“Cuando estableces y tratas de lograr incondicionalmente metas consistentes con tus principios y valores, te conviertes en la persona que fuiste creada para llegar a ser, satisfaciendo y alcanzando tu verdadero propósito”, Tommy Newberry (en "El Éxito no es casualidad").

El fin y principio de año es un tiempo de meditación y de replanteamiento de metas para el nuevo año. Sin embargo, durante al año cuando ya hemos tomado el ritmo de la rutina diaria, nos sumergimos en ella y no tenemos el tiempo suficiente para reflexionar sobre lo que queremos hacer con nuestra vida. El tener algunos días libres, ya sea que nos quedemos en casa, vayamos a la playa o a la montaña, nos permite sacar ese ratito para reflexionar. Pensamos no sólo en lo que hemos hecho en el año que pasó, sino también en lo realizado a lo largo de nuestra vida, y nos replanteamos nuestro futuro.

Después de este proceso de reflexión viene la acción. Queremos cambiar las cosas inmediatamente, queremos alcanzar sueños, queremos cumplir metas. Pero, ¿Cómo lo hacemos? - Desde mi punto de vista, los cambios personales pueden clasificarse en tres tipos:

1) Cambios en el corto plazo con efectos inmediatos.

2) Cambios en el mediano plazo con efectos inmediatos que además pueden perdurar en el tiempo o no.

3) Cambios en el largo plazo (es decir, procesos) que nos permitirán recibir sus frutos en el futuro y para siempre.

- Los cambios en el corto plazo son aquellos generalmente asociados con nuestra imagen o la parte externa. Puede ser cambiarse de “look”, un corte de cabello, un cambio de tinte, cambiar el guardarropa, cambiar de carro, pintar la casa, etc. Estos cambios se pueden ejecutar de forma inmediata y podemos ver los resultados prontamente.

Por ejemplo: Hace unos días fui al salón de belleza; desde el momento que ingresé al salón hasta el momento que salí transcurrieron aproximadamente 2 horas. Pero el cambio en mi apariencia física fue extraordinario. Fue un cambio rápido y con resultados inmediatos. Lo malo es que la belleza externa con la que salí de aquel salón solo me duró como 3 días. En fin, los cambios en el corto plazo son rápidos, nos hacen sentir bien en forma momentánea, pero usualmente su efecto no es tan duradero...

- Los cambios en el mediano plazo son aquellos en donde tenemos que poner un poco más de esfuerzo para lograrlos. Por ejemplo bajar de peso, iniciar una disciplina deportiva, nutricional o cambiar de hábitos. Estos cambios requieren una decisión, un esfuerzo intencionado y acciones permanentes y consecuentes. Los efectos podríamos empezar a verlos en el corto plazo pero su desarrollo pleno durará un poco más en observarse. Por ejemplo, una persona que empieza a ejercitarse después de mucho tiempo de no hacerlo, “sentirá” en forma inmediata el efecto de los ejercicios; ya sea que le duela el cuerpo después de realizar sus primeras sesiones, o bien que el propio inicio de la actividad física le haga sentirse bien emocionalmente.

Pero una buena salud y condición física requerirá de perseverancia a través de los días. Los cambios de mediano plazo podrían perdurar en el tiempo o no, dependiendo de qué tan consistente sea usted con esos cambios logrados. Si usted deja estos procesos “tirados” o no los realiza en forma permanente con el paso de los meses se esfumaran sus resultados. Esto ocurre mucho con las dietas nutricionales o las rutinas de ejercicios, las personas las practican por un tiempo pero luego vuelven a sus hábitos de siempre y entonces los beneficios alcanzados se pierden rápidamente.

- Los cambios en el largo plazo son todas aquellas decisiones firmes que tomamos que implican necesariamente un cambio de “mentalidad”, es decir, que para poder alcanzar estas metas o sueños debo realmente estar convencido de que quiero alcanzarlo y pagar el precio por lograrlo. Usualmente los cambios en el largo plazo se ubican en nuestro ser interior, nacen desde un deseo profundo, se manifiestan en cambios de actitudes y en decisiones de carácter permanente. No se abandonan fácilmente porque se convierten en una “forma de vida” y se adhieren a la persona como parte normal de sus actividades. Los cambios en el largo plazo traen beneficios que se muestran en la parte externa de las personas, pero más en el ser interior y le dan crecimiento y madurez.

Ahora bien, si este nuevo año quiero realmente lograr cambios que perduren en el largo plazo, debería seguir los siguientes pasos o recomendaciones:

1. Busque asesoría o consejería personal con un profesional o experto en el tema que usted desea mejorar. Tratar de llevar adelanto procesos de cambio en compañía es más fácil, e impedirá que usted abandone sus metas por falta de motivación. Otra persona le podrá estar recordando sus compromisos y le animará a seguir adelante.

2. Escriba en un papel (póngalo por escrito, visible) sus metas: defina ¿Qué es lo que quiere hacer o lograr?, ¿Para cuándo debería tener esta meta cumplida?, ¿Cómo lo va a hacer?, ¿Qué necesitará para hacerlo?

Contestar estas preguntas le dará mayor claridad y le ayudará a no olvidar lo que se ha propuesto ni la estrategia que utilizará para alcanzarlo.

3. Hágase un chequeo. En otras palabras, pregúntese ¿Adonde estoy en este momento, en qué estoy bien y qué debo mejorar?. Es bueno saber el punto de partida y además conocer las áreas fuertes y las áreas débiles que necesito mejorar.

4. Adicional a su consejero o asesor busque un grupo de apoyo. La compañía ayudará mucho, sobre todo si se trata de metas que requieren esfuerzo físico o cambio de hábitos importantes.

5.Use elementos motivadores. Por ejemplo, si usted quiere empezar a correr cómprese un buen equipo (ropa deportiva, tennis, etc.) que sea adecuado para la actividad que va a realizar. Esto le ayudará porque tendrá los recursos adecuados y le incentivará a esforzarse más para lograr sus metas.

6. Empiece despacio. No se sobre esfuerce. Si lo hace así quizás se cansara más rápido y abandonará la actividad por cansancio o enfermedad.

7. Póngase metas cuantificables. Es decir, tareas concretas que usted pueda ir midiendo. Siguiendo el ejemplo de la persona que quiere empezar a correr, primero salga a caminar, que las caminatas sean cada vez más vigorosas, luego trote, cuando esté listo inicie corriendo 500 metros, luego 1 kilometro, luego 2 y así sucesivamente. Alcanzar una meta baja le motivará para seguir a otra un poco más alta e ir mejorando cada día un poquito más.

8. Siempre piense en “ir más allá”. Cuando usted haya logrado sus sueños, piense en algo más que le mantenga motivado y expectante.

Y recuerda: “Un poco de ánimo puede desencadenar un gran logro”.


Astrid Marin
Consejera de Enfoque a la Familia

 

 

En ocasiones he tenido el honor de ministrar a oficiales de alto rango en las fuerzas armadas, en la capital de los Estados Unidos de América, y soy un mejor hombre debido a eso. ¿Una mejor manera de decirlo? Estos líderes son modelos de una fuerte dedicación cristiana, frecuentemente poniendo su fe en la raya. Eso no les gana más puntos ante sus superiores, pero con todo ellos se destacan.

Durante una conversación afloró el tema de la pureza moral. Esto condujo a un importante intercambio sobre el carácter. Les pregunté si en sus filas una falta en las cualidades de carácter era muy significativa. De inmediato respondieron: “¡Por supuesto!” Su consagración mutua a la integridad personal me impresionó porque la expresaron de manera espontánea y sincera. Les dije que ellos serían muy buenos pastores.

De repente el grupo se quedó incómodamente en silencio. Uno de ellos finalmente rompió el silencio. Dijo que la conversación tocó un nervio en vivo puesto que la mayoría de oficiales asistían a la misma iglesia... “una iglesia con larga historia de fuerte predicación bíblica, maravilloso compañerismo, y un testimonio saludable en la comunidad hasta que...” 

Se me retorció el estómago. Ni siquiera quise pensar en lo que iba a decir de seguido, aunque pudiera haberlo adivinado. Él continuó: “. . . hasta que nuestro pastor se enredó con una mujer, y ambos dejaron a sus cónyuges e hijos. Ahora viven juntos, y a nosotros se nos ha dejado para que recojamos el destrozo.” Lágrimas, vergüenza y lento menear de las cabezas reveló su aturdimiento y profundo desencanto. Su dolor me pesó fuertemente. Yo también me sentí abochornado.

La iglesia fue un testimonio evangélico paladín en el área metropolitana de la capital, “hasta que . . .” Fue humillante pensar que una norma de alto carácter moral es de primordial importancia entre los oficiales militares, pero dentro de las filas de los ministros, mis colegas, ruge una epidemia de impureza moral. Para complicar el asunto, algunos vuelven al ministerio reclamando perdón y gracia.

En tanto que el perdón es el centro del ministerio orientado a la gracia, una dedicación a la santidad y pureza moral sigue siendo absolutamente vital. Quisiera poder decirlo bien claro. La cuestión fundamental no es la falta de perdón; es el pensamiento defectuoso de muchos creyentes de que el perdón es sinónimo del retorno a todos los derechos y privilegios. Me temo que somos demasiados blandos para hacer a un lado el daño hecho por el pecado. Nos apresuramos al proceso del perdón, reduciendo las consecuencias del pecado.

¿Demasiado fuerte? Pregúnteselo a ese rebaño víctima en la capital del país, y a otra docena de congregaciones que apenas en el mes pasado o algo así, han tenido que recoger los destrozos que dejó un pastor que parecía dulce, y que se rindió a la lujuria de lobo. O pregúnteselo a la engañada esposa del pastor, que debe soportar la humillante odisea sola.

Amigos míos, este no es el momento o tema para escatimar palabras. Concuerdo con Pedro cuando nos insta a hacer todo esfuerzo para añadir bondad a nuestra fe (2 Pedro 1:5). Preste atención para ser fiel, sin que importe en donde usted está sirviendo. Sea en las fuerzas armadas, en el ministerio, en el mercado de trabajo, o en su casa, sea fiel.


Visión para Vivir


 

Esa verdad fundamental del Evangelio es representada en cada escena del pesebre que usted verá esta Navidad. Aunque la Encarnación es culturalmente familiar, es totalmente extraña para los incrédulos.

Tristemente, una actitud de incredulidad de corazón sobre la identidad de Jesús, ha caracterizado a la mayoría de los hombres y las mujeres. Los judíos que se opusieron a Cristo han ilustrado vívidamente esa actitud en más de una ocasión (Juan 5:18; 7:28-30; 10:30-39). Pero esa hostilidad y falta de fe no deben desalentarnos o disuadirnos para aceptar y defender la verdad del nacimiento virginal de Cristo. El apóstol Pablo nos recuerda, "¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso"(Romanos 3:3–4; 10:16; Isaías 53:1). La opinión general, por más popular que sea, rara vez es una fuente confiable de la verdad.

Por lo tanto -sin duda- es el Espíritu Santo quien actuó con un importante propósito dedicando uno de los primeros pasajes del Evangelio de San Mateo, al comienzo del Nuevo Testamento, para establecer inmediatamente la humanidad y deidad de nuestro Señor. Su Encarnación, correctamente entendida, es fundamental para el cristianismo. No podría haber habido ningún trabajo genuino de redención, fuera del hecho que Dios se convirtió en hombre; y por tanto, siendo completamente Dios y completamente hombre, concilió a las personas con Él a través de Su muerte sustitutiva y Su resurrección física. Si Jesús no hubiera sido humano y divino, no habría Evangelio.

Muchos comentaristas escépticos del Nuevo Testamento, reconocerán que Mateo y otros autores de las Escrituras, creían sinceramente y enseñaban que el Espíritu Santo concibió a Jesús sin ayuda de un padre humano. Sin embargo, esos intérpretes restan la validez de las afirmaciones elocuentes de las Escrituras; afirmando inmediatamente que sus escritores eran ingenuos, sin educación y susceptibles a los mitos y supersticiones de la antigüedad. Según los críticos, los escritores del Evangelio simplemente adaptaron a la historia del nacimiento de Jesús algunas de las populares leyendas del nacimiento virginal.

Pero nada podría estar más lejos de la verdad. La crónica de Mateo, por ejemplo, describe la historia, pero esa historia sólo la podía saber y registrar porque Dios la reveló; y lo hizo por intervención milagrosa. Las palabras de Mateo, son muy superiores a la naturaleza inmoral y repugnante de las historias seculares en las que él y los otros escritores supuestamente se inspiraron. Aquí está su narrativa clara y sencilla de la Encarnación:

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mateo 1:18–25).

Mateo afirma el linaje divino de Jesús en ese pasaje, y revela cinco aspectos de Su nacimiento virginal: su primer anuncio, la respuesta de José, la aclaración del Ángel de la misma, su relación con la profecía y su actual acaecimiento.


Gracia a Vosotros



Cuando la vida se pone difícil, autocompadecernos puede ser una tentación muy grande. Pero, afortunadamente, hay una manera mejor, una estrategia probada por el tiempo, para no dejar que las circunstancias le detengan.

Mientras usted lee estas palabras, puedo sospechar que hay circunstancias con las cuales está batallando. Sin duda, asuntos que ocupan sus pensamientos: relaciones que necesitan atención; facturas que debe pagar; sueños, proyectos y metas sin alcanzar. La vida es tan compleja y tan ajetreada, que a veces puede parecer más de lo que uno puede soportar.

Permítame decirle que la verdad es que sus circunstancias son más de lo que usted puede manejar por sí solo, ya sea que se haya percatado de esto, o no. ¿Por qué se lo digo? Porque usted nunca estuvo destinado a vivir al margen del sustentador auxilio de Dios, y es por su sola misericordia que usted es capaz de mantenerse día tras día.

Uno puede pensar que está controlando sus propios asuntos, pero sin la bondad de Dios todos estaríamos totalmente paralizados. Esa es la primera lección. La segunda, es que Dios no quiere que usted pase por esta vida solo. Él quiere relacionarse con usted y ser su Padre amoroso, para ayudarle y guiarle a través de las circunstancias más difíciles. La pregunta es: ¿Está usted dispuesto a permitir que Él lo haga? Muy a menudo decimos que queremos la ayuda del Señor, pero nuestras acciones indican que no estamos dispuestos a renunciar al control y a dejar que Él sea quien tome el mando.

En un momento u otro, todos enfrentamos situaciones poco deseables. En momentos como estos, tenemos dos opciones: vivir bajo nuestras circunstancias y tratar de manejarlas lo mejor posible, o humillarnos y buscar a Dios, permitiendo que Él nos levante. La decisión se reduce a si, en lo más recóndito de nuestro corazón, creemos o no que Él nos sacará adelante.

¿Se identifica usted con esa lucha? El apóstol Pablo debió haber tenido algunas veces la tentación de desanimarse. Por haber sido un hombre que enfrentó grandes dificultades y sufrimientos, se podría argumentar que tenía el derecho a estar molesto con Dios. Palizas repetidas, desprecios y cárceles —uno pensaría que el Señor vendría siempre a rescatar a su apóstol especialmente escogido. Pero no lo hizo. Eso no parece justo, teniendo en cuenta cuán fielmente le había servido Pablo.

Sin embargo, hay algo que necesitamos observar: Pablo no dejó que sus circunstancias dictaran su conducta, moldearan su actitud o controlaran su mente. Estando en la celda de una prisión, escribió estas palabras a los filipenses: “He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil 4.11-13 NVI).

Notemos que Pablo había aprendido a estar contento. No como resultado de circunstancias favorables o por tener un temperamento tranquilo. Su contentamiento se había desarrollado en las adversidades, y era el fruto de su obediencia. Usted y yo podemos aprender a vivir con ese mismo gozo, sin importar lo que venga.

Enfocado en la bondad de Dios
En Filipenses, el apóstol menciona a Cristo o a Jesús numerosas veces, pero habla de su encarcelamiento en apenas unos pocos versículos del primer capítulo. No hay ninguna queja, autocompasión o acusación al Señor. De hecho, la carta está llena de todo lo contrario —de regocijo.

Aunque su vida pendía continuamente de un hilo, Pablo podía regocijarse porque confiaba en los planes de Dios para su futuro. Su lema de vida era: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (1.21). Sabía que la muerte lo llevaría de inmediato a la presencia de Cristo, y que la vida en la Tierra significaría más años de servicio fructífero. En cualquier caso, los planes de Dios para él eran buenos, aunque sus circunstancias no lo fueran. El secreto del contentamiento de Pablo era su firme creencia en la bondad del Señor para con él, el reconocimiento de su autoridad sobre su vida, y la confianza absoluta que tenía en cuanto a la voluntad de Dios.

Desde una perspectiva terrenal, la vida de Pablo podía estar en manos del emperador romano, pero, en realidad, solamente el Señor es el Gobernante soberano en el cielo y en la Tierra (Sal 103.19), lo cual significa que Él controla todo lo que sucede en este mundo. A la mayoría de las personas les resulta difícil creer esta declaración, porque no aceptan que un Dios misericordioso pueda permitir que sucedan cosas malas. Pero cuando se trata de por qué Él permite el mal y las adversidades, es porque tiene propósitos y razones que pueden seguir siendo siempre un misterio para nosotros. Lo que sabemos con certeza es que el Señor es bueno, y que al final su bondad se impondrá (Ro 8.28; Fil 2.13). Puede que no le veamos o sintamos siempre, pero Él está morando dentro de nuestro ser, y actuando en medio de nosotros.

Una oportunidad para servir
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio”, escribió Pablo (Fil 1.12).

Aunque la prisión parecía ser un obstáculo enorme que le impediría al apóstol servir al Señor, esto resultó ser todo lo contrario. Por ser un preso bajo arresto domiciliario, tenía la oportunidad de alquilar las habitaciones de su vivienda. Por tanto, aprovechaba cada oportunidad para hablar de Jesús a quienes lo visitaban. Además, tenía siempre, literalmente, una audiencia cautiva, porque estaba encadenado todo el tiempo a un guardia romano (Hch 28.16, 30, 31). Muy pronto, toda la guardia pretoriana había escuchado hablar de Pablo y de su encarcelamiento por causa de Cristo (Fil 1.13). El mensaje del evangelio había llegado, incluso, al lugar más inesperado —a la casa de César (4.22). Gracias a su arresto, Pablo se hizo visible a un auditorio que no habría tenido de otra manera.

Servir al Señor fielmente en circunstancias difíciles, es un testimonio no solamente para el mundo incrédulo, sino también para los demás cristianos. La prisión de Pablo inspiró a otros creyentes a confiar en Dios y a hablar con valentía su Palabra, sin temor (1.14). Pero hubo un resultado aun más sorprendente. Algunos creyentes, que estaban envidiosos de Pablo, comenzaron a predicar el evangelio por egoísmo, con la esperanza de provocarle angustia. Pero incluso en esto, Pablo vio la bendición de Dios, y se regocija de que, ya fuera por pretexto o por verdad, Cristo estaba siendo proclamado (vv. 15-18).

¿Qué me dice de usted?
¿Dónde pone su mirada en las circunstancias difíciles? ¿Está buscando continuamente una salida? ¿O se inquieta por la situación, hasta que cae en la desesperación? Otra opción es centrarse en sí mismo, regodearse en la autocompasión, o echar la culpa a otros —incluso a Dios.

Si usted está lidiando con situaciones angustiosas, es muy natural que esté inquieto. Pero un hijo de Dios cuenta con el privilegio de tener un enfoque más elevado. Cuando las circunstancias nos parezcan abrumadoras, lo único que tenemos que hacer es fijar los ojos en Cristo (He 12.2), y dejar al cuidado de Él nuestras mentes y nuestros corazones. Si le hemos confiado lo más importante —nuestra salvación eterna—, con toda seguridad podremos confiarle nuestras angustias pasajeras. Es posible vivir con una sensación inquebrantable de ánimo y confianza, en vez de dejarnos llevar y ser derrotados por las tormentas de la vida. El factor decisivo es la confianza.

En medio de sus horribles circunstancias, el corazón de Pablo estaba puesto en el Señor —“conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte” (Fil 3.10 NVI). Ninguna circunstancia negativa podría robarle ese anhelo. Por el contrario, su encarcelamiento estaba produciendo en Pablo lo que él más deseaba: una relación más íntima con Cristo.

La perspectiva correcta en cuanto a las circunstancias en que usted se encuentra, comienza con su manera de pensar. Una mente enfocada en Dios y en su Palabra, ve más allá de las dificultades temporales la mano de Dios en acción. Una vez que su mente esté enfocada en Él, y que su confianza en su soberanía y su bondad sea firme, no tendrá ningún problema para aceptar cualquier situación que Dios permita en su vida. En realidad, el gozo imperturbable solo es posible cuando usted se rinda totalmente a Cristo. Entonces podrá descansar, aunque esté rodeado de calamidades, como lo estuvo Pablo, porque sabrá que el Señor le está sosteniendo en sus manos amorosas, actuando para que todo resulte para bien.


En Contacto



“En el corazón de la Biblia”, en algunos de nuestros versículos favoritos, está la verdad de que Dios quiere que aceptemos el don de la salvación. No basta con creer que Dios es soberano sobre todas las cosas. Esa sería una idea atemorizante si también no creyéramos que el deseo del Dios Todopoderoso es salvarnos, no vernos destruidos.

No basta con saber lo que ocurrió en la cruz. Es posible saber que Dios pagó un precio por nuestra salvación y aun así rechazar el regalo. La Biblia dice que debemos creer en Aquel que murió por nosotros, aceptando por fe el don de salvación, confesando nuestra fe delante de los demás y rindiéndonos a Cristo como Señor.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envío Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él", ­­Juan 3:16-17.

Este pudiera ser uno de los primeros versículos que usted haya memorizado. ¡Qué verdad tan maravillosa! Dios quiere que sepamos que hay una manera de escapar de la perdición. A fin de entender la razón de por qué Dios dio a su Hijo, hay que entender la clase de mundo al que lo envío. Era un mundo donde la gente se perdía. Dios no envío a su Hijo para condenar al mundo, ya que el mundo ya estaba condenado. Él envío a su Hijo para salvar a las personas de la perdición.

Esa palabra “perderse” salta ante nuestra vista. Quiere decir más que morir físicamente. Tiene la connotación de destrucción eterna y castigo divino; en una palabra, el infierno. Jesús habló más del infierno que del cielo. Él habló acerca de un fuego que nunca se apaga, de un lugar donde el gusano nunca muere, donde las personas crujen los dientes, se lamentan y lloran, donde hay absoluta oscuridad. Eso es lo que quiere decir perderse.

Pero de tal manera amó Dios al mundo que envío a su Hijo para que no nos perdiéramos. Podemos tener vida eterna. No es el tipo de vida que tenemos ahora, continuando por siempre. Ninguno de nosotros pudiera soportar eso; sería un tipo de infierno. La vida eterna es un tipo de vida diferente. No es simplemente un cambio en la cantidad de vida, sino en la calidad de vida. Se nos dará el tipo de vida de Dios. Participamos en la dicha de inmortalidad divina, en la mismísima vida que es de Dios mismo. Dios nos da su propia vida que existe eternamente en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos rescata de la perdición y nos da vida eterna.

¿Quién recibe esa vida? Todo el que cree en el Hijo unigénito de Dios. Jesús dice que no echará fuera a quienes acuden a Él (Jn. 6:37). Todo el que crea en él será salvo. ¿Qué significa creer el Él? Eso no quiere decir simplemente creer que una persona llamada Jesús vivió una vez en la historia. Quiere decir creer que Jesucristo es quien dijo que era. Creer en Cristo significa creer en el verdadero Jesús:

El Jesucristo que es Dios encarnado, 
El Jesús que nació de una virgen,
El Jesús que vivió una vida sin pecado,
El Jesús que murió una muerte expiatoria en la cruz,
El Jesucristo que resucitó de los muertos,
El Jesucristo que ascendió al cielo,
El Jesucristo que ahora intercede a la diestra del Padre como nuestro gran sumo sacerdote,
El Jesucristo que ha sido declarado Señor por Dios mismo,
El Jesucristo que vendrá algún día para reunir a los suyos con Él y establecer su reino eterno.

Creer en ese Jesucristo es la única manera de escapar de la perdición. Pablo advirtió que otros pudieran venir predicando a otro Cristo (2 Co. 11:4) y que quienes predicaran otro evangelio debían ser malditos (Gá. 1:8). Pero los que creen en el verdadero Jesucristo no son condenados. Se les rescata de la perdición con el amor de Dios.


Gracia a Vosotros

 

mañana de edificación

 

conversaciones en armonia 16 horas entre hermanos y pastores