La Palabra de Dios nos señala que David fue un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). Un hombre que de acuerdo a lo que el Señor mismo dice: “guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos”. (1ra Reyes 14:8).

Sin embargo este mismo hombre se aprovechó de la mujer de uno de sus mejores súbditos, mintió, engañó y finalmente planeó y llevó a cabo el asesinato de ese fiel servidor suyo llamado Urias Heteo.

La historia que la Biblia nos relata en 2da. Samuel capítulo 11 pone en clara evidencia a que nivel de bajeza moral y espiritual puede llegar el ser humano cuando se suelta de la mano del Señor.

La historia es aún más aleccionadora y la advertencia espiritual que surge de ella es todavía más profunda porque todo esto le sucedió a David a quien la Biblia nos presenta –según acabamos de leer- como a un gran hombre de Dios.

Conmueve pensar que fue durante un periodo de prosperidad en la política exterior del reino y de aparente fervor religioso en el cual David cometió un pecado estremecedor tanto por su atrocidad como por las consecuencias en toda la historia subsiguiente de Israel.


Notas de la caída.
Veamos algunas notas en la caída de David:

1. Ocio: David se había quedado en el palacio mientras el pueblo estaba librando batallas. Allí en un ambiente de comodidad y de ocio estuvo más expuesto a la tentación.

Los cristianos, los siervos de Dios entramos en un terreno de mayor peligro cuando dejamos de ocuparnos de aquellas tareas que Dios nos ha encomendado.

2. Sensualidad: La Palabra nos dice que David al caer la tarde se levantó de su cama y se puso a recorrer con su mirada desde la terraza, en una actitud ociosa y sin un propósito específico, el panorama que rodeaba el palacio real.

Unos ojos (o cualquiera de nuestros sentidos) sin control constituyen un gran peligro espiritual.

Si son nuestros sentidos los que nos gobiernan y no el Espíritu Santo la caída es inminente.

Cabe preguntarnos cómo siervos del Señor: ¿Qué estamos mirando? ¿Estamos permitiendo que nuestros sentidos sean estimulados de maneras que no edifican nuestra vida espiritual?

Esta pregunta es especialmente adecuada en estos tiempos dónde –por ejemplo- la pornografía y la violencia son algo corriente en Internet, en televisión, etc.

Debemos ser controlados y guiados por el Espíritu Santo para que no sean nuestros deseos los que nos arrastren al pecado.

3. Dureza de corazón: Cuando la situación comienza a encerrar a David (ha cometido inmoralidad sexual y la mujer con quien lo ha hecho ha quedado embarazada siendo que su marido había estado ausente por largo tiempo), David en lugar de confesar su pecado se endurece más y más.

La Biblia dice: ¿Quién se endureció contra Él y le fue bien? (Job 9:48)

Así David trata de engañar, de forzar la voluntad de Urias Heteo hasta llegar al punto en que al ver que todos sus planes fallan, trama el asesinato de un hombre inocente.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo es posible que este gran hombre de Dios haya caído de esa manera? Es que el pecado nubla la visión de Dios.

La Biblia dice: “Bienaventurados los de limpio corazón pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8), “Seguid la Paz con todos y la santidad sin la cual ninguno verá al Señor” (Hebreos 12:4).

Ese “ver al Señor” se refiere no sólo a la esperanza de la vida eterna sino a la revelación diaria de la persona y los propósitos del Señor.

El pecado no confesado nubla irremediablemente la visión de Dios y no nos permite escuchar su voz.

La necesidad de la confesión.
Es por eso que debemos confesar cuanto antes el pecado. La confesión sincera y específica es vital para la salud espiritual.

Los caminos errados en este aspecto consisten en procurar ocultar o disimular el pecado, en culpar a otras personas tratando de transferir la culpa o en buscar justificaciones a pesar de que internamente el Espíritu Santo nos está señalando nuestras faltas para que confesemos de una vez y seamos libres.

Muchos de estos escapismos tienen hoy día la forma de complejas explicaciones psicológicas que sin embargo no tienen la capacidad de librarnos de la culpa y la carga del pecado.

Tanto se endureció David que su conciencia se fue acallando. Externamente parecía que el tiempo pasaba y que finalmente “superaría” el problema, hasta el punto que es altamente probable que haya seguido con sus actividades “religiosas”.

Muchas veces nos enteramos acerca de siervos de Dios que han caído en pecados graves, pecados que se mantuvieron ocultos por mucho tiempo mientras ellos llevaban a cabo su “ministerio” sin aparentes problemas.

¿Pero que estaba sucediendo en su interior? El mismo David nos lo detalla:

"Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día.
Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano". (Selah)

Salmo 32: 3 y 4 (Biblia de las Américas).

Al no confesar su pecado David se debilitó físicamente hasta enfermarse. En su alma se sentía sin alegría alguna, sin ningún testimonio ni poder. Al estar lejos de Dios a causa de su pecado, se sentía muerto interiormente.

Spurgeon dice al respecto: “¡Que clase de muerte es el pecado… ¡un fuego en los huesos! En tanto que intentamos cubrir nuestro pecado ruge por dentro … y es causa de gran dolor”.

Esa situación se extendió agobiando a David, empeorando y profundizándose hasta que tomó la decisión de confesar su pecado. Igual que el hijo pródigo resolvió volver a su padre y confesar su transgresión David se presentó al Señor diciendo:

"Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos".

Salmo 51: 1 – 4a (Biblia de las Américas).

La promesa del Señor es que si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1ra Juan 1:9).

Dios promete perdonar siempre y cuando confesemos sincera y abiertamente el pecado sin procurar encubrirlo o justificar nuestra situación. No debemos ocultar nada intencionalmente.

La confesión debe ser –repetimos- sincera: una confesión mecánica sin que nuestro corazón esté puesto en la acción de confesar no tiene ningún valor espiritual.

Además la confesión debe ser específica o sea debemos decirle clara y detalladamente a Dios lo que hemos hecho.

Aunque el Señor conoce todas y cada una de nuestras acciones, el exponer claramente nuestra maldad ante Él trata nuestro corazón y nos confronta con el peligro de estar jugueteando con el pecado.


La confesión de David siguió estos lineamientos:

Dice el Salmo 32: 5: Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones al SEÑOR; y tú perdonaste la culpa de mi pecado.
(BLA).

Asimismo dice la Palabra de Dios en Proverbios 28:13: "El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia".

Una vez que hemos confesado el pecado éste queda perdonado y de ese modo el cristiano queda restaurado.

En muchas oportunidades el pecado cometido ha ocasionado males y consecuencias de diverso tipo (y la historia del pecado del Rey David es muy aleccionadora al respecto).
Dios nos libra del castigo del pecado pero debemos enfrentar inevitablemente sus consecuencias.

Si esas consecuencias incluyen el haber dañado a otras personas, el cristiano arrepentido y restaurado por el Señor debe procurar reparar ese daño en toda forma que esté a su alcance: por ejemplo devolviendo algo que había retenido indebidamente o aún robado o pidiendo perdón cuando hemos pecado de palabra o por acciones contra alguien, etc.

Una vez que hemos confesado y hecho reparación y estamos en paz con Dios y con los hombres debemos creer firmemente en la restauración que Dios efectúa, no dejando que viejos pecados que el Señor ha borrado vuelvan a angustiarnos y hacernos sentir culpables.

¡Disfrutemos el incomparable gozo y la felicidad de la comunión con Dios!.
La confesión sincera tiene un poder libertador y restaurador inigualable en vida del cristiano.

El rey David lo expresa diciendo: "¡Qué felicidad la de aquellos cuya culpa ha sido perdonada! ¡Qué gozo hay cuando los pecados son borrados! ¡Qué alivio tienen los que han confesado sus pecados…!" (Salmo 32: 1 y 2 - Biblia al Día).


Daniel Zuccherino

Asociación Evangelistica Luis Palau



¿Se considera usted una persona libre? Lo más probable es que sea así. Pero, quizás en lo más recóndito de su pensamiento, se hace esta pregunta: ¿Soy realmente libre?

Vivimos en un país que tiene una rica herencia en cuanto a libertad e independencia. Pero muchas personas no están viviendo en libertad; están atadas por cadenas invisibles que les impiden alcanzar su pleno potencial. Estas cadenas están constituidas por ataduras que han sido fundidas y formadas en las llamas del temor.

Una vez que esta devastadora emoción se apodera del corazón de una persona, es difícil romper sus ataduras, pero puede lograrse. Aunque la garra del temor es fuerte, no es más poderosa que el poder de Jesucristo. El Salvador dijo a sus discípulos: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn 8.31, 32).

¿Cómo podemos liberarnos de la esclavitud del temor? Sólo hay una manera, y es a través de la fe en Jesucristo. Pero antes de que lo podamos hacer, debemos llegar a un punto en que reconozcamos que estamos luchando contra un enemigo mortal, y que necesitamos la ayuda de Dios.

¡No tengo miedo!
El niñito dirigió su mirada a los ojos de su madre, y le dijo: "No tengo miedo. ¡Quiero acampar esta noche afuera con mis amigos!" Su madre accedió al pensar en la situación. El niño estaría en un patio cercado, y ella podría oír todo lo que él hiciera, y lo más probable es que estaría pendiente, para asegurarse de que él y sus amigos estarían libres de peligros. Y si llegaban a necesitar algo, podrían fácilmente entrar a la casa.

Esto fue exactamente lo que sucedió. Como a las 2 de la madrugada, escuchó que la puerta de atrás se abrió y luego se cerró. Se levantó, tomó su bata de dormir, y bajó de prisa las escaleras para ver cómo estaba su hijo. Cuando encendió las luces de la cocina, vio a su hijo y a dos de sus mejores amigos teniendo en sus manos los sacos de dormir y una bolsa de galletas de chocolate hechas migajas. Al darse cuenta de su nerviosismo, preguntó: “¿Qué pasó, hijo?”.

“Hay algo afuera”, respondió su hijo. “No sé qué es, pero nos gruñó. Pudimos oírlo en el patio. ¡Tal vez era un perro grande, un zorro furioso, o un oso inmenso!” Tratando de no sonreír al pensar en sus imaginarios enemigos, ella dijo: “¿Por qué, entonces, no se van a dormir al estudio, y en la mañana regresan a la carpa? Les prepararé desayuno cuando se despierten”.

El estado de ánimo del grupo se volvió más alegre de inmediato. Ella no se molestó en mencionar el hecho de que las posibilidades de encontrarse casualmente con un zorro o un oso eran muy pocas, especialmente porque vivían dentro de una ciudad muy poblada.

El temor ataca sin avisar. Nos tienta a creer cosas que no sucederán, o que no pueden suceder, y nos deja sintiéndonos inútiles y sin esperanza. Cada día, somos bombardeados con palabras y mensajes que tienen la capacidad de provocar sentimientos de temor y turbación dentro de nosotros. Póngase a oír las noticias, y lo más probable es que escuche un deprimente informe sobre la economía y otros asuntos que generarán pánico en su corazón.

A menudo, las agencias de noticias transmiten informaciones con el fin de crear una respuesta emocional en quienes las ven y las oyen, o que visitan sus sitios web. Para que más personas vean y oigan sus programas, llegan a ellas con mensajes que producen la mayor respuesta. Por lo tanto, si el fuego del temor funciona, se prende la llama.

Desde una perspectiva terrenal, el futuro podrá parecerle a usted bastante sombrío, especialmente si decide analizar su situación sin tener fe en Jesucristo. La verdad es que, si hace esto, el temor le alcanzará y se apoderará de su corazón, diciéndole que sucederá lo peor, más allá de lo que usted es capaz de imaginar.

Pero no crea en las mentiras del enemigo. Las noticias de todas las noches no pueden darle una imagen completa de la realidad, particularmente desde una perspectiva celestial. La verdad es que nada de lo que el enemigo le susurre estará basado en la realidad de la Palabra de Dios. Aunque estemos enfrentando momentos muy serios en la historia de nuestra nación, no estamos solos. Dios está con nosotros, y Él nunca deja de tener el control.

El apóstol Pablo descubrió esto de una manera extraordinaria cuando atravesaba un período muy difícil en su ministerio. En algún momento, cerca del final de su segundo viaje misionero, estaba acampando fuera de la ciudad de Corinto. Había partido de Atenas para ir a Macedonia, pero allí pasó algo que casi hizo que Pablo diera un traspié en su fe. Los judíos se opusieron a sus enseñanzas, hasta el punto de blasfemar de ellas. Pablo estaba harto de su dura cerviz, y les dijo que ya no iría primeramente a los judíos, sino que predicaría el mensaje de Dios a los gentiles (Hch 18.5, 6).

Pablo enfrentó siempre la oposición de los líderes judíos. En varias ocasiones, su vida fue amenazada. Estaba cansado, y probablemente se sentía solo y agotado emocionalmente —vulnerable al destructivo temor. Una noche, mientras se estaba quedando dormido, el Espíritu de Dios le habló, diciéndole: “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hch 18.9, 10).

Aquí lo vemos: uno de los más grandes apóstoles que han vivido, está luchando contra el temor. Pero en los versículos que siguen, no se menciona de nuevo. ¿Por qué razón? Porque Pablo cambió su enfoque. Se enfrentó cara a cara con la realidad de su temor, y decidió abandonarlo. ¿Fue esto algo que él pudo hacer solo? ¡Desde luego que no! No había manera de que él pudiera dejar la ansiedad que sentía, sin la seguridad que encontró en Jesucristo. Una vez que el Espíritu de Dios habló a su corazón, el asunto quedó resuelto, y Pablo supo que había sólo una cosa que hacer: terminar de hacer el trabajo que le había sido encomendado.

El enemigo utiliza muchas cosas en su empeño por desviar nuestra atención y evitar que alcancemos nuestro máximo potencial. El temor es una de sus mejores armas. Por lo general, lo acompaña con palabras de desánimo y acusación: “No eres capaz de hacer eso”; “no has sido capacitado”; “¿qué pensará de ti la gente si fracasas?”.

En el caso de Pablo, Satanás quería atemorizarlo porque sabía que el éxito del apóstol lo llevaría a una completa derrota. La fiel promesa del Señor, dada en el momento preciso, fue todo el aliento que Pablo necesitaba para seguir predicando la verdad del evangelio.

Los pasos correctos para vencer el temor
Si usted quiere vencer el temor, el primer paso que debe dar es el paso de la confesión. Debe confesar y admitir su ansiedad: “Señor, siento temor, y no sé qué hacer. Te ruego que me digas cómo puedo seguir adelante a partir de este punto”. Después, pídale a Dios que le permita vencer su temor. Cuanto más entienda usted su relación con Dios, más íntimamente se relacionará con Él. Su fe aumentará, y comenzará a notar las muchas maneras en que el Señor está actuando en su vida y en sus circunstancias.

Antes de su muerte, Pablo escribió una interesante palabra de instrucción a Timoteo. Le recordó a su joven protegido: “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti 1.7). El temor no se ajusta a lo que somos como creyentes. Éste normalmente surge cuando respondemos de manera equivocada a las pruebas y a las frustraciones. Dios quiere que usted sea un vencedor; que no esté arrinconado ni atormentado por el temor.

Permita que Dios quite el temor de su vida. Él podrá elegir hacer esto poniéndole en una situación amedrentadora que sentirá que no puede controlar. Pero usted no tiene que angustiarse, porque Aquel que ha prometido que nunca le abandonará, está sosteniendo su vida con su mano omnipotente.

Después que usted haya dado sus preocupaciones a Dios, medite en su Palabra. David estaba consciente del poder que había a su disposición por las promesas personales de Dios, y por eso escribió: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos… ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón” (Sal 27.1-3) Si usted quiere que su confianza se mantenga fuerte, debe estudiar la Biblia, poner en práctica los preceptos de Dios para su vida, y caminar con Él cada día por fe. Si usted atesora la Palabra de Dios en su corazón, tendrá la luz de su verdad para guiarle hasta la eternidad.

 

Charles F. Stanley
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En 1874, un ministro bautista llamado Robert Lowry escribió uno de los himnos más conmovedores que exalta la resurrección de Jesucristo, "La Tumba le Encerró." Observe cómo estos versos contrastan la impotencia de la muerte y el sufrimiento con el poder de la resurrección de Cristo:

La tumba le encerró, Cristo mi Cristo;
El alba allí esperó, Cristo el Señor.

De guardas escapó, Cristo mi Cristo,
El sello destruyó Cristo el Señor.

La muerte dominó, Cristo mi Cristo,
Y su poder venció, Cristo el Señor.

La muerte, el enemigo más temido del hombre, no tiene poder para reinar sobre el Señor de la vida. Y esa verdad tiene importancia para usted y para mí, aquí y ahora, en el siglo XXI. Se puede ver en la parte más conmovedora y emocionante del himno de Lowry, el estribillo que señala cada estrofa:

De sepulcro y muerte Cristo es vencedor,
Vive para siempre nuestro Salvador,
¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!
El Señor resucitó.

¿Ve usted en esas líneas lo que significa la resurrección de Jesús para usted? Si usted es un cristiano, puede regocijarse en el hecho de que Cristo resucitó de entre los muertos como un vencedor, un triunfador que vive para siempre para reinar "con Sus santos." Esto se refiere a la promesa sobre la base de nuestro bautismo en la muerte y resurrección de Cristo - es nuestra esperanza y la razón y fundamento de todo lo que creemos.

Pero ¿y si no hubiese resurrección? ¿Qué pasa si la resurrección de Jesucristo es sólo un mito del siglo I para ser ignorado o marginado como un tema secundario? Las implicaciones de este enfoque son devastadoras para el cristianismo.

Quiero llamar su atención sobre lo que Pablo escribió en 1 Corintios 15:16-19 para que pueda ver lo que sucede cuando se olvida de la resurrección:

"Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres".

Sin lugar a dudas, si Jesús está todavía en la tumba, si Él es perpetuamente la víctima y no el vencedor, entonces usted y yo estamos irremediablemente perdidos. Y aunque ese no es el caso, me quiero centrar en el hipotético "y si" que Pablo asume temporalmente en 1 Corintios 15. "¿Qué pasa si la resurrección es un mito? ¿Y si Jesucristo todavía está muerto y en la tumba?"

En primer lugar, usted estaría todavía en sus pecados, bajo la tiranía de la muerte junto con el más vil e incrédulo de los paganos. Si Jesús no resucitó de entre los muertos, entonces el pecado ganó la victoria sobre Él y sigue siendo victorioso sobre usted también. Si Jesús permaneció en la tumba, luego, cuando usted se muera, también permanecería muerto. Además, puesto que "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23), si usted permaneciera muerto, su futuro sería la muerte y el castigo eterno.

El propósito de confiar en Cristo es para el perdón de los pecados, porque es del pecado que necesitamos ser salvados. "Cristo murió por nuestros pecados" y "fue sepultado, y... resucitó al tercer día" (1 Corintios 15:3-4). Si Cristo no resucitó, Su muerte fue en vano, su fe en Él no tendría sentido y sus pecados aún se contarán en su contra sin la esperanza de vida espiritual.

En segundo lugar, si no hay resurrección, entonces "también los que durmieron en Cristo perecieron." Eso significa que todos los santos del Antiguo Testamento, todos los santos del Nuevo Testamento y todos los santos desde que Pablo escribió estarían sufriendo en tormento en este mismo momento. Eso incluiría al propio Pablo, el resto de los apóstoles, Agustín, Lutero, Calvino, Wesley, Moody y los santos y fieles en oración que conoce - todos los demás creyentes de todos los tiempos también estarían en el infierno. Su fe habría sido en vano, no habrían sido perdonados sus pecados y su destino sería la condenación.

A la luz de las otras consecuencias, la última es bastante obvia. "Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres." Sin la resurrección de Cristo y la salvación y las bendiciones que Él trae, el cristianismo sería inútil y lamentable. Sin la resurrección no tendríamos Salvador, ni perdón, ni Evangelio, la fe no tendría sentido, ni vida y nunca podríamos tener esperanza en ninguna de esas cosas.

Haber esperado en Cristo solamente en esta vida sería enseñar, predicar, sufrir, sacrificarse y trabajar todo a cambio de nada. Si Cristo todavía está muerto, entonces Él no sólo no tiene la capacidad de salvarlo en el futuro, tampoco puede ayudarlo ahora. Si él no estuviera vivo, ¿dónde estaría la fuente de su paz, alegría o satisfacción ahora? La vida cristiana sería una burla, una farsa, una broma trágica y cruel. Los cristianos que sufren e incluso mueren por la fe serían igual de ciegos y patéticos que esos "creyentes" que siguieron a Jim Jones y el Templo del Pueblo, David Koresh y los davidianos y Marshall Applewhite y el culto a la puerta del cielo.

Puesto que un cristiano no tiene otro salvador que Cristo, otro redentor que Cristo y otro Señor que Cristo, si Cristo no resucitó, él no está vivo; y nuestra vida cristiana está muerta. Nosotros no tendríamos nada para justificar nuestra fe, nuestro estudio de la Biblia, nuestra predicación y testimonio, nuestro servicio para Él o nuestra adoración a Él y nada para justificar nuestra esperanza en esta vida o en la próxima. Nos mereceríamos nada más que la compasión reservada para los tontos.

Sin embargo, Dios "levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación." (Romanos 4:24-25). Porque Cristo vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19). "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con Su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados."(Hechos 5:30-31).

NO somos dignos de lástima, porque Pablo termina inmediatamente la aterradora sección "y si", diciendo: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."(1 Corintios 15:20). Como dijo Pablo al final de su vida: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día." (2 Timoteo 1:12).

Los que no esperan únicamente en Cristo para la salvación son los verdaderos tontos; ellos son los que necesitan escuchar su testimonio piadoso sobre el triunfo de la resurrección de Cristo. Así que no se olvide de la resurrección; regocíjese en ella y gloríese en ella, porque Él ha resucitado.

John MacArthur
Gracia a Vosotros 



Era un caso de vida o muerte, y había que actuar rápido. Sino, el pequeño animal moriría. Así que Paul La Fonte, francés de treinta y siete años de edad y amante de los animales, procedió a hacer la resucitación boca a boca.

Pero el animal moribundo no era un cariñoso gatito. Era una pequeña cobra recién traída de la India. Había sido pisada por un automóvil al sacarla de la jaula, y por no dejarla morir, Paul sopló aliento en los pulmones del ofidio.

La cobra revivió, y lo primero que hizo fue clavar sus colmillos en los labios de su salvador. Los diarios de Avignon, Francia, al comentar el caso, concluyeron: «El beso francés entraña peligros, pero el de este hombre fue el más mortal de todos.»

Este no ha sido el único caso de un beso mortal. En los novelones que se publicaban a principios de siglo era común que dos amantes decepcionados se suicidaran mutuamente bebiendo el mismo veneno, tomándolo el uno de la boca del otro.

Hay otros besos que así mismo hieren, estropean, golpean y matan; por ejemplo, los que empinan la botella de licor porque ya ni los grandes vasos los satisfacen, y sorben con avidez trago tras trago. Ese beso que le dan a la botella resulta ser, para muchos de ellos, un beso mortal.

Los pequeños que, por seguir el ejemplo de los grandes, consiguen un cigarrillo de marihuana y se lo pasan el uno al otro, están también causándose la muerte con el beso que dan en la maldita aspirada.

Lo mismo ocurre con los que se inyectan una jeringa hipodérmica. El beso fatal que se dan con la aguja, no con los labios pero sí con las venas, no sólo los deja endrogados, sino que por la transmisión tan frecuente del virus del SIDA también les resulta ser un beso mortal.

El que besa la boca de la mujer ajena está también dando un beso de muerte. El adulterio es la muerte del matrimonio. Podrá parecer dulce en el momento, pero es un beso mortal.

Las ambiciones deshonestas, así como las pasiones desenfrenadas, son fuego y son veneno. Ceder a ellas es ceder a un beso mortal.

¿Cómo podemos evitar ser víctimas de esta clase de beso mortal? Haciendo de Jesucristo, y de sus leyes morales, el patrón de nuestra vida. Es que si Cristo es nuestro Salvador, si Él es nuestro Señor, si Él es quien motiva todas nuestras acciones, nos veremos entonces libres de toda mala consecuencia. Permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. Él nos salvará de todo beso mortal.



Un Mensaje a la Conciencia



Sólo cuatro capítulos en la Biblia no hacen alusión al pecado y sus peligros, los dos primeros capítulos y los dos últimos. Desde que Adán y Eva descubrieron que estaban desnudos en el Jardín del Edén, el pecado ha sido el común denominador más bajo de la raza humana.

El apóstol Juan lo explica claramente: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8). El pecado más grave es pretender que no tenemos pecado. Ninguno de nosotros está exento de la posibilidad de pecar. Hasta que algún día en gloria disfrutemos del Arbol de la Vida, debemos admitir nuestra vulnerabilidad.

El reformador británico Wilberforce manifestó: "No hay caminos cortos para llegar a la santidad. Debe ser la ocupación de toda nuestra vida". No podemos ser santos a las apuradas.

Un escritor a quien aprecio mucho declara: "Si usted dice que hay pecados que nunca podrían alcanzarlo, está por resbalarse con una cáscara de banana espiritual". El hecho de creernos invencibles en cierta área no es una seguridad a toda prueba.

Usted y yo hemos oído acerca de líderes y laicos cristianos que "de repente" caen en pecado. Todo parece ir de maravillas, y de un día para otro dejan a la esposa por otra mujer... intentan suicidase... se hacen alcohólicos.

¿Cómo puede ocurrir? Sucede que la caída en la vida cristiana rara vez es un colapso repentino; por lo general es un proceso gradual.

Cada vez que perdemos de vista quién es Dios, nuestra vida espiritual pierde fuerza y está en peligro de caída. El pecado es la declaración de independencia del hombre. El primer paso para alejarse de Dios es dejar de apreciar quién es Dios y dejar de agradecerle por su persona y su obra en nuestras vidas.

La ingratitud y otras formas de desobediencia -ya sea en hecho, pensamiento o deseo- producen ciertos resultados. Cuando pecamos, contristamos al Espíritu Santo, Satanás gana terreno, perdemos nuestro gozo en Cristo, nos vamos alejando y separando de Dios y de otras personas, nos convertimos en piedras de tropiezo a hermanos más débiles, y causamos pena y dolor inimaginables.

Haga un inventario espiritual de su vida. Piense: ¿Quién es Dios para mí? ¿Cómo es mi relación con El? ¿Cuán a menudo le doy gracias? Medite en pasajes tales como el Salmo 34, Salmo 63:1-8 y 1 Tesalonicenses 5:16-24. Encuentre maneras prácticas de aplicar estos pasajes en su propia vida.

Lo más importante en cuanto a usted es lo que viene a su mente cuando piensa en Dios. Lo que viene a sus labios durante el día indica si usted ve y aprecia Su soberanía, Su gracia y otros atributos de la divinidad.

¿Está Dios hablando a su corazón? ¿Cómo es su relación con El? Confiese sus pecados a Dios y (como lo hizo Pablo) decida que por el poder de Dios vivirá una vida cristiana victoriosa (1 Corintios 9:24-27; Gálatas 2:20). Hable de las maravillas del Señor que usted ama, y obedézcale con fidelidad. La caída en la vida cristiana no tiene por qué suceder; no es inevitable. Cristo vive en su corazón, y ésa es la mejor garantía de protección que tiene el cristiano. Recuérdelo, y viva de acuerdo a esa verdad.


Luis Palau



Podemos sembrar semillas destinadas a satisfacer y complacer la carne y ciertamente cosecharemos las consecuencias – destrucción. O podemos sembrar semillas destinadas a satisfacer y agradar al Espíritu y también cosecharemos sus consecuencias – disfrutaremos una mejor y nueva calidad de vida, que es la vida eterna de Dios en nosotros.

Si el pecado nos asedia en áreas esenciales de nuestra vida, rara vez será porque haya aparecido de repente y nos haya tomado por sorpresa. Mucho antes que los acontecimientos visibles ocurran, habremos estado sembrando semillas que a su tiempo germinaron y dieron fruto. Cuando un cristiano reconocido y renombrado ha caído en pecado, como lamentablemente han sucedido, quizás nos sintamos conmovidos, sin embargo, debemos entender claramente que la caída no tuvo lugar de la noche a la mañana. Mucho antes que la caída ocurriera, las semillas que habían sido sembradas en sus mentes, germinaron, y en el curso del tiempo cobraron vida y produjeron sus inevitables frutos.

Cuando Pablo habla en el libro de Gálatas acerca de destrucción como consecuencia de sembrar para la carne, él no se refiere a la condenación eterna, ya que él se estaba dirigiendo a personas habitadas por el Espíritu Santo y selladas por Su presencia, es decir, personas que ya eran parte del pueblo de Dios. Pablo les habla de esta misma destrucción en su carta a los Corintios; usando una metáfora diferente, les habla de la necesidad de construir un edificio sobre el fundamento de Jesucristo.

Él escribe: “Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego” (1 Corintios 3:12-15).

Esta destrucción implica “pasar por las llamas del fuego”, pero con las manos vacías. Sembrar semillas puramente orientadas de manera humanística y separadas de Dios, es sembrar cosas que pueden agradar la carne en el corto plazo, pero no llevarán a una dimensión o calidad eterna. Por el contrario, esas semillas activamente nos robarán los beneficios eternos almacenados para el Día del Juicio.

El hecho de enterrar o esconder las semillas del pecado, no resuelve o soluciona el pecado. ¡Las semillas están diseñadas para ser sembradas! Es así como brotan a la vida, crecen y se reproducen. La única manera como el pecado abandona nuestros cuerpos es a través de nuestra boca. 1 Juan 1-9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.


Vive la Verdad



Recibí la llamada una fría tarde de febrero. Mi padre dijo: “Hijo, pienso que tu madre se ha ido.” La noticia me tomó completamente por sorpresa. “¿Se ha ido? ¿Quieres decir que ha muerto?” pregunté. “Sí, pienso que ha muerto.”

Corrí al departamento de mis padres en Dallas. Mi hermana había llegado antes que yo y estaba hablando con mi padre cuando llegué. Mi madre estaba inmóvil en el sofá donde se había acostado para tomar una siesta y, en algún momento mientras dormía, exhaló su último suspiro.

Eso fue en 1971. Ella tenía sólo 63 años. No estoy seguro de qué fue lo más difícil; perder a mi madre tan repentinamente o ver a mi padre morir lentamente los siguientes nueve años. Pienso que fue esto último. Él vino a vivir con nosotros durante ese tiempo, así que aprendí mucho en cuanto a la aflicción; cuán necesario es para sanar, y sin embargo cuán fácilmente puede convertirse en su propia muerte lenta.

Estoy convencido de que nadie se recupera por completo de una pérdida sin permitirse sentir y expresar su aflicción por completo. Sin embargo la aflicción de una persona no es la de otra. He visto a algunos pasar más allá de una pérdida significante en cuestión de semanas, en tanto que otros requieren muchos, muchos meses. El tiempo que dura la recuperación de una persona no dice nada en cuanto a su espiritualidad. El proceso de duelo es tan individual y único como una huella dactilar. Quiero ser claro en eso antes de que usted siga leyendo.

En tanto que afligirse es parte de nuestro proceso integral para sanar, también es posible que una persona cultive y alimente su aflicción, al punto de mantenerla viva como si fuera su mascota. Con el tiempo, aquel individuo puede perder la perspectiva, descorazonarse, y de muchas maneras, morirse antes de morirse.

Mi madre era la chispa de la vida de mi padre. Ella inspiraba la diversión, la creatividad, y la risa y nuestra casa. Ella nos introdujo a la música grandiosa y nos animó a tocar instrumentos y a cantar. Si mi padre tenía alguna alegría o deleite en la vida, la mayor parte vino de ella. Así que cuando mi madre murió primero, era como si se hubieran apagado la luz de su vida. Él no tenía pasatiempos, muy pocos amigos, y ningún interés aparte de ver televisión. Nunca leyó mucho. Su mundo se reducía al estrecho radio de habitaciones en nuestra casa, preferiblemente con las cortinas bajadas y la puerta cerrada. Sin embargo, no le permitimos que se quedara así. Como familia hicimos lo mejor que pudimos para ayudarle a hallar vida después de la muerte de mi madre, pero nada pareció reemplazar la chispa de ella.

Abrazar la tristeza es necesario para que haya sanidad. Igualmente importante es la decisión de poner fin a la aflicción. Nadie puede apurar el proceso de afligirse, pero es vital que entremos en el mismo con la determinación de que un día debe acabarse. Por eso debemos buscar maneras específicas para asegurarnos de que el proceso de sanar no se demora más de lo necesario.

Habiendo enfrentado mi propia porción de tragedia y aflicción con el correr de los años, he hallado dos perspectivas útiles. Una es mirar al pasado, y la otra es mirar al futuro; en otras palabras, una reflexión saludable en el dolor y una expectativa deliberada de la esperanza que con certeza vendrá. Hallo que llevar un diario es el mejor lugar para hacer eso. De hecho, es tan eficaz que muchos consejeros en la aflicción les recetan a sus clientes llevar un diario.

Miro hacia atrás al leer los diarios que he llevado con el correr de los años. Esto a menudo me ayuda a ver un patrón consistente de la fidelidad de Dios en pruebas antiguas, lo que me da confianza de que cualquier nueva lucha que enfrento puede ser igual de difícil e igual de temporal. Como resultado, me hallo soportando el dolor con mucho menos temor. Llevar un diario me ha equipado para afligirme por las inevitables rupturas de corazón que vienen, grandes y pequeñas, sin volver a abrir las heridas.

Miro hacia adelante al tomar decisiones —resoluciones, si quiere decirlo— en cuanto a cómo voy usar mi prueba actual en el ministerio futuro. Viktor Frankl hizo esto durante su lucha para sobrevivir los horrores en un campamento nazi de muerte. Se imaginaba cómo su odisea pudiera ser útil al ejercer y enseñar psicología después de la guerra, aunque no tenía ninguna razón para esperar que sobreviviera.

Me disgustó el estado de los asuntos que me obligaban, a diario y hora tras hora, a pensar sólo en cosas tan triviales. Obligué a mis pensamientos a pasar a otro tema. De repente me vi de pie en la plataforma de un aula bien iluminada, abrigada y agradable. Frente a mi estaba sentado un público en asientos tapizados cómodos. ¡Yo estaba dando una conferencia sobre la psicología del campamento de concentración! Todo lo que me oprimía en ese momento se volvió objetivo, visto y descrito desde el remoto punto de vista de la ciencia. Por este método triunfé de alguna manera para elevarme por encima de la situación, por encima de los sufrimientos del momento, y observarlos como si ya fueran pasado. . . . El prisionero que había perdido fe en el futuro —su futuro— estaba condenado.1

La determinación de usar las luchas actuales para un mejor futuro me da un sentido de dominio sobre las circunstancias que de otra manera se volverían opresivas. Pablo echó mano fuertemente de la experiencia personal al afirmar que, debido al Espíritu Santo, ninguna prueba jamás lo doblegaría.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:3-5).

He hallado que la determinación de actuar en la oscuridad de hoy me ayuda a apropiadamente en la esperanza que las Escrituras prometen conforme avanzo hacia un mañana más brillante.

Los que están atravesando una tragedia a menudo necesitan ayuda para avanzar más allá del dolor. Tal vez no tengan la capacidad de ver la esperanza más allá de la herida. A menudo necesitan la perspectiva saludable de un ser querido. Tal vez necesiten que alguien les haga recordar las ocasiones pasadas cuando Dios demostró su fidelidad. Es más, tal vez tengan que depender de la imaginación de otros a fin de concebir un futuro más allá de su dolor. Muchos que están sufriendo tal vez no consideren procesar sus pensamientos en un diario durante el proceso de sanar sin que alguien estimule su corazón.

Pregúntese:

    ¿Hay alguien que conozco que tal vez esté llevando una carga gigantesca de aflicción sobre sus hombros?
    ¿Hay alguien que está llegando a un hito o a una transición significativa en la vida y que pudiera utilizar mi ayuda para adquirir una perspectiva saludable?
    ¿Quién pudiera estar en el umbral de un futuro muy retador?

Tal vez este amigo o ser querido no ha pensado en detenerse y marcar el momento. Con un vistazo al pasado y una mirada realista al futuro, tal vez usted puede ayudarle a ver la esperanza más allá de su dolor presente. Pudiera ser el mejor regalo que él o ella reciben todo el año.

Visión para Vivir



Cuántas veces se ha sorprendido al escuchar a sus hijos hablar de sexualidad como si fueran autoridad en el tema, haciéndole sentir incómodo y hasta ruborizado; o bien cuántas veces le han hecho preguntas que no sabe cómo responder y para evadirlas termina respondiendo con términos tales como “cigüeña” o  “abejita”.

Al hablar a sus hijos e hijas, abierta y francamente, acerca de la sexualidad, usted estará formando en ellos y ellas valores, capacidades y habilidades, que les darán la posibilidad de ejercer con responsabilidad su sexualidad, libre de prejuicios y de presiones sociales.

Lamentablemente, en algunos casos los padres son los últimos en abordar este tema con sus hijos, ya sea por desconocimiento, temor o prejuicios, repitiendo así la manera en que ellos mismos fueron educados. Esta actitud expone a los hijos a otras fuentes, que en la mayoría de los casos, les presentarán la información de forma distorsionada, creando en ellos  una imagen errónea de la sexualidad.

Cuando los padres cumplen con su rol de educadores, los hijos tienen mayor confianza y libertad para comunicarles sus inquietudes y comentarles sus pensamientos. Lo importante para lograr esta interacción es que los padres sean una fuente de estímulo, propiciando una comunicación abierta en la que predomine el respeto y la confianza.

Bajo este principio, los padres deben recordar que la información clara, sencilla y oportuna contribuirá de manera muy significativa al desarrollo integral de su hijo e hija.

Una adecuada educación sexual no puede, ni debe ser responsabilidad absoluta de otros sistemas; esta labor recae sobre la familia en primera instancia, ya que es en este medio donde el niño y la niña se desarrollan, atravesando por diferentes etapas en las que necesitarán del acompañamiento de sus padres. 

Acompañe a sus hijos a descubrirse como seres sexuados, creados así por Dios, dándoles la posibilidad de ver la sexualidad como algo natural y sin malicia. Al hablarles y guiarles en el tema de la sexualidad, usted le estará dando a sus hijos la oportunidad de adoptar pautas de comportamiento sexual basadas en valores sólidos y fomentando en ellos el respeto tanto hacía sí mismos como hacia los demás. Esto les ayudara a prevenir un posible abuso sexual, el contagio de una enfermedad, un embarazo no deseado y un trauma emocional que podría marcar sus vidas para siempre.

Una oportuna educación sexual posibilita el ejercicio adecuado y responsable de la sexualidad, como expresión de amor entre un hombre y una mujer que han adquirido un compromiso responsable bajo el vínculo del matrimonio. Al hablar de sexualidad con sus hijos usted no solo esta aportando un conocimiento o saciando una curiosidad, usted les está formando integralmente.


HABLAR DE SEXUALIDAD DE ACUERDO A LA EDAD
Por Sicóloga Elizabeth Canales

La forma en que eduquemos sexualmente a nuestros niños dependerá de las características de cada edad. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que vivimos en una cultura saturada y obsesionada con el sexo; lo que quiere decir que nuestros hijos están recibiendo información de otras fuentes, de los medios de comunicación y de otras partes de la sociedad tan pronto como empiezan a ver televisión o a jugar con los niños del vecindario.

De los 3 a los 5 años
La discusión y enseñanza verbal acerca del sexo tiene que comenzar tan pronto como lleguen a los 3 ó 4 años. A partir de los 3 años y hasta los 5 años, aproximadamente, tanto el niño como la niña empiezan a adquirir su identidad sexual y a formar su identidad personal. Es en las edades de los 3 a los 5 años donde comienzan las primeras preguntas como: las diferencias entre niño y niña o entre papá y mamá, ¿cómo se hacen los bebés? ¿por dónde salen los bebés que están en la pancita? y ¿por dónde entran? Ante estas preguntas debemos hablar con la verdad y dar una respuesta adecuada. (Ver artículo: Cómo y cuándo empezar a hablar de sexualidad con los hijos)

De los 6 y 9 años
En esta etapa aparecerán curiosidades como los juegos y la morbosidad. Puede además surgir la curiosidad por ver cómo hacen el amor los padres, así como espiar en secreto las conversaciones acerca de los novios de los hermanos mayores. Esto se notará mucho en las conversaciones de los recreos de la escuela. Algunos lo hacen más que otros, recordemos que no todos los niños marcan el desarrollo de la misma manera. Lo importante es no adelantarnos ni atrasarnos, sino educar y abordar lo que sucede a nuestro alrededor.

En esta edad se deberá hablar directamente del conocimiento del cuerpo, del respeto al propio y del respeto hacia el otro, de la reproducción, de la identidad, de las relaciones interpersonales, de los mandatos sociales sobre nuestro comportamiento, del placer y del poder. Sin embargo, para poder abordar este tema, hay que construir fortalezas y claridad en los valores, en lo que esperamos de ellos para el futuro.

Entre los 9 y 11 años
El ejemplo es la mejor manera de inculcarles cualquier cosa a nuestros hijos. El comportamiento, la forma de hablar y las actitudes que tengamos como modelo serán las que más a menudo veremos en ellos.

La enseñanza ocurre más fácilmente cuando es en una forma casual y relajada, por ejemplo cuando van a comerse un helado o en la comidas son excelentes momentos para enseñar. Debemos hablar de la sexualidad cuando creamos oportuno, cuando pregunten y cuando no lo hagan.

Con las niñas se recomienda escoger un programa de televisión donde madre e hija puedan analizarlo. Debemos recordar que en las muchachas es la edad de prevenir y detectar problemas de auto-imagen, con el objetivo de evitar males mayores que se derivan de esta falta de autoestima, tales como la anorexia y la bulimia, entre otros. Por esta razón, es de vital importancia resaltar la aceptación de su cuerpo. Nuestra sociedad ha inculcado un modelo de belleza ajeno a la realidad integral de lo que es ser femenino. Ser mujer no debe ser un objeto sexual para la sociedad.

En esta edad entre las mujeres se observan tratos muy groseros y toscos entre ellas. Esto no se puede considerar normal y hay que abordar este tema para evitar la violencia, la falta de respeto o la discriminación. También, es necesario:

  • Estimular la práctica de deportes, actividades artísticas y recreativas para de esta manera, canalizar la ansiedad de aceptación de su cuerpo.
  • Trabajar intensivamente la aceptación des u cuerpo como algo hermoso, valioso y saludable evitará que se obsesionen por ser más cuerpo que persona. Se deben crear espacios de diálogo en donde se hable de ese tema y de lo mucho que pesa en su formación como mujeres.
  • Mencionar la forma violenta en que la publicidad utiliza y trata el cuerpo de la mujer para lograr que aprecien y valoren el desarrollo de sus habilidades y personalidades.
  • Dialogar, tanto muchachas como muchachos, acerca de la forma de relacionarse, destacar el respeto, el diálogo, hacer intervenir a los profesores o maestros si reciben maltrato por parte de sus compañeros y buscar forma de corregir y sanar las relaciones que hacen daño.

En los varones, en este tiempo, la búsqueda y la curiosidad sexual serán aún mayores. Puede que algunos se interesen por el físico, se le ocurra ver revistas pornográficas, postales de mujeres desnudas, tienen luchas para saber quién es el mejor deportista, quién sabe más y quién se hace novio de cuál muchacha. Todo esto estaría de manera inconsciente reafirmando su rol de género masculino.

No obstante, hay que hablarles de los efectos de mirar la pornografía, que lleva a degradar la relación coital, el cuerpo y la construcción del placer. Explicarles que en estas imágenes, se pone al hombre como proveedor del placer femenino cuando el placer lo construyen ambos a partir de sí mismos y del vínculo con el otro.

De 11 a 14 años
Debemos explicarles a los pre-adolescentes y adolescentes que alrededor de los 11 y 14 años, les sucederá la primera eyaculación y que tendrán erecciones involuntarias que deberán aprender a controlar por medio de respiraciones y el dominio de las imágenes que tienen en su mente. También se les debe aclarar que esta manifestación de su desarrollo va unida al deseo de masturbarse y a las sensaciones de placer y excitación ubicados en sus órganos genitales. Deben aprender a reconocer estas sensaciones y manejarlas con valores y con un sentido para su desarrollo.

Es importante conocer los valores y conceptos que queremos inculcar a nuestros y saber que, cuando queramos enseñarles algo, debemos planificarlo por adelantado. La buena enseñanza y discusión no ocurren automáticamente.

Si el chico o la chica tienen información previa entenderá qué está pasando, por qué hay distintos ritmos y que no es una competición. Al hablar con naturalidad sobre su sexualidad estaremos quitando muchas preocupaciones en ellos. Además todos los padres podemos hablar de todas las que les interesan pero también de todo aquello que creemos que necesitan saber en cada momento, atendiendo, evidentemente, a sus capacidades.


Enfoque a la Familia



mañana de edificación

 

conversaciones en armonia 16 horas entre hermanos y pastores