¿Por qué permite Dios las tragedias? En 1976 estábamos en Guatemala cuando se produjo un terrible terremoto, y parecía que casi todo el país se estaba hundiendo. El presidente me preguntó si quería aparecer en televisión para explicar a la gente por qué Dios permitiría que una tragedia tan grande ocurriera a su país.

El 21 de noviembre de 1980, cuando el MGM Grand Hotel de Las Vegas se incendió, trajeron a los sobrevivientes al Centro de Convenciones, donde se estaban realizando las reuniones de nuestras Cruzadas. En una entrevista, el gobernador Robert List habló de los buenos tiempos en el MGM solo 24 horas antes. “Y cuán rápidamente”, dijo, “la música se ha detenido”.

Algún día, para todos ustedes, si no conocen a Dios, la música se detendrá. Habrá terminado. La Biblia dice que “está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio” (Hebreos 9:27).

La Biblia dice que Job perdió repentinamente toda su riqueza y sus hijos. Él no sabía que se estaba desarrollando una poderosa lucha espiritual. Satanás había acusado a Dios de hacer de Job su protegido y darle posesiones terrenales. El diablo dijo a Dios: “Si le quitas todas esas posesiones, te maldecirá y se alejará de ti”. Pero Dios contestó: “Puedes hacerle lo que desees, excepto que no puedes matarlo, y luego veremos” (ver Job 1:11-12).

Job no preguntó nunca por qué le estaban ocurriendo esas cosas. Lo más cerca que llegó fue cuando dijo: “Dime qué es lo que tienes contra mí” (Job 10:2). Job estaba compartiendo su agonía espiritual con el mismo Dios a quien él no podía entender.

El sufrimiento transmite varios mensajes a todos nosotros. El sufrimiento lleva un mensaje de misterio. La Biblia dice: “Grande es el misterio de nuestra fe” (1 Timoteo 3:16). Cuando me pidieron que explicara la tragedia del incendio en el MGM Grand Hotel, tuve que decir: “Hay un misterio en esta clase de tragedias. No sabemos la respuesta”. Y tal vez nunca la sepamos hasta que Dios nos explique todas las cosas.

Para los humanos, es un misterio por qué Dios creó la tierra. Es un misterio por qué puso personas sobre esta tierra. Pero Dios ha revelado respuestas a través de la Biblia y a través de la Persona de su Hijo, Jesucristo. En la Biblia usted encontrará las respuestas a las preguntas y los problemas de su vida.

Pero el hombre se rebeló contra Dios. El hombre dijo: “No te necesito, Dios. Puedo construir mi mundo sin ti”. Dios dijo: “Si tomas esa posición, sufrirás y morirás”. El hombre tomó esa posición, y comenzó a sufrir, y ha estado muriendo desde entonces. La muerte física es solo la muerte del cuerpo, pero el espíritu sigue viviendo. Si su espíritu está separado de Dios por la eternidad, se perderá para siempre.

La Biblia enseña que Satanás es el autor del pecado. El pecado es la causa de que tengamos sufrimiento, incluyendo la muerte. Todos nuestros problemas y nuestro sufrimiento, incluyendo la muerte misma, son producto de la rebelión del hombre contra Dios. Pero Dios ha provisto un rescate en la Persona de su Hijo, Jesucristo. Por ese motivo murió Cristo en la cruz. Por eso resucitó.

En el sufrimiento hay, también, un mensaje de compasión. Jesús dijo: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron” (Mateo 25:35-36). Mientras el fuego avanzaba por el MGM Grand Hotel, vi equipos de emergencia, militares, el Ejército de Salvación, la Cruz Roja, médicos, enfermeras y personas que venían a donar ropa y alimentos. Vi la compasión en acción.

En el sufrimiento hay un mensaje de unidad. Los hijos mellizos de Isaac, Jacob y Esaú, habían estado discutiendo y peleando. Pero, cuando murió Isaac, fueron a enterrarlo. Por la muerte de su padre, los dos hijos se unieron.

Jesús oró, diciendo: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti” (Juan 17:21, RV60). Y así deberíamos ser como cristianos, uno en Cristo. Si hemos nacido a la familia de Dios somos hijos de Dios. Somos hermanos y hermanas.

El sufrimiento contiene un mensaje de consuelo. En 2 Corintios leemos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3-4). Porque usted haya sufrido una tragedia, tendrá un mayor sentido de identificación con otras personas que sufren tragedias. Podrá comprenderlas en esa situación de sufrimiento. Porque hemos sido consolados a través de la Palabra de Dios, podemos a su vez consolar a otros.

¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia el sufrimiento? Primero, debe ser de adoración. Deberíamos decir: “Oh, Dios, creo que Tú eres el gran y poderoso Dios. No entiendo todas las cosas que están ocurriendo en mi vida, pero, oh Dios, confío en ti”.

Segundo, debemos pedir a Dios que nos enseñe todo lo que quiere que aprendamos acerca de Él, acerca de nosotros, acerca de los demás y de cómo podemos ministrar a los que sufren.

Tercero, nuestra actitud en el sufrimiento debe glorificar a Dios. Las personas nos van a observar como cristianos. Preguntarán: “¿Cómo puede ser que Cristo está tan en control de su vida que pudo ayudar a los demás?”.

Jesús sufrió y murió por nosotros en la cruz, pero Dios lo levantó de los muertos. Jesucristo está ahora sentado a la diestra de Dios el Padre, y Él ve nuestro sufrimiento. Ve nuestra vida cada día y sabe exactamente dónde estamos parados.

La Biblia enseña que debemos ser pacientes en el sufrimiento. Eso es lo que más cuesta: ser pacientes, tener canciones en la noche. Las lágrimas se convierten en telescopios hacia el cielo, acercando un poco la eternidad.

Creo que hay en el sufrimiento, también, un mensaje de advertencia. El profeta Amós dijo: “¡Quedaron como tizones arrebatados del fuego! Con todo, ustedes no se volvieron a mí”, afirma el Señor. “Por eso, Israel, voy a actuar contra ti; […] ¡Prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!” (Amós 4:11-12). ¿Está usted preparado para encontrarse con Dios?

¿Qué tiene que hacer para estar listo? Dios tomó la iniciativa al entregar a su Hijo, Jesucristo. Dios dice: “Yo te amo. Quiero perdonarte. Quiero que vayas al cielo”. Pero usted debe responderle. ¿Cómo responder?

Usted debe responder haciendo tres cosas. Primero, arrepentirse de su pecados. Diga: “Señor, soy un pecador. Quiero arrepentirme de mis pecados”. Esto involucra un cambio en la forma de pensar y de vivir. Jesús dijo: “A menos que se arrepientan, perecerán” (ver Lucas 13:3).

Segundo, usted debe recibir por fe a Jesucristo en su corazón. La fe significa un compromiso total. Significa que tiene que llevar su mente y sus emociones a Cristo por fe. Tiene que decir: “Señor, recibo a Jesucristo en mi corazón”.

Tercero, debe estar dispuesto a seguirlo y servirlo como discípulo. Eso significa leer la Biblia, orar y testificar. Eso significa amar: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35). La característica de todo creyente es el amor. Dios nos da su amor, un amor sobrenatural. Esa es la razón por la que los esposos pueden amarse en una nueva dimensión cuando conocen a Cristo. Es la razón por la que padres e hijos pueden amarse de una nueva forma cuando acuden a Cristo.

Reciba a Jesucristo en su corazón como Señor, Maestro y Salvador. Sígalo y sírvalo de ahora en más. Usted puede saber que está preparado para encontrarse con Dios, no importa lo que traiga aparejado el futuro.


Asociación Billy Graham



La aguja del velocímetro fue subiendo y subiendo. Cien, ciento treinta, ciento sesenta. Y ciento sesenta kilómetros por hora es demasiada velocidad para un auto liviano en pavimento mojado. Con tanta velocidad, y con el pavimento resbaladizo, ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Arnuldo Circone, de veinticuatro años de edad, amante de la velocidad, no logró entrar al puente del río, y salió volando. Cayó dentro del agua, hundiéndose con todo y auto a veinticinco metros de la orilla. No se mató, pero arruinó su auto. Lo curioso es lo que decía la placa personalizada de su vehículo: «Muy aprisa».

Hay muchos como este joven que llevan la vida muy aprisa, demasiado rápido. La verdad es que llevar la vida a toda velocidad es la característica de los tiempos actuales. Más de cincuenta años atrás, cuando el famoso cómico del cine Charlie Chaplin protagonizó en la película «Tiempos modernos», ya señalaba, con su manera incomparable, el peligro de estos tiempos.

Los días en que vivimos se caracterizan por demasiada rapidez en todas las cosas: demasiada mecanización, demasiado cientificismo, demasiada tecnología, demasiada indiferencia a todos los valores morales. No es extraño que ocurran accidentes a cada paso: accidentes en nuestras carreteras, y lo que es más lamentable, accidentes morales y espirituales en nuestra vida.

Niños y adolescentes caen víctimas de drogadicción. Niñas, sin saber ni qué les está ocurriendo, caen víctimas de embarazos. Y bebés nacen arruinados, cuando deberían apenas estar comenzando a florecer...

Continúe leyendo en este enlace: Un Mensaje a la Conciencia



¿Alguna vez se ha quedado asombrado por la forma en que se tergiversan y alteran las leyes? ¿Alguna vez ha visto tal perversión de la justicia como en la última década? El profeta Habacuc escribió palabras relevantes de verdad cuando dijo en el primer capítulo de su profecía:

Destrucción y violencia están delante de mí,
y pleito y contienda se levantan.
Por lo cual la ley es debilitada,
y el juicio no sale según la verdad;
por cuanto el impío asedia al justo,
por eso sale torcida la justicia. (Habacuc 1:3-4)

El escritor de esas palabras murió hace siglos, pero, ah, ¡cómo sus palabras siguen vivas! Si usted tiene incluso el más ligero conocimiento de lo que está sucediendo en el mundo que nos rodea, usted sabe lo actuales que son estas palabras en realidad.

¿Alguna vez se ha quedado asombrado por la forma en que se tergiversan y alteran las leyes? ¿Alguna vez ha visto tal perversión de la justicia como en la última década?

El criminal es ahora el héroe, tristemente malentendido y maltratado. La víctima es el sádico egocéntrico que decide entablar pleito judicial porque piensa que derecho le asiste, es arrogante o está confundido. Los hechos crudos y fríos se suavizan e inclinan gracias al ingenio semántico de astutos peones políticos. Las cortes ahora se parecen a escenarios en donde hay actores que se pelean por papeles de protagonistas, en lugar de ser una cámara digna de ley y orden. A jueces y jurados se puede comprar, sobornar, inclinar o seducir, si se les da suficiente tiempo en la olla de presión de la legislación. Los miembros del jurado, que en un tiempo solían ser anónimos y escudados en el nombre de la justicia y objetividad, ahora aparecen en programas de entrevistas...

Continúe leyendo en este enlace: Visión para Vivir



Hay tres tipos de vida en la tierra; las plantas, los animales y la vida humana. Cuando Dios los creó, también Él creó una fuerza que los gobierna a cada uno de ellos.

La vida vegetal simplemente tiene un cuerpo, y es gobernada por las estaciones. Génesis 8:22 dice: “Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, y días y noches”. La vida animal tiene alma y cuerpo cuya fuerza gobernante es como el "CHIP" de una computadora al que llamamos "instinto". Cada animal está programado para comportarse de una manera determinada. Dios le dijo a Jeremías: “Aun la cigüeña en el cielo conoce sus estaciones; la tórtola, la golondrina y la grulla saben cuándo deben emigrar” (Jeremías 8:7).

¿Cuál es la fuerza que gobierna a los seres humanos? En el principio, Dios nos creó para ser habitados por Su Espíritu, el cual constituye la fuerza que rige a la humanidad. Pero después de la caída, Dios retiró Su Espíritu, y por lo tanto todos nacemos separados de Él. Si una planta pierde las estaciones del año, morirá. Si un animal pierde su instinto, no sobrevivirá, y sin la fuerza gobernante del Espíritu de Dios, estamos separados de Él y espiritualmente muertos.

Separados de Dios, estamos naturalmente destinados a seguir los caminos de este mundo, y permanecemos muertos en nuestros pecados. Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte”. Se refiere al tiempo presente; no dice que moriremos un día, sino que al estar separados de Dios, ya estamos muertos espiritualmente. El verdadero problema no radica en lo que hacemos, sino lo que somos en nuestra condición de pecadores. Estamos separados de la vida de Dios, y esta separación es la causa de nuestro pecado. Pero en Su amor por nosotros, Dios proveyó un camino de regreso a Él a través de Su Hijo, no sólo para pagar el castigo por nuestros pecados, sino para ser habitados por Él, convirtiéndonos así en personas espiritualmente vivas. Sin ese nuevo nacimiento, nuestra habilidad para vivir la vida espiritual nunca estará arraigada, sino que continuamente estará afectada por confusión, frustración y frecuentemente por desesperación.

Para muchas personas, el lado de sus vidas del que menos conscientes son, es el espiritual, pero ese lado es exclusivamente humano. Es lo que nos hace ir más allá, fuera de nosotros mismos para encontrar respuestas a las preguntas que sólo los seres humanos pueden hacer. ¿Para qué estoy aquí? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿De qué se trata todo esto? Esa es la parte esencial de nosotros diseñada para conocer a Dios, y ser habitados por Él. Su Espíritu que vive en nosotros es la fuerza gobernante que nos da la capacidad de vivir plenamente satisfechos y felices, que es la forma como Dios quiere que vivamos.

Vive la Verdad



Durante años, estuve convencido de que yo siempre tendría una vida de oración pésima. Después de ser cristiano por más de dos décadas, oraba con poca frecuencia y por cosas al azar, si es que lo hacía. Pero sabía que Jesús nos había dado el ejemplo de cómo debía ser la vida de oración, y que la mía necesitaba cambiar. Decidí, entonces, que las semanas previas al Domingo de Resurrección le haría frente a la situación. Me dispuse a utilizar esos días para disciplinarme y aprender de las oraciones de otros, y comenzar el día hablando con el Señor. ¿Cuál fue la decisión más difícil? Escoger las oraciones que utilizaría.

Usar una oración escrita puede parecer un ritual vacío, pero la práctica tiene una rica historia en la iglesia. Los salmos son, esencialmente, oraciones a las que se les puso música, y el Padrenuestro sigue siendo utilizado en las iglesias, tanto por su contenido como por ser un modelo para comunicarse con Dios. Debido a que yo quería ampliar y profundizar mi vida de oración, modifiqué una oración escrita por Pacomio, un cristiano del siglo IV, por su énfasis en la Trinidad, y utilicé las oraciones del texto The Valley of Wisdom (El valle de la sabiduría).

Después de hacer un plan, puse la alarma del reloj y me fui a dormir sintiéndome esperanzado. El primer día, a las 5:30 de la mañana, salí de la cama y murmuré soñoliento la oración que había elegido para comenzar la rutina de la mañana. Más tarde, al terminar ese primer día, sentí que volvía un poco de mi viejo desánimo, porque mi “vida de oración” parecía estar muy separada de todo lo demás que yo hacía.

Ese patrón continuó durante la semana, pero en el séptimo día comencé a ver algunos cambios. Comencé a esperar ansiosamente que sonara la alarma. También me veía a mí mismo, a la oración, y al propio Jesús de una manera más clara. Al acudir al Nuevo Testamento, me di cuenta de que lo que estaba experimentando era lo que nos sucede cuando tenemos un encuentro con Jesús y nos ponemos en sus manos con un corazón humilde: el Señor transforma nuestra vida, suple nuestras necesidades, y nos comisiona para proclamar su nombre y su reino eterno.

Pensemos en Pedro, conocido tradicionalmente como un pescador rudo e impetuoso. Cuando se encontró con Jesús, algo cambió tan repentinamente en él que dejó sus redes —probablemente un negocio familiar por varias generaciones —para seguir al Maestro. Uno de sus primeros encuentros con Jesús tuvo lugar después de una noche de pesca infructuosa. A instancias de este carpintero de Nazaret, Pedro se aleja de la costa para lanzar por última vez las redes. Cuando la embarcación casi se hunde bajo el peso de los peces, Pedro se ve a sí mismo —y a Jesús— más claramente que nunca. “Apártate de mí, Señor”, le dice, “porque soy hombre pecador” (Lc 5.8). Pero Jesús llama a Pedro a seguirle, y le promete que él más bien “pescará” hombres.

Encontrarnos con Jesús en oración debe inspirarnos a vernos a nosotros mismos como se veía Pedro. La oración genuina requiere primero el reconocimiento de que la situación es sombría, y de que somos peores de lo que pensábamos. No venimos al Señor en nuestra mejor condición, necesitando ser transformados para llegar a la meta. Es decir, tenemos la desesperante necesidad de ser rehechos y moldeados de nuevo por Aquel que nos hizo, para empezar. En mi experimento, descubrí que yo estaba comenzando a verme a mí mismo con la claridad de Pedro, gracias al Salmo 51. Este salmo, que está incluido en la oración de Pacomio, comienza con David clamando por misericordia por su pecado con Betsabé. La porción más conocida es la petición que hace David de ser renovado, y encontré que su ruego —“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (v. 10)— resonaba en todas mis reuniones y tareas diarias.

Así como lo hizo con Pedro, el Señor nos busca algunas veces de manera específica. En otras, encontrarse con Él requiere perseverancia de nuestra parte. Por ejemplo, cuando cuatro hombres trajeron a su amigo paralítico a Jesús, descubrieron que Él estaba más allá de su alcance. Pudieron haberse regresado a sus casas, o pudieron haber esperado un día más. Pero, en vez de eso, llevaron a su amigo al techo, hicieron un agujero, y lo bajaron al interior de la casa. La reacción de Jesús no fue de enojo, sino de compasión: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (Lc 5.20). Después de esto, Él también demostró su autoridad curando la parálisis del hombre. La tenacidad de esos hombres para llegar a Jesús tuvo un impacto permanente en todos los que estaban allí. Eso pudiera también ilustrar algo importante en cuanto a la oración: No necesitamos llevar solos nuestras cargas. Para un solo hombre, llevar a su amigo a Jesús habría sido muy difícil, pero cuatro hombres compartieron la carga y se animaron unos a otros en el camino. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros”, escribe Pablo (Gá 6.2). Podemos hacer esto fácilmente cuando hablamos al Señor en favor de otros.

Como todas las disciplinas espirituales, la oración es una práctica, pero no en el sentido de algo que se haga esporádicamente. La raíz griega depráctica significa simplemente “hacer”. Y, como cualquier ejercicio, al orar una y otra vez aprendemos la naturaleza esencial de la oración. No se trata simplemente de una práctica diaria; Jesús es el único que fue capaz de tener una vida intachable. Nosotros, también, estamos llamados a tener esa vida, y lo hacemos en parte cuando oramos.

Hace poco llevé mi hijo al médico. En la sala de chequeos, la enfermera hizo una señal para que se dirigiera hacia una mesa, que tenía un estribo. La mesa no está hecha para la comodidad o conveniencia del paciente, sino para dar al médico la mejor posición para examinar y tratar el paciente.

La oración se parece un poco a ese estribo que mi hijo utilizó para subir a la mesa. Lo usamos para subir a la mesa, para que el Gran Médico pueda realizar el chequeo espiritual en nosotros, que solamente Él es capaz de hacer. El pasaje de la Biblia que promete que podemos mover montañas, a veces nos guía a ver a la oración como una clase de teléfono para emergencias que nos garantiza resultados por la acción. Sin embargo, el único resultado garantizado por la oración, es una persona transformada. La oración produce milagros en las personas, y el resultado ayuda a la persona a entender que debe buscar la gloria de Dios en vez de la suya propia.

Hablar con Dios es un medio, no un fin. Pero ¿un medio para qué? Pensemos en cómo el encuentro con Jesús en Marcos 10.47 demuestra la manera como la oración puede llevarnos a Dios, poniéndonos bajo su misericordia. Bartimeo clamó: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” El clamor del ciego —su oración— lo trajo a Jesús, de quien recibió la vista. A medida que avanzaban las semanas, llegué a reconocer que la oración estaba haciendo lo mismo en mí. Ella no solo estaba abriendo mis ojos, sino también sanándolos. Comencé a ver mi falta de oración como lo que era realmente: orgullo. Era arrogante en mi autosuficiencia. Había estado enfocado en lo que consideraba más importante. Pero esa oración diaria me obligaba a confrontar las mismas cosas cada día: la soberanía de Dios y mi impotencia; mi pecaminosidad y la misericordia de Dios; mi dureza de corazón y el gran amor de Dios.

Juan Wesley escribió: “Dios no hace nada sino en respuesta a la oración, y lo hace todo con ella”. Después de varias semanas, experimenté esa verdad. Había comenzado mi peregrinación con la esperanza de que Dios cambiara mi vida de oración y que le diera una mejor estructura y más frecuencia. Sí, ambas cosas sucedieron, pero no de la manera que yo esperaba. Mis oraciones me llevaron a Jesús, quien, como un gentil artesano, cambió mis oraciones al cambiarme primero a mí.


En Contacto



Sin embargo, algunas personas me escriben para decir que están progresando poco o nada en su andar cristiano. Están luchando, y hay pocas evidencias de una conversión genuina en sus vidas. Quieren ayuda para que su vida cristiana sea gozosa y victoriosa.

Permítame recordarle que la Biblia enseña que en el instante en que usted recibe a Cristo como su Salvador, ya tiene el poder de Dios para crecer espiritualmente. La conversión no es el fin, sino el comienzo. Usted debe continuar para ingresar en una vida cristiana más plena y rica.

El apóstol Pablo escribió: “Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación” (1 Pedro 2:2). El apóstol Pablo elogió a los cristianos de Tesalónica: “Su fe se acrecienta cada vez más” (2 Tesalonicenses 1:3). ¿Es esta su experiencia? ¿Está usted lleno de gozo porque está lleno de Cristo? La salvación, sin duda, no es algo que se deba “soportar”; ¡es algo para disfrutar! Y la disfrutará solo cuando descubra la voluntad de Dios, el propósito y el plan que Él tiene para su vida.

Las personas más desgraciadas son los cristianos que viven fuera de la voluntad de Dios. No pueden crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Si usted desea tener una vida gozosa y victoriosa, una de las cosas más importantes que querrá saber es qué hacer en cuanto a la tentación.

No tiene nada de inusual o anormal que un cristiano sea tentado. De hecho, es de esperar que lo sea. Las personas que creen que nunca son tentadas deberían preguntarse si en realidad están espiritualmente vivas. Dígase a sí mismo: “Los cristianos son tentados. Ahora, yo soy cristiano; por lo tanto, seré tentado. ¿Qué ha preparado Dios para mí?”.

Con el fin de ayudarle a responder esa pregunta, le sugeriré cinco cosas:
Primero, reconozca que la tentación es una experiencia normal. La Biblia dice que no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los seres humanos en general (1 Corintios 10:13).

Cristo, siendo el único hombre perfecto, fue tentado en todo tal como nosotros (Hebreos 4:15). Además, sintió profundamente la angustia mental y espiritual que acompaña a la tentación, ya que está escrito que “él mismo padeció siendo tentado” (Hebreos 2:18, RV60).

Dios nunca tienta a nadie (Santiago 1:13); eso es tarea del diablo. Satanás es el tentador, y nos tienta según nuestros deseos naturales. Muchos de nuestros deseos son buenos, como el deseo de comida, descanso, comunión, autoconservación, etc. Pero, dado que somos miembros de una raza pecadora y caída, tenemos algunos deseos equivocados; por ejemplo, podemos sentirnos tentados a engañar, mentir, odiar y buscar venganza.

Algunos deseos no son malos en sí mismos, pero terminan en pecado si se abusa de ellos. La preocupación por las necesidades de la vida y el cuidado de la propia familia es esencial; pero esto puede degenerar en ansiedad, y entonces, como Cristo nos recuerda, los cuidados de este mundo ahogan la semilla espiritual que fue plantada en el corazón.

El dinero es necesario para la vida diaria, pero ganar dinero puede degenerar en amar al dinero, y entonces, el engaño de las riquezas arruina nuestra vida espiritual.

He aquí una fórmula para utilizar cuando esté en duda. Pregúntese: “¿Glorifica esto a Dios? ¿Puedo hacerlo en el nombre de Cristo? ¿Puedo orar dando gracias por ello? ¿Me hace preocupar más por las cosas del mundo, o me acerca a los pies de Cristo? ¿Me edifica en mi vida cristiana, o me aplasta? ¿Ayudará a los demás, o les hará tropezar?”.

Si usted puede responder sinceramente que sí a estas preguntas, podrá reconocer una tentación cuando le llegue. La Biblia enseña que Dios siempre nos da la salida de la tentación, para que podamos soportar. En cuanto sea tentado, pida ayuda a Dios.

Segundo, sepa que Cristo vive dentro de cada persona que lo ha aceptado como Salvador. Ningún enemigo es demasiado poderoso para Cristo. Toda tentación puede ser resistida. Usted puede tener una gloriosa victoria diaria.

La Biblia dice: “Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Pablo escribió en Romanos 7:24: ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”. Y luego responde su propia pregunta: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25).

En Romanos 8:2 leemos: “pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte”.

Tercero, reconozca el lugar de la Palabra de Dios en el crecimiento cristiano y la lucha contra la tentación. La Biblia dice: “¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra. […]. En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti” (Salmos 119:9,11).

Crecemos en gracia y tenemos acceso a la fuente de fortaleza espiritual cuando leemos y estudiamos la Palabra de Dios. Esa Palabra realmente nos cambia.

La Palabra de Dios es “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). Para el cristiano, la Biblia no es solo un libro santo que se coloca en un estante. Es un arma potente que se toma con ambas manos y se utiliza para derrotar al enemigo.

Estúdiela. Memorícela. Decídase a leer la Biblia todos los días a partir de hoy. No se puede tener una vida física sana si no se come con regularidad; tenga el mismo sentido común para mantener la salud de su vida espiritual. La lectura diaria de la Biblia es esencial para tener una vida cristiana victoriosa y crecer como cristiano.

Cuarto, aprenda el secreto de la oración. Durante todos los días de su vida en la tierra, es notorio que Jesús fue un hombre de oración.

Oraba con sus discípulos. Oraba en secreto. A veces, pasaba toda la noche orando. Haga de Él su ejemplo. Si Él, el santo Hijo de Dios que no tuvo pecado, no podía vivir en esta tierra sin tener una comunión constante con Dios, usted y yo, sin duda, tampoco podremos hacerlo.

Quizá usted esté pensando: “Pero no sé qué decir cuando oro”. A Dios no le importa que usted balbucee o no arme frases elocuentes. No le molesta que tenga errores gramaticales. A Él le interesa lo que hay en su corazón.

Tenga un tiempo de oración secreta cada día, cuando pueda orar a solas. Debe ser un hábito regular y convertirse en algo tan vital y necesario para usted como la comida diaria. Otra cosa que le sugeriría es que ore “sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). En otras palabras, que mantenga un espíritu de oración durante todo el día.

Esto no significa que tenga un rostro solemne y severo todo el día. Significa que, en todas las situaciones, tenga conciencia de estar apoyado en Dios, con su corazón inclinado hacia Él.

Quinto, entregue y consagre su vida a Cristo. La Biblia dice que debemos consagrarnos al Señor (vea Éxodo 32:29). Pablo escribió: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:1-2).

Arrodíllese delante de Dios y pregúntele si hay algún área de su vida que usted aún no haya entregado a Él. El reflector del Espíritu Santo iluminará los rincones más profundos de su alma y revelará cosas que usted creía que ya había entregado, pero no lo había hecho. Pase un tiempo orando y pensando en las cosas que ven sus ojos, las que oyen sus oídos y las que pronuncia su lengua. Pida a Dios que tome sus ojos, sus oídos, su lengua, sus manos, su vida social, sus amigos y todas las áreas de su vida bajo el control de su Espíritu.

Entréguese a Él completamente y sin reservas. Esto agrada a Dios. La Biblia dice: “El obedecer vale más que el sacrificio” (1 Samuel 15:22). Más que cualquier otra cosa, Dios quiere que usted le obedezca y le ame. La vida consagrada es la vida victoriosa.

Ministerio Billy Graham



Una mujer me escribió una carta, diciéndome: "Mi marido está en el exterior. Ha estado allí durante nueve meses y aún faltan siete para que regrese. Me siento muy sola y necesito amor. Soy cristiana pero me doy cuenta de que soy muy débil. ¿Cómo puedo vencer la tentación sexual?"

¿Cómo aconsejaría usted a esta mujer?

No hay respuestas fáciles. El deseo de amor y afecto llega a lo profundo del alma. La soledad también toca el corazón humano. Uno de los casos en que se experimenta en forma más aguda es cuando alguien está separado del cónyuge por razones de servicio militar, por trabajo, divorcio, incapacidad o muerte. Los deseos sexuales parecerían aumentar cuando el cónyuge ha estado ausente durante un tiempo.

La Biblia habla muy claramente en lo que respecta al sexo fuera del matrimonio. Pero a veces nuestros deseos sexuales están en total desacuerdo con esos pasajes de las Escrituras.

La reciente "revolución sexual" proclamaba con determinación que los principios bíblicos en cuanto al sexo dentro del matrimonio habían pasado de moda y no eran válidos para nuestro día. Los proponentes de la revolución sexual decían que si uno estaba solo y deseaba afecto, entonces uno tenía el derecho de suplir esas necesidades a través de una aventura ilícita.

La gente empleaba la siguiente lógica: Pues bien, tal vez no esté mal cometer inmoralidad bajo ciertas circunstancias. El matrimonio a prueba, el sexo grupal, el intercambio de cónyuges y otros "experimentos" sexuales fueron haciéndose más y más populares.

Pero algunos de los que hicieron esas propuestas ahora lamentan sus esfuerzos por promover la revolución sexual. Uno de ellos admitió: "He aprendido que no hay juegos sin reglas." La gente puede tratar de quebrantar las leyes morales de Dios, pero siempre tendrá que pagar las consecuencias.

Este defensor de la revolución sexual citó un estudio realizado en el que 106.000 mujeres confirmaban que a ambos lados del Atlántico había tenido lugar una revolución en las actitudes y comportamiento sexual. ¿Cómo se sentían estas mujeres en cuanto a dicha revolución? La mayoría estaba desilusionada, y debía vivir con el "fruto emocional que había nacido como producto de la revolución sexual." El estudio señalaba abiertamente que bien podría estar en camino una contrarrevolución sexual.

La Biblia advierte que no debemos engañarnos porque Dios no puede ser burlado. "El hombre siempre recogerá lo que siembre. Si siembra para satisfacer los apetitos de su naturaleza humana, estará plantando la semilla del mal y sin duda recogerá como fruto corrupción y muerte" (Gálatas 6:7-8 BD).

La cosecha destructiva de la promiscuidad sexual de nuestra sociedad--enfermedades venéreas, cicatrices emocionales, deserción, naufragio espiritual--ha sido un precio muy alto para los placeres momentáneos de la siembra en la carne, la siembra para los apetitos de la naturaleza humana.

La Escritura dice que resistamos la revolución sexual satánica entregándonos a Dios (Santiago 4:7). Confiese sus pecados y acérquese a El. Persevere cuando esté bajo tentación, recordando que Dios siempre provee una salida (1 Corintios 10:13).

Y sea usted soltero o casado, divorciado o viudo, Dios comprende sus tentaciones y necesidades particulares. Confíe en que El suplirá "todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19).

No importa lo que hagan los demás, usted debe creer en su corazón la Palabra eterna de Dios y debe vivir de acuerdo a sus enseñanzas y ordenanzas. Comience hoy mismo su propia contrarrevolución sexual.

Asociación Luis Palau



Muchas familias cristianas luchan al determinar lo que sería mejor para la educación de sus hijos. Los más grandes obstáculos de la educación pública son las filosofías humanistas que les enseñan al costo de la verdad bíblica, maestros y compañeros incrédulos buscan influenciar a nuestros hijos, y la ausencia de consideraciones espirituales o morales entre el proceso educativo. Sin embargo, esos problemas no son aislados al escenario de la escuela pública.

Aun en nuestros vecindarios – y aun en algunas escuelas cristianas – hay influencias que rompen nuestros deseosos estándares espirituales. También, algunas escuelas cristianas faltan en la calidad y en la profundidad de la educación que las escuelas públicas ofrecen – y eso se puede aplicar aun a lo básico.

Pero no se puede asumir automáticamente que ese es el caso solo porque la escuela pública del vecindario es más grande y más impresionante que la escuela cristiana local. Muchas veces los estudiantes de las escuelas cristianas tienen notas significadamente más altas en los exámenes a nivel nacional que sus contrapartes en las escuelas públicas. Para hacer una evaluación precisa necesitará hacer investigaciones sobre el plan de estudios, los programas, el entrenamiento de maestros, y resultados comparativos de exámenes de cada escuela.

¿Es incorrecto poner a sus hijos en una escuela pública? No necesariamente. ¿Es correcto poner a sus hijos solamente en escuelas cristianas o educarlos en casa? No necesariamente.

Recuerde que la mayor responsabilidad de la educación apropiada de sus hijos está sobre ustedes – los padres – no la escuela o la iglesia (Deuteronomio 6:6-7; Efesios 6:4). Esas dos instituciones son vitales al desarrollo completo de su hijo, pero los estándares, convicciones, y fuerza moral deben ser implementadas en el hogar.

No todo es necesariamente de buena o mala calidad porque es un llamado “cristiano”, ni tampoco todo es malo solamente porque está bajo la sombrilla de la educación pública. Padres necesitan ser especialmente sabios y poder discernir en esa área importante. 

Si la educación cristiana de alta-calidad es disponible y accesible, eso sería preferible. Sin embargo, cuidadosamente evalúe todos los factores y opciones de su situación. Sinceramente busque la voluntad de Dios (Efesios 5:17) y júntelo con una crianza sólida y bíblica de sus hijos (Efesios 6:1-4; Colosenses 3:20-21).


Gracia a Vosotros



mañana de edificación

 

conversaciones en armonia 16 horas entre hermanos y pastores