las palabras de Efesios 4:32, sea amable. Mi hermana Luci parafrasea este versículo: “Simplemente, sé bueno”.
Cubriendo todos los mandamientos de los unos a los otros de la Biblia (¡y hay muchos de ellos!) está la sombrilla de la bondad. La amabilidad entreteje la misericordia y la gracia, la humildad y la gentileza. La bondad da gracia, exige humildad, y pide que pensemos en otros antes que en nosotros mismos.
¿Alguna vez ha notado que la bondad se aprecia más cuando la vida no marcha muy bien? Cuando uno está teniendo “uno de esos días”, la bondad dice esa palabra comedida y nos echa un salvavidas.
¿Quien, sino el cuerpo de Cristo, debe de ser el modelo de bondad en el mundo? Desdichadamente, si le preguntáramos al hombre de la calle cómo describiría al creyente que conoce, me atrevo a decir que bondad no será su primera y ni siquiera su segunda respuesta. Digo que debemos cambiar eso.
La bondad es algo que usted y yo podemos hacer hoy. Una respuesta gentil, ser el primero en perdonar, dar el regalo de tiempo, compasión, y consideración. De maneras ordinarias podemos darnos nosotros mismos, y al hacerlo, modelar el amor agape de Dios. Recuerde 1 Corintios 13:4: “El amor es bondadoso”.
Busque hoy maneras de dar bondad ordinaria, y hallará que en eso no hay nada de ordinario.