Ya son 28 años desde que Radio Armonía saludó por primera vez a los hermanos auditores. Tiempo en el cual son decenas los obreros y miles los hermanos que han hecho posible que hoy este Ministerio siga en pie, y con la tremenda bendición de sonar en gran parte del país a través de señal FM y por el mundo entero a través de internet.
Período de búsqueda incansable donde el Señor ha respaldado cada una de las decisiones, así también, un tiempo hermoso donde miles de personas han podido conocer a nuestro Señor Jesucristo y contar el testimonio de su grandeza.
Todo partió como un sueño, el anhelo que Dios puso en el corazón del Pastor Rubén Sáez y su esposa Nancy Dobson, quienes en la década de los 80’ fundaron casettería David. En aquel lugar ubicado en calle Bandera, Santiago, se producían programas radiales donde en ese tiempo ya contaban con el apoyo del hermano José Albornoz quien estaba a cargo de los controles.
Este primer acercamiento con la producción radial, llevó a este grupo de hermanos a perseverar con la idea de anunciar el mensaje de Jesucristo a través de un medio de comunicación tan masivo como lo es la radio. Así, se dio la instancia de arrendar algunos espacios radiales en señal AM, donde programas como “Armonía en la Noticia” o el “Trasnoche Cristiano”, fueron escuchados por miles de personas.
Pero la ilusión de seguir glorificando a nuestro Dios siguió creciendo, y fue el 1 de noviembre de 1990 cuando se abre una importante puerta para algo más grande. Se trataba del arriendo de una emisora a tiempo completo. Nacía “Nueva Radio Talcahuano AM”.
“En esta hora y este día tan especial, y en calidad de nuevo administrador de esta emisora, declaro que todos sus espacios, frecuencias, equipos y antenas, quedan a contar de este momento dedicados a la proclamación de nuestro Señor Jesucristo y hasta que él venga”, se escuchaba al aire la voz del Pastor Rubén Sáez a eso de las 10:15 horas.
En este período el apoyo de los hermanos fue fundamental. Tanto así que, lo que partió como un proyecto de bajo alcance, comenzó a tener cobertura en muchos otros lugares. Santiago fue la primera estación donde, después de luchar con varios obstáculos, se logró la concesión de Radio Cronos, pasando a llamarse Radio Armonía de manera definitiva.
Luego en el año 1994, vinieron otras ciudades como Viña del Mar, La Serena, Talcahuano y Talca. Meses después se abre una opción para comprar una cadena radial que incluía otros sectores como Iquique, Calama y Antofagasta. Medida que fue confirmada por parte de Dios por lo cual, aquellos hermanos que estaban a cargo del Ministerio en aquel entonces, tomaron la decisión de comprar la concesión a pesar de su alto precio.
Esta fue la motivación para que Radio Armonía comenzara a buscar la cobertura definitiva a nivel nacional, anhelo que se fue concretando con mucho esfuerzo y con una gran inversión de recursos en adquisición y mantención de antenas, infraestructura a lo largo del país y el salario de cada uno de los obreros que colaboran para que el Ministerio siga proclamando la Palabra del Señor.
Por eso el compromiso de los Compañeros de Milicia y hermanos es de suma importancia. Aporte que, en cierta medida y siempre contando con el sustento de nuestro Señor, ha permitido que el Ministerio pueda innovar en otras áreas de las comunicaciones y en la adaptación de nuevas tecnologías, haciendo posible que el mensaje de salvación pueda ser escuchado por muchas más personas en todo Chile y el mundo.
Por este motivo, damos gracias al Señor por su inmenso amor y misericordia en estos 28 años de vida como Ministerio, donde sin duda hemos visto su mano. Tiempo de aprendizaje donde si bien hemos cometido errores, pues solo uno es perfecto, también Dios nos ha dado la sabiduría para tomar decisiones que nos permiten hasta el día de hoy, poder seguir proclamando el hermoso evangelio de Jesucristo a todas las naciones.
Sal 33:4 Porque la palabra del SEÑOR es recta; y toda su obra es hecha con fidelidad.
En el transcurso de los siglos, en Occidente se estableció un sistema cultural y de pensamiento "patriarcal" que derivó, entre otras cosas, en innegables asimetrías e injustas relaciones y roles entre los hombres y las mujeres. Esta compleja e inconveniente situación fue levantando, en distintos momentos y contextos históricos, malestares e inconformidades sociales.
Ya a principios del siglo XX, con mucha más articulación y consistencia, se empezaron a consolidar algunos movimientos "feministas" que procuraban mayor equidad en los derechos de las mujeres, así como ajustes y cambios en la perspectiva de pensamiento en cuanto a roles y trato. Sin embargo, esto no quiere decir que, durante la gran cantidad de siglos anteriores, no se dieran importantes manifestaciones y relevantes testimonios de hombres y mujeres que elevaban sus voces de protesta ante las injustas desigualdades prevalecientes en la sociedad.
No obstante, cuando se hace referencia a la ideología de género, se hace mención a algo muy distinto de aquellas perspectivas de género que, originalmente, pretendían corregir y superar las profundas asimetrías en el ámbito de la igualdad de derechos y la equidad de género. En este otro caso se trata de una corriente ideológica que pretende replantear, en esencia, la antropología sexual humana.
El profesor Jorge Scala, especialista argentino en derecho y bioética, ha señalado con acierto que la ideología de género no es un fenómeno local impulsado por alguna persona en particular o gobierno específico, sino más bien una iniciativa global que proviene de tres fuentes principales: "... algunas posturas neomarxistas, determinadas corrientes homosexuales de sexólogos americanos y ciertas teorías de Simone de Beauvoir y Foucault".
En las últimas décadas, tal y como lo han expuesto el propio Jorge Scala como el reconocido académico español Benigno Blanco, algunos funcionarios que laboran en varias agencias de la ONU (UNICEF, FPNU, Banco Mundial, OMS) han influenciado en los distintos gobiernos de países de Occidente -principalmente de Europa, Canadá, Estados Unidos y América Latina- promoviendo la ideología de género. Esta incidencia se realiza utilizando principalmente los medios de comunicación, la educación y los parlamentos.
Como uno de los principales postulados de la ideología de género está la promoción del aborto. Para la ideología de género, el embarazo y la maternidad son expresiones que mantienen y perpetúan la desigualdad entre el hombre y la mujer, así como los patrones tradicionales de desventaja e inequidad de la mujer, propios de la "cultura patriarcal". Entre varias razones, por esto mismo es que, durante varias décadas, se ha promocionado por parte de las agencias internacionales fuertes campañas para el control de la natalidad y la legalización del aborto.
En palabras de Jorge Scala "...si esta ideología busca la construcción del nuevo ser humano destrozando la antropología sexual de la persona, de forma que el hombre y la mujer no sean iguales, sino idénticos, sólo hay un escollo que salvar para lograr esto: el embarazo. Si el aborto es totalmente gratuito hasta el minuto anterior de dar a luz, la mujer podrá decidir “libremente” si desea ser o no idéntica al hombre en cuanto a sus circunstancias personales y sociales y estar en condiciones idénticas para competir con el hombre".
Aunque la mayoría de los autores de la ideología de género son hombres, se ha utilizado a los feminismos más radicales para su promoción, principalmente porque "...con las mujeres se crea el caldo de cultivo de la competencia tratando de adquirir los mismos roles que el hombre en la sociedad, pero no por la complementariedad, que es un concepto contrario a las tesis de la Ideología de Género, pues “complemento” implica marcar determinadas diferencias que nos hacen distintos, y se trata de ser idénticos. Sólo la competencia es lo que nos pone en la parrilla de salida para luchar todos contra todos en iguales condiciones. Son las mujeres las que abanderan esta ideología, pero como mero instrumento de actuación".
De igual forma, como esta ideología promueve no la igualdad sino el carácter idéntico entre hombres y mujeres, plantea que la diferencia biológica no es un determinante para ser hombre y mujer, sino que la identidad de género se construye social y culturalmente, y que es la elección de la persona lo que realmente importa. Es aquí donde se incorpora la agenda de los colectivos LGTBI, quienes impulsan la idea de que sexo y género son cosas totalmente distintas, y que cada quien puede escoger como se siente mejor, independientemente del sexo con el que nazca.
Ante esta posición, hace poco tiempo, la publicación de Tecnología y Sociedad, The New Atlantis publica en su número 50 (otoño de 2016) un "informe especial" titulado "Sexualidad y género. Hallazgos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales", donde se revisan más de quinientas investigaciones científicas recientes sobre la orientación sexual, la correlación entre orientación sexual y salud mental y la naturaleza y problemática de la identificación transgénero.
Las conclusiones de este estudio son demoledoras para la "ideología de género" ya que se indica que no hay pruebas científicas con una base biológica de la homosexualidad, ni de su invariabilidad, ni tampoco las hay de que el estrés social (por discriminación o estigmatización) sea la causa principal de que la población homosexual y transgénero tenga un mayor riesgo de problemas de salud mental e índices de suicidio, y por último, algo fundamental, desaconsejan los tratamientos transgénero en menores por la evolución en el tiempo de la percepción del niño o adolescente sobre su género.
Los autores del estudio son dos científicos de primer nivel. El doctor Lawrence S. Mayer es médico psiquiatra, epidemiólogo y matemático, y profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins y profesor de Estadística en la Universidad del Estado de Arizona. Ha trabajado en centros tan prestigiosos como la Universidad de Princeton y la Clínica Mayo.
El doctor Paul R. McHugh estudió en Harvard y está considerado el más importante psiquiatra norteamericano del último medio siglo. Fue durante veinticinco años jefe de Psiquiatría en el Hospital Johns Hopkins, donde también a lo largo de un lustro ejerció como director médico. Entre 2002 y 2009 fue miembro del consejo asesor sobre Bioética del presidente de Estados Unidos.
Este estudio establece una posición muy clara respecto "a los niños en conflicto con su sexualidad y su género". Porque "la idea de que un niño de dos años que haya expresado pensamientos o comportamientos identificados con el sexo opuesto, puede ser etiquetado de por vida como transgénero no tiene absolutamente ningún apoyo científico. De hecho, es una iniquidad creer que todos los niños que tienen en algún momento de su desarrollo pensamientos o comportamientos atípicos sobre el género, particularmente antes de la pubertad, deben ser animados a ser transgénero".
Por eso el Dr. Mayer recomienda a los ciudadanos, profesores y clínicos no adoptar posiciones dogmáticas o ideológicas (como la que adopta la ideología de género) respecto a este tema de la identidad sexual o de género y más bien dedicarse a ayudar y guiar a los niños que puedan tener conflictos derivados con la situación que enfrentan.
Estos estudios son demoledores para la "ideología de género", porque demuestran que las argumentaciones sobre la que se fundamenta esta ideología, no tienen ningún asidero científico.
Por su parte, según una publicación en Actuall del mes de marzo de 2017, la doctora en Biodiversidad Genética y Evolución, Pamela Puppo, señala que: “No aceptar la ideología de género no es discriminación, no es ser intolerante ni homofóbico”, sino que “es simple biología”.
Puppo se graduó en Biología en la Universidad Agraria de La Molina, en Lima (Perú) y tiene un Máster en Biology Plant Systematics por la Universidad de Missouri (Estados Unidos). Se doctoró en Biodiversidad, Genética y Evolución en la Universidad de Porto, en Lisboa (Portugal), tras realizar investigaciones en evolución y genética de las plantas.
En un artículo de opinión publicado el 7 de marzo en el sitio web Posición.pe, titulado “Sobre la ideología de género”, la Dra. Puppo explica que “cuando los fetos se forman, poseen dos cromosomas sexuales, XX o XY según sean niña (XX) o niño (XY). Los genes contenidos en estos cromosomas determinan el desarrollo físico de los fetos. Así, los embriones desarrollan diferentes órganos según el sexo”.
“En la pubertad, se producen una serie de hormonas, testosterona si es varón o estrógeno y progesterona si es mujer, que influencian no solo la forma física como la persona se desarrolla, sino, una serie de características afectivas, psicológicas, etc.”.
La Dra. Puppo subraya que, contrariamente a los postulados de la ideología de género, “el hecho de nacer como hombres o mujeres no es un hecho cultural, es biológico”.
La científica advierte además que “la ideología del género no promueve la igualdad entre los sexos, la ideología del género promueve la asexualización del ser humano”.
“Esta ideología, que es eso mismo, una corriente de pensamiento, no una teoría científica ni mucho menos una evidencia científica, sostiene que los seres humanos somos ‘neutros’ cuando nacemos, y podemos escoger si ser hombres, mujeres, o una combinación de ambos cuando crecemos”.
La Dra. Puppo indica que “La igualdad se alcanza respetando las diferencias de cada sexo y lo que cada sexo aporta a la sociedad”, y agrega que "las personas que nacen con un sexo y sienten luego que no tienen el sexo adecuado “sufren de un síndrome conocido como ‘disforia de género’. No es la regla, es la excepción... basta decir que estas personas tienen que ser respetadas, queridas y acompañadas”.
Como se ha mostrado, la ideología de género es una corriente de pensamiento, no una teoría científica; devalúa el factor biológico y sobre dimensiona lo socio-cultural en materia de sexo y género; no procura la igualdad ni la equidad entre hombres y mujeres sino la asexualización del ser humano; procura la competencia y el carácter idéntico de los sexos, en lugar del carácter diferenciado, dual y complementario que existe entre ambos; y aunque en su retórica planea la promoción de la diversidad familiar, su propuesta representa un debilitamiento significativo a las funciones naturales y al aporte de la familia como fundamento de la sociedad.
Jesús Rosales Valladares
Enfoque a la Familia
Acompáñeme por el túnel del tiempo, y retrocedamos a la ciudad de Uz. En esa ciudad, había un ciudadano que todos respetaban. Era un hombre intachable, recto, temeroso de Dios y llevaba una vida limpia. Tenía diez hijos, ganado en abundancia, terrenos extensos, una multitud de criados y una cantidad substancial de efectivo. Nadie negaría que era “más grande que todos los orientales” (Job 1:3), ya que se había ganado esa reputación mediante años de trabajo arduo y tratos justos con los demás. Se llamaba Job, sinónimo de integridad y piedad.
Sin embargo, en cuestión de horas llegó a ser, como lo dice un verso de la obra La Comedia de Errores de Shakespeare: Un alma infeliz, maltratada por la adversidad.¹
La adversidad, sin anunciarse, le cayó encima a Job como una avalancha de piedras puntiagudas. Perdió su ganado, sus sembradíos, sus tierras, criados y, aunque usted no lo crea, todos sus diez hijos. Como si esto fuese poco, después perdió su salud, la última esperanza humana de ganarse la vida. Permítame pedirle que deje de leer un momento. Cierre sus ojos por sesenta segundos, e identifíquese con ese buen hombre que fue aplastado bajo el peso de la adversidad.
El libro que lleva su nombre anota una entrada que Job escribió en su diario poco después de que las piedras de la tragedia cayeron sobre él. Con mano temblorosa escribió: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (1:21).
Después de esta increíble declaración, Dios añadió: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (1:22).
Es justo aquí, en este momento, que tengo moviendo mi cabeza. Me estoy preguntando: “¿Cómo pudo Job, hacerle frente con tanta calma, a toda esa serie de odiseas mezcladas con aflicción?” Piense en el resultado: bancarrota, dolor, diez tumbas recién tapadas. Y la soledad de aquellas habitaciones vacías.
No obstante, leemos que él adoró a Dios; que no pecó, ni le echó la culpa a su Hacedor.
Las preguntas lógicas son: “¿Por qué no lo hizo? ¿Cómo pudo lograrlo? ¿Qué le impidió hundirse en la amargura o incluso pensar en el suicidio?” Sin querer simplificar demasiado la situación, sugiero tres respuestas básicas que he descubierto al investigar el libro que lleva su nombre.
Primero, Job afirmó la soberanía amorosa de Dios. Creía que el Señor que le dio lo que tenía, también tenía todo derecho de quitárselo (1:21). En sus propias palabras dijo: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (2:10).
Job miró hacia arriba, afirmando el derecho del Señor de gobernar su vida. ¿Quién fue el necio que dijo que Dios no tenía derecho de añadir arena a nuestro barro, marcas a nuestra vasija o fuego a lo que hace con su mano? ¿Quién se atrevió a levantar su puño de barro hacia el cielo y cuestionar el plan del Alfarero? Job no lo hizo. Para él, la soberanía de Dios estaba entretejida con su amor.
Segundo, Job tenía la promesa divina de la resurrección. ¿Recuerda usted sus palabras inmortales? “Yo sé que mi Redentor vive y al fin he de ver a Dios” (Job 19:25–26).
Miraba hacia adelante, apoyándose en la promesa de su Señor de hacer todas las cosas brillantes y hermosas en la vida más allá. Sabía que en ese tiempo quedaría eliminado todo dolor, muerte, tristeza, lágrimas y adversidad. Sabiendo que “la esperanza no avergüenza” (Romanos 5:5), soportó el hoy con una visión del mañana.
Tercero, Job confesó su propia falta de comprensión. ¡Qué alivio da esto! No se sintió obligado a explicar el por qué. Escuche su sincera admisión: “Yo conozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que se esconda de ti... Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas [demasiado profundas] para mí, que yo no comprendía... Te preguntaré, y tú me enseñarás’” (Job 42:2–4).
Miró dentro de sí mismo y confesó su ineptitud de entenderlo todo. Descansó en Dios durante su adversidad, sin sentirse obligado a responder por qué.
Tal vez usted esté empezando a caer lastimado por las piedras de la adversidad. Tal vez la avalancha ya ha caído o tal vez no. La adversidad puede estar a diez mil kilómetros de distancia. Así es como Job se sentía pocos minutos antes de perderlo todo.
Repase estos pensamientos al apagar las luces esta noche, amigo mío y amiga mía. Simplemente, por si acaso. Algunas vasijas de barro se vuelven bastante frágiles al estar expuestas a la luz del sol día tras día.
Charles R. Swindoll
Vision para Vivir
Históricamente, los cristianos han entendido que su llamado es a estar en el mundo pero no ser del mundo. Como Os Guinness señaló en una serie perceptiva de artículos sobre el movimiento de crecimiento de la iglesia, el evangelismo tradicional no sólo resistió las influencias mundanas, sino que también solía hacer énfasis en el "desafío cognitivo" del espíritu del mundo.
Ahora, sin embargo, "el mundo se ha vuelto tan poderoso, dominante y atractivo que la postura tradicional de desafío cognitivo se ha vuelto rara y casi inconcebible" ("Reciclando el compromiso del liberalismo", Tabletalk [mayo 1992], 51.). En algún momento, los evangélicos decidieron hacer amistad con el mundo.
Guinness señaló que a pesar de que somos llamados a estar en el mundo pero no ser del mundo (Juan 17:14 -18), muchos cristianos han invertido la fórmula, siendo del mundo, mientras que en realidad no están en el mundo. Ellos hicieron esto al permitir que la televisión por cable, los reproductores de vídeo, radio y otras formas de comunicación infundieran los valores del mundo a sus pensamientos, mientras que se aíslan de cualquier participación personal con la gente del mundo que necesita desesperadamente el Evangelio.
"Los evangélicos están superando hoy en día a los liberales como modernizadores religiosos supremos - y conciliadores" escribe Guinness (Ibid.). La filosofía impulsada por el mercado tan popular entre los evangélicos modernos no es más que "un reciclaje del error del liberalismo clásico" (Ibíd.).
La razón por la que mayoría de los evangélicos fue tomada por sorpresa por el modernismo hace cien años es que los liberales surgieron de entre las filas evangélicas, utilizaban el vocabulario evangélico y ganaron aceptación a través de incesantes llamamientos a la paz y la tolerancia. Nuevos movimientos de crecimiento de la iglesia están siguiendo exactamente el mismo curso; y esa táctica ha tomado por sorpresa a los evangélicos una vez más.
La mayoría de las mega-iglesias dirigidas por el mercado insisten en que nunca pondrían en peligro la doctrina. Son atractivas para los evangélicos precisamente porque dicen ser tan ortodoxas en su doctrina como poco ortodoxas en su metodología. Multitudes han sido aseguradas por esas promesas y han simplemente abandonado su espíritu crítico, por lo que su vulnerabilidad ha aumentado. Desafortunadamente, el discernimiento verdadero es escaso entre los evangélicos modernos.
Al igual que los modernistas hace un siglo, las iglesias en el movimiento “amigable” han decidido que la doctrina es divisiva - la paz es más importante que la sana doctrina. Queriendo agradar a la edad moderna, han delimitado su mensaje como un diálogo amable, agradable y relevante; y no como una confrontación con el Evangelio de Cristo.
Los aspectos relevantes de nuestra época moderna - el radicalismo, el aborto, el feminismo, la homosexualidad y otros temas morales con carga política - plantean la amenaza más obvia para las iglesias “amigables”. Su teología indefinida y filosofía sensible a quien está en la búsqueda no permiten tomar una postura bíblica firme sobre tales asuntos, porque en el momento que desafían el espíritu de la época, pierden su atractivo comercial. Por tanto, están obligadas a guardar silencio o ceder. De cualquier manera, comprometen la verdad.
Si una iglesia no está dispuesta a adoptar una postura firme en contra del aborto, ¿cómo va a hacer frente a la erosión de la doctrina fundamental? Si una iglesia no tiene discernimiento suficiente para condenar este tipo de errores manifiestos como la homosexualidad o el feminismo, ¿cómo va a manejar un ataque sutil a la integridad doctrinal?
Muchas iglesias evangélicas han abandonado por completo la predicación enérgica sobre el infierno, el pecado y la ira de Dios. Afirman que el atributo principal de Dios es la misericordia - que anula y sustituye a Su santidad, justicia, ira y soberanía.
En lugar de hacer frente a la mayor necesidad de la humanidad - el perdón de los pecados – los sermones modernos tratan temas contemporáneos, problemas psicológicos (depresión, trastornos de la alimentación, la imagen personal), relaciones personales, temas motivacionales y otros asuntos de moda.
La filosofía impulsada por el mercado de las iglesias “amigables” no permite que tomen fácilmente posiciones doctrinales lo suficientemente firmes como para oponerse a las falsas enseñanzas. Su perspectiva sobre el liderazgo los lleva a contratar a comerciantes que pueden vender más que pastores bíblicamente calificados para poder enseñar. Su acercamiento al ministerio está tan alejado de la doctrina que no pueden educar a sus congregaciones contra los errores sutiles. Eludiendo la controversia, se sitúan en una posición en la que no pueden oponerse a la enseñanza falsa que se hace pasar por el evangelismo.
De hecho, las nuevas tendencias de la teología parecen ideales para la filosofía amigable. ¿Por qué habría de oponerse esa iglesia a tales doctrinas? Pero debemos oponernos, si hemos de ser fieles a la Palabra de Dios y mantener un testimonio evangélico. Los enfoques pragmáticos del ministerio no tienen respuestas a los peligros que enfrenta el cristianismo bíblico hoy. El pragmatismo promete iglesias más grandes, más gente y una iglesia viva, pero en realidad es sabiduría carnal - en bancarrota espiritual y en contra de la Palabra de Dios.
Las técnicas de mercadeo solo ofrecen la promesa de popularidad y aprobación mundana. Desde luego, no ofrecen ninguna protección contra los peligros de la degradación que conduce a la ruina espiritual.
La única esperanza es un retorno a la Escritura y a la sana doctrina. Nosotros, los evangélicos, tenemos que recuperar empeñosamente nuestra determinación a ser bíblicos, nuestra negativa a conformarnos según el mundo, nuestra voluntad de defender lo que creemos y nuestro coraje para desafiar la falsa enseñanza. A menos que despertemos colectivamente a los actuales peligros que amenazan nuestra fe, el adversario nos atacará desde dentro; y no seremos capaces de resistir.
"Sin duda, debe haber algunos que se arrojan al lado del amor vil cobarde de la paz; y hablan a favor de nuestro Señor y de Su verdad. Muchos tienen un espíritu cobarde y sus lenguas están paralizadas. ¡Oh, por un estallido de verdadera fe y celo santo!" (Charles Haddon Spurgeon).
Dr. John MacArthur
Gracia a Vosotros
No soy sociable con las personas. No sé qué decir. Eso me hace sentir incómodo. Con frecuencia buscamos pretextos en vez de brindar compasión. Pero somos nosotros quienes salimos perdiendo.
Podemos pensar que cuanto más grande es una iglesia más le agrada a Dios, pero la verdad es que Él está mucho más interesado en las personas que en los edificios. La creación lo demuestra. El Señor no creó la tierra simplemente para que fuera admirada por su belleza, sino para que fuera el hábitat ideal de la corona de su creación: el género humano.
Cuando Jesús inició su ministerio terrenal, también se enfocó en las personas. Dondequiera que iba se ocupaba de quienes tenían necesidades físicas, emocionales y espirituales. Por tanto, ¿no deberían ser las personas también nuestra prioridad? Como creyentes, estamos llamados a edificarnos unos a otros (1 Ts 5.11) y a sobrellevar los unos las cargas de los otros (Gá 6.2). Pero muchos cristianos van a la iglesia y asisten a reuniones de estudio bíblico para empaparse de verdades espirituales que nunca comparten con los demás. La Palabra de Dios debería cambiarnos y, a la vez, tener un efecto en los demás cuando atendemos sus necesidades.
Si no tenemos cuidado, podemos ir por la vida con los ojos vendados, olvidando que las personas que nos rodean están sufriendo. Algunos cristianos se apresuran a decir: “Bueno, yo no tengo el don de la misericordia; por tanto, esto no se aplica a mí”. Pero los creyentes no están exentos de la responsabilidad de las prácticas espirituales, y todos los hijos de Dios deberían estar creciendo en este aspecto.
Para lograrlo, tenemos que ver la situación de los demás desde la perspectiva de ellos y sentir sus emociones. Las personas que están sufriendo reconocen si nuestros intentos de consolarlas son simplemente palabras huecas o un interés sincero que fluye de un corazón comprensivo. Nosotros reconocemos cómo podía el Señor Jesús ministrar con compasión genuina. Después de todo, Él es Dios. Pero, ¿cómo vamos nosotros, personas comunes y corrientes, a ministrar a los demás de la manera que Él lo hacía?
El valor del sufrimiento. Uno de los métodos más sorprendentes y efectivos para desarrollar la empatía en nosotros es por medio de nuestro sufrimiento. Segunda a los Corintios 1.3, 4 dice que Dios es “Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.
Aunque a nadie le gusta sufrir, ¿quién mejor para establecer lazos de simpatía con una persona que está sufriendo, que alguien que ha pasado por un valle oscuro y salido adelante? Porque hemos tenido una experiencia dolorosa parecida, podemos asegurar a otros que el Señor es bueno en cada situación. Todos los que deseemos ser usados por Dios, tenemos que someternos al sufrimiento y reconocer que la facilidad, la comodidad y el placer no son sus únicos planes para nuestra vida. Él nos salvó para que ayudemos a los demás, y sentir empatía con ellos es una parte integral de ese llamamiento.
Reconocer a los necesitados. Si vamos a ser efectivos al expresar empatía, tenemos primero que reconocer la condición emocional y espiritual de quienes estamos tratando de ayudar. Si andamos en el Espíritu, viviendo sometidos a su autoridad, Él nos dará el discernimiento espiritual para ver a las personas y sus situaciones desde su perspectiva. El Espíritu nos dará compasión por los que sufren y ayudará a amar a quienes no se hacen querer.
Parte de ver a las personas como Dios las ve es reconocer su futuro potencial. Cuando Cristo miraba a las personas, no veía solamente a quién estaba delante de Él, sino también en lo que podría llegar a ser. Por ejemplo, cuando se encontró con Pedro, el pescador, vio a un líder de su iglesia. También reconoció que Saulo, el perseguidor, se convertiría un día en el Pablo del evangelio. Es por eso que nunca debemos etiquetar a nadie. Algunas veces, saber simplemente que alguien ve el potencial que hay en ellas, puede sacar a las personas de la desesperanza y motivarlas a convertirse en fuerzas poderosas en el reino de Dios.
Acercarse para ayudar. Para animar a los demás tenemos que acercarnos en persona. Muchas veces, tratamos de conectarnos con los demás por medio de mensajes de texto, correos electrónicos o incluso llamadas telefónicas. Pero nada puede sustituir la efectividad de una interacción personal cara a cara. Solo así podremos ver la expresión fácil y el lenguaje corporal que revelan lo que está sucediendo en el corazón. Cuando Jesús se acercaba a las personas, se conectaba con ellas mentalmente para formarse un juicio sobre su condición; emocionalmente, para mostrarles compasión; y físicamente, para aliviar su sufrimiento.
Estar preparados para dar. Después, tenemos que estar preparados para suplir las necesidades de quienes están atravesando dificultades. No obstante, esto requiere gran discernimiento espiritual, porque la necesidad más obvia pudiera no ser la más importante. Algunas veces parece que la respuesta compasiva sería aliviar el dolor de las personas o ayudarlas a salir de una mala situación. Pero, a veces, Dios tiene el propósito de hacer algo en sus vidas por medio de la prueba.
Cuando Jesús estaba en la región de los gadarenos, se encontró con un hombre poseído de demonios, cuyo aspecto y conducta podían haber parecido el mayor problema (Lc 8.26-35). Estaba desnudo, cubierto de heridas y gritando salvajemente. Si Jesús hubiera atendido las necesidades inmediatas del hombre, vistiéndolo, pidiéndole que se sentara tranquilamente para comer y conversar en cuanto a lo que lo estaba molestando, habría sido un caos. Y lo que es peor, el hombre se habría quedado en su desesperada condición. Pero Jesús lo encontró en el momento de su necesidad más grande: la de liberación espiritual. Después de expulsar a los demonios todo lo demás se arregló. Al igual que Cristo, tenemos que recordar que nuestras buenas intenciones de hacer sentir mejor a las personas pueden, en realidad, ser un estorbo.
Utilizar las dificultades. Todos hemos experimentado situaciones cuando nuestras necesidades fueron tan abrumadoras que lo único que pudimos hacer fue pedir ayuda. Pero, una vez que hayamos pasado por el sufrimiento y recibido su consuelo, Él quiere que consolemos a los demás, completando así el ciclo de 2 Corintios 1.3, 4. Después de ayudar a una persona a atravesar un valle oscuro, el paso siguiente es animarla a utilizar ese sufrimiento para ayudar a alguien más. Eso fue lo que Jesús hizo después de liberar al hombre poseído de demonios. Le dijo: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo” (Lc 8.39).
Invertir en las vidas de los demás no siempre es fácil. Se requiere tiempo y energía, pero Cristo promete en Lucas 6.38: “Dad, y se os dará”. El Señor multiplicará cualquier cosa que usted dé para servirle a Él. Si sacrifica su tiempo para ayudar a alguien, el Señor le dará el tiempo que necesite para cualquier otra cosa que Él sabe que debe hacer. Si ministrar a alguien le deja emocionalmente agotado, Él promete renovarle. Darnos a los demás no es una vida de privaciones sino de crecimiento espiritual, gozo y satisfacciones.
En Contacto
¡Las mentiras destruyeron mi matrimonio! Como muchas mujeres, Victoria cree que ella podría haber perdonado una mentira inocente o aun una aventura amorosa. Para cuando descubrió el largo comportamiento engañoso que su esposo había utilizado para que ella no supiera la verdad sobre su estilo de vida, el daño ya estaba hecho.
Si usted ha sido engañado por alguien en quien confiaba, sabe bien que las mentiras pueden socavar la credibilidad, puede desintegrar relaciones y corroer la confianza. Las mentiras nos quitan la inocencia, nos humillan y nos deshonran. Nos preguntamos si la persona que nos mintió alguna vez nos ha dicho la verdad.
De modo que, ¿por qué decimos mentiras y por qué las creemos? ¿Es posible tener más discernimiento para saber en quién confiar y cuánto confiar, sin sospechar demasiado de la gente?
Todos mienten, ¿o no?
«El aspecto central de la mentira es que queremos ser como Dios, con el simple habla creó el universo», dice un estudioso. «De manera que al hablar creamos el mundo que queremos ver».
Los estudios muestran que algunas personas mienten tan a menudo como comen, tres o cuatro mentirillas por día. Sea que las llamemos mentiras piadosas, declaraciones falsas, reservas mentales o evasivas, exageraciones o hipérboles, cuando lo que decimos no es la verdad, es una mentira. La palabra griega para hablar de verdad es aletheia, que significa no escondido. Mentir es esconder la verdad. Mentimos porque sinceramente creemos que es lo mejor que podemos hacer para nuestro beneficio en ese momento.
Las mentiras son parte de la vida. Satanás, el padre de mentiras (Juan 8:44) en el Edén plantó las semillas del engaño. Diciendo una mentira escondida en una verdad, confundió a Eva sobre la única restricción que había puesto Dios para la vida en el Edén (Génesis 3:2-5). Seducida por el deseo de ser tan sabia como Dios, Eva actuó de acuerdo a lo que sabía no era cierto.
Abraham le dijo una media verdad al rey Abimelec, afirmando que Sara, su esposa, era en realidad su hermana (Génesis 20:2). David ocultó su aventura amorosa con Betsabé y mató al esposo de la mujer (2 Samuel 11). Pedro negó que conocía a Jesús (Juan 18:25-26). Ananías mintió sobre la cantidad de dinero que había recibido por la venta de su propiedad (Hechos 5:1-11).
Vivimos en un mundo de engaños. Las mentiras tienen influencia en la historia y persuaden a la gente. Algunos son campeones en cuanto a decirnos lo que queremos oír y lo que ellos quieren que creamos.
Por ejemplo, en 1906 el Dr. Frederick A. Cook se hizo famoso al escalar el Monte McKinley, el pico más alto en América del Norte y tomar una fotografía en la cima. El descubrimiento de una fotografía original y sin recortes entre las pertenencias de Cook, muestra que Cook en realidad estaba en una falsa cumbre 5000 metros más abajo. Eso prueba definitivamente, por medio de la cámara de Cook, que él estaba mintiendo.
La mentira está cobrando aceptación como una filosofía de vida. De acuerdo a Michael Josephson, presidente del Josephson Institute of Ethics, estamos mintiendo más. Él explica que la falta de sinceridad es un agujero cada vez más grande en nuestro ozono moral. Esta filosofía de vida la están recibiendo nuestros hijos. Como resultado, ellos también mienten más.
Un estudio reciente muestra que el numero de estudiantes de la secundaria que mienten a sus padres aumentó a 92% en 1998, de haber sido 85% en 1986. Josephson advierte que aún no hemos sentido el impacto de lo que estudio enseña. Pronto esta generación pasará a ocupar cargos de liderazgo, empezará la actividad laboral, entrará al mundo político y al sistema educacional, y se convertirán en madres y padres.
Van a ser policías, auditores bancarios, legisladores y mecánicos, dice. Si llevan al lugar de trabajo las mismas actitudes que se revelaron en el estudio, imagínense el estrago.
Por qué mentimos
La mentira es uno de los pecados que parece más serio cuando es otro el que miente. A nadie le agrada admitir que mintió. Sea que nos abstengamos de decir la verdad o que digamos una media verdad, a veces mentimos. Nuestras razones incluyen lo siguiente:
- Mentimos para preservar nuestro sentido de dignidad. Queremos parecer mejores de lo que somos porque queremos agradar a los demás. Exageramos las circunstancias para inflar nuestros egos o para esconder nuestra vergüenza, temor y desilusiones. Tal vez sea demasiado vergonzoso o doloroso confrontar la verdad sobre otros o sobre nosotros mismos.
- Mentimos para evitar que nos descubran. Al decir medias verdades intentamos que nuestro cónyuge o nuestros padres no descubran una vida secreta, una aventura amorosa, gastos excesivos o drogadicción.
- Mentimos para obtener un beneficio financiero. Millares de personas pierden dinero como consecuencia de fraudes. Se manipulan las matemáticas al hacer el cálculo de impuestos a las ganancias. Compañías de seguros reciben falsas denuncias de siniestros. Se aumentan las ventas posicionando productos de la manera más favorable posible, a menudo prometiendo más de lo que pueden ofrecer. Los comercios exclusivos nos persuaden diciendo que tal o cual compra es exactamente lo que necesitamos. Las empresas de cigarrillos soplan humo en nuestros ojos, creando la ilusión de que esos héroes tan buen mozos que visten jeans ajustados y un sombrero chic son lo mejor, y que los cigarrillos no producen adicción.
Un alto ejecutivo de una compañía electrónica en California, en forma regular recibe cartas fraudulentas por correo. «Nigerianos que se presentan como contratistas independientes nos piden papel con membrete y un cheque en blanco pues quieren usar la cuenta bancaria de nuestra firma para encauzar dinero, dice. Le hablan a nuestra codicia porque alegan que nos hará ganar mucho dinero. Además, uno quiere ayudar porque ellos alegan que su gobierno no permitirá que salgan los fondos a menos que una compañía de los Estados Unidos actúe como intermediaria».
Por qué creemos las mentiras
Si estuviéramos dentro de un campamento de prisioneros enemigo, sabríamos que la mayoría de lo que oímos o vimos en el mejor de los casos era propaganda, y en el peor de los casos era una mentira. Pero en un mundo de engaño, donde la gente da vuelta palabras para su propia ventaja, rara vez cuestionamos la veracidad o investigamos fuentes de información. Cuando estamos delante de alguien que conocemos, y de quien sospechamos está mintiendo, a menudo nos quedamos sin habla. ¿Por qué?
La credulidad extrema y la vulnerabilidad personal asustan. No podemos creer que seamos capaces de ser inducidos a creer algo que no es cierto o que confiamos en una persona que no merecía nuestra confianza. No queremos admitir que nos pueden manipular.
Nos resulta vergonzoso y doloroso confrontar nuestro potencial para la exageración y/o la maldad. La verdad revela nuestros propios secretos: mentiras que hemos dicho, las cosas que hemos hecho y las personas a quienes hemos herido. Para contemplar nuestro lado oscuro necesitamos una sinceridad despiadada, y más aún para admitirlo. La verdad que libera también lastima.
Negar lo que ocurre parece más fácil. Nos agrada la otra persona y queremos creer lo que está diciendo. Queremos volver a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestra vida. Nos tapamos con la frazada de la negación, y nos auto convencemos de que la persona mentirosa está haciendo lo suyo para solucionar su problema y que nosotros estamos obedeciendo el mandato bíblico al amar y confiar una vez más.
Nos han enseñado a confiar. Enseñamos a nuestros hijos que es importante confiar. La confianza es el mejor regalo que un cónyuge le puede hacer al otro. En realidad, la confianza es algo crítico en toda relación, sea entre amigos, empleado / empleador, el presidente de un país y su pueblo, padre / hijo, marido / mujer. Cuando alguien no dice la verdad y lo descubrimos, la relación se desintegra.
Las mentiras corroen la confianza
Los mentirosos cuentan con nuestra confianza. En primer lugar, triunfan al seducir nuestra confianza y luego al violar esa confianza. Después, asumen control penetrando en nuestra realidad y nos imponen la realidad de ellos. Nos dicen que lo que vemos, creemos, oímos y sentimos es falso. Y porque queremos creer, dejamos en suspenso nuestra incredulidad y creemos, una vez más.
Las mentiras nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad y desintegran nuestra integridad. El engaño es como una violación física pero invisible. En vez de ser un ataque físico, las mentiras atacan la mente y hacen impacto en el espíritu. En vez de perder la virginidad, uno pierde la inocencia. Uno ya nunca vuelve a ver al mentiroso como solía verlo. Si el mentiroso es alguien ante quien hemos desnudado nuestro cuerpo o nuestra alma, por ejemplo una relación marital, el dolor nos llega a inmovilizar. Uno comienza a dudar de uno mismo y comienza a cuestionarse en cuanto a los conceptos aprendidos sobre amar y confiar.
Volviendo a confiar
«Una mentira exitosa es una mentira doble; un error que debe corregirse es una carga más pesada que la verdad» dijo Dag Hammarskjold, ex secretario general de las Naciones Unidas. La sanidad de heridas mentales y espirituales no sucede de la noche a la mañana. Volver a tener confianza es algo que cuesta. El mentiroso debe asumir responsabilidad y debe darse cuenta de que tiene ganarse la confianza. Y nosotros debemos hacer lo que muchos mentirosos no pueden hacer:
- Volver a la totalidad del ser a la luz de la verdad. Admitamos nuestro pecado. Si hemos sido deshonestos, disculparnos no es suficiente. Debemos dar la vuelta y caminar en dirección opuesta (Proverbios 4:24-27). Luego, hay que aceptar la gracia de Dios y lo que el dice sobre nosotros (Salmos 139). Perdonar a otros no significa justificar su comportamiento. Significa que renunciamos a nuestro derecho a vengarnos. Dios siempre nos llama —a nosotros y a quien nos lastimó— a que volvamos a Él (Jeremías 3:22).
- Restaurar nuestra propia integridad. Dejemos de recriminarnos porque confiamos en un mentiroso. La honestidad, el amor y la confianza son los mejores regalos que le podemos dar a otra persona. Estas cualidades del carácter nos hacen lo que somos en nuestro interior. Son cualidades que siguen el modelo de lo que le agrada a Dios (Colosenses 3:1-7). A medida que vivimos de acuerdo a los principios que sabemos que son verdad, recordemos: en territorio donde hay lobos, las palomas inocentes necesitan la astucia de serpientes (Mateo 10:16).
- Aprender de experiencias pasadas con el engaño. No todas las historias que escuchamos suenan como historias ciertas. No todas las personas leen el mismo libro de reglas y principios ni siguen la guía de nuestros principios éticos, morales y espirituales.
- Observemos los pasos de la gente, hacia donde se dirigen y no sólo lo que dicen. Notemos el mensaje detrás de las palabras. Seamos conscientes de las respuestas típicas de la gente cuando se la confronta con mentiras que han dicho. Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a toda verdad (Juan 14:15 17).
No podemos escapar de la realidad de que vivimos en un mundo de engaño. No podemos hacer que otros dejen de mentir. Pero si podemos convertirnos en personas que buscan la verdad y tienen discernimiento en cuanto en quién confiar y cuánto confiar. Podemos comenzar reconociendo cómo algunos distorsionan nuestra realidad y nos apartan de nuestra búsqueda de la verdad. Más importante aún, podemos comenzar nosotros mismos a hablar la verdad.
DIFERENTES TIPOS DE MENTIRAS
Las mentiras vienen en muchas formas, desde las falsedades intencionales hasta las mentiras piadosas que muchos sienten causan muy poco daño. Las mentiras pueden ser:
Mentiras piadosas
Admitámoslo. Cuando suena el teléfono en casa o en el trabajo, quien no ha susurrado: «Diles que no estoy». Le escribimos a la tía Sara diciendo que nos gustó mucho el regalo de cumpleaños porque no queremos herir sus sentimientos, pero luego devolvemos el regalo al negocio donde lo compró. Disfrazamos nuestros sentimientos diciendo: «Estoy bien», cuando en realidad nos sentimos muy mal. Cuando minimizamos nuestro peso o exageramos la asistencia en la iglesia, estamos haciendo que la línea entre la verdad y una mentira sea muy borrosa. Decimos que estas mentiras son inocuas y las llamamos mentiras piadosas.
Mentiras más serias
El peligro de mentir es que cuanto más un mentiroso se sale con la suya, tanto más y mejor miente. Cuando distrae nuestra atención de la cuestión principal y dice: «Estás haciendo de una pulga un elefante. Olvidémonos de lo que paso», en realidad aprende a dejar de lado su propia responsabilidad. Nos hemos apartado de la cuestión central y nos preguntamos si somos nosotros los que tenemos problemas. El mentiroso ha evadido la cuestión. La mentira inocua crece y se convierte en otra mentira más nociva. Con el tiempo, mentir se vuelve un estilo de vida.
Mentiras patológicas
Los mentirosos habituales y compulsivos disfrutan la idea de que otros se unan a su juego. Ensimismados en la idea de ganar a cualquier precio, se vuelven adictos a su propio engaño. Estos mentirosos son encantadores y convincentes y usan toda su habilidad para agradar a los demás y para que los demás confíen en ellos. Pero que alguien nos agrade no equivale a que confiemos en esa persona y no podemos pasar por alto el hecho de que los mentirosos son confabuladores y no sienten remordimientos por lo que han hecho, ni se conduelen porque nos han herido. Los expertos dicen que estos mentirosos son los de la peor mentira: mentirse a sí mismos y distorsionar su propia realidad. Algunos mentirosos patológicos confiesan: «Las peores mentiras son las que me digo a mí mismo».
Karina West
Escritora y conferencista
LuisPalau.Net
El siguiente artículo es una compilación de respuestas de varios pastores a la pregunta: ¿Qué espera usted de los músicos en su iglesia?
1. Que sean personas de la Palabra de Dios. El tiempo pasado en el fiel estudio la Escritura se hará evidente en la letra de las canciones que los músicos escriben y tocan. Todos los himnos, alabanzas, cánticos y números especiales en la iglesia deben estar basados en la Biblia y transmitir una teología bíblica. El mensaje que expresan las canciones debe ser sustancioso y comunicarse con claridad idiomática y fidelidad bíblica.
2. Que canten, dirijan y toquen bien. El Salmo 33, un salmo de victoria, es uno de los muchos lugares en el salterio donde se insta a los músicos a hacer bien su labor: «Entónenle un cántico nuevo de alabanza; toquen el arpa con destreza y canten con alegría» (v. 3 NTV). «Con destreza» tiene varias implicaciones para nuestras iglesias.
En primer lugar, señala la importancia de que los músicos tengan el llamado de Dios a ese ministerio. En el continente, uno de los resultados impactantes del énfasis dado a la música en los últimos años, es la importancia otorgada a la adoración y a la alabanza, y a la vez a los músicos que la dirigen.
En segundo lugar, el músico debe contar con el talento que corresponde a una persona que dirige a la congregación en alabanzas a Dios. En tercer lugar, los músicos han de ensayar y llegar preparados tanto física como espiritualmente. Por último, implica que los directores de alabanza tienen que planear bien sus programas para no convertirse en lo que un pastor describía de esta manera: «El nuevo dictador en muchas iglesias es el director de alabanza. Hace y deshace el programa como le da la gana, generalmente con poca planificación y mucha inspiración. Usa el tiempo que desea, predica con frecuencia sus propios mensajes, alegando que el Espíritu es quien lo guía». Sin embargo, el director de alabanza debe ser lo suficientemente sensible a la voz de Dios como para darse cuenta del propósito que el Espíritu Santo tiene para cada día en particular y según las necesidades de los asistentes al culto.
(Nota: Que los músicos toquen bien los instrumentos no significa que con volumen excesivo ahoguen el mensaje de las palabras del cántico).
3. Que se sujeten a la autoridad de los líderes de la iglesia. «Obedezcan a sus líderes espirituales y hagan lo que ellos dicen» (Hebreos 13:17 NTV). Si nosotros hemos de pastorear a los músicos, en ellos debe estar el deseo de sujetarse a la autoridad que Dios ha dado a los líderes. Creemos firmemente que la música, la adoración (todo lo que sucede antes y después del mensaje) y el sermón deben complementarse y constituir una unidad. Esto no sucederá sin buena comunicación entre los músicos y el cuerpo pastoral. Un pastor comentaba: «La adoración debe ser parte de un todo, y la sujeción, una expresión vital de verdadera espiritualidad».
4. Que tengan espíritu servicial. Jesús es nuestro modelo: «Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28 NTV). Si el lector desea profundizar en el motivo por el cual se insiste en que los músicos sean siervos, recomendamos la lectura del libro ¿Qué hacemos con estos músicos? por Marcos Witt. Según Witt, la falta de humildad es una de las grandes fallas en los músicos modernos, y recomienda a la iglesia local no permitir que los músicos toquen y canten hasta tanto tengan espíritu de servicio.
Jesús mismo es modelo de servicio cuando lava los pies de los discípulos (Juan 13). Era costumbre entre los paganos que el esclavo lavara los pies de los comensales. Con este acto Jesús señala las actitudes que debe asumir el músico al ministrar en la iglesia: humildad y servicio. Uno de los pastores que contribuyó a este artículo, menciona que evitó que el grupo de alabanza de su iglesia ministrara en la plataforma hasta que vio en ellos espíritu servicial hacia la congregación.
5. Que formen parte de un grupo de apoyo o discipulado (el nombre varía de iglesia en iglesia) donde den razón de sus acciones a otros creyentes. Un vez más acudimos a Hebreos donde el autor dice: «Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones» (10:24 NTV). Por regla general, los músicos son artistas y se manejan por las emociones. Un grupo de discipulado les dará la disciplina necesaria, sin con ello quitarles la creatividad.
6. Que al desempeñar su cargo tengan en cuenta todas las edades y etapas espirituales de los miembros de su iglesia. Que piensen tanto en los niños como en la gente de edad avanzada, tanto en los nuevos en la fe como en quienes han estado caminando con el Señor durante largo tiempo. El culto debe caracterizarse por una atmósfera en la que todos los presentes sientan la presencia de Dios y sean animados a amar a nuestro gran Dios.
Para pensar: Hace poco un cristiano que no había asistido a la iglesia el domingo anterior le expresó al pastor: «Estoy cansado de la pachanga. Cuando recién me convertí y era más joven, me gustaba. Pero ahora el ruido me da dolor de cabeza y me canso cantando la misma canción una, y otra, y otra vez. No es que no deseo alabar al Señor; todo lo contrario, pero la adoración simplista ya no expresa todo lo que deseo decirle al Señor. Prefiero leer salmos y cantar himnos y alabanzas en casa y llegar al culto para la predicación».
Dr. Jaime Mirón
Asociación Evangelística Luis Palau
Aunque era apenas las 3:00 de la tarde, una oscuridad sobrenatural se había apoderado del cielo, y se negaba a irse. Y la Tierra se estremeció violentamente de común acuerdo con el cielo. Nada podía ser más antinatural que el Dador de la vida estuviera sucumbiendo a la muerte. La creación gritó como si ella misma hubiera sido traspasada. Pero era Jesús quien había sido traspasado, crucificado por los pecados del mundo para que toda la creación pudiera ser hecha nueva.
En el Domingo de Resurrección nos reunimos para celebrar el amanecer de esta nueva creación gracias a la resurrección de Jesús. Desde una tumba en un huerto en las afueras de Jerusalén, la maldición del pecado y de la muerte comenzó a desmoronarse cuando Jesús abrió sus ojos, se sentó y dobló con esmero la sábana que había adornado su cabeza sin vida momentos antes. El Hijo de Dios resucitado era la primicia de una nueva cosecha, un anticipo de la vida de resurrección que sus seguidores experimentarán al final de la historia.
Pero hubo otra resurrección más ese fin de semana.
Mateo nos dice que el Viernes Santo "se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron" (Mateo 27:52). No es frecuente escuchar hablar de esta otra resurrección. De hecho, Mateo es el único evangelista que la menciona. Esto ha llevado a algunos estudiosos a cuestionar la validez del relato, o a considerarlo una versión refundida como un recurso literario excepcional diseñado para recalcar la importancia de la muerte de Cristo. Pero es difícil imaginar a personas alegóricas despertando de la muerte “que salieron de los sepulcros… [y] entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos” (v. 53 NVI).
Si tomamos a la Sagrada Escritura como la Palabra de Dios, tenemos que adueñarnos de ella en sus propios términos. Debemos dejar que Dios hable por sí mismo. Aunque Mateo proporciona pocos detalles sobre esta resurrección de los santos en ese Viernes Santo, creo que el acontecimiento revela algo fundamental en cuanto al carácter de Dios, y tiene el propósito de alentar a quienes humildemente portamos hoy el nombre de “santos”. Pero, para entender mejor el pasaje y su contexto, debemos primero considerar quiénes eran estos creyentes resucitados.
Los escritores del Nuevo Testamento no tratan a la ligera la palabra “santos”. Cuando es usada en los Evangelios y las Epístolas, la palabra se refiere invariablemente a los seguidores fieles de Jesús. No hay razón para buscarle otro significado. Y aunque es gratificante pensar en la posibilidad de que estos eran santos del Antiguo Testamento que estaban resucitando de los muertos para ser testigos del milagro más grande de Jesús, esa posibilidad parece poco probable. Mateo nos dice que estos hombres y mujeres “se aparecieron a muchos” en la santa ciudad, lo que implica que eran conocidos allí. En un mundo donde no existía la fotografía, solamente aquellos muertos a quienes recordaban los que estaban vivos, podían ser reconocidos.
En ese momento, estos discípulos resucitados sirvieron como testigos del poder de Cristo sobre la muerte, y de su aseveración de ser el Mesías esperado por los judíos. La multitud que se había reunido en el Gólgota pudo haber visto solamente a un carpintero convertido en predicador ofreciendo su vida en un último suspiro, pero la muerte de Jesús no fue una derrota; fue una victoria. En la cruz, Él abrió un camino para que hombres y mujeres se acercaran al Padre celestial que les ama. Por eso, en el mismo pasaje en el que menciona a los santos resucitados, Mateo nos dice también que el velo del templo se rasgó en dos (v. 51).
La cortina era una medida de seguridad para evitar que la gente entrara a la abrumadora presencia de Dios. El pecado no puede convivir con la santidad; por tanto, con excepción del sumo sacerdote, que podía hacerlo en el día de la expiación, a nadie más se le permitía entrar en el lugar santísimo. Pero cuando Jesús murió, este velo -que tenía 10 centímetros de espesor, de acuerdo con la más antigua tradición judía- se rasgó de arriba abajo. El poder del pecado para mantenernos alejados de Dios se rompió por medio del sacrificio de Cristo. Y puesto que la paga del pecado es muerte (Rom. 6:23), esos seguidores de Jesús que se levantaron de sus tumbas, lo hicieron como evidencia de que el elevado pago se había hecho. La entrada triunfal de los santos resucitados a Jerusalén fue la señal de la destrucción del largo imperio de muerte sobre los hijos de Dios.
Pero, al final, la muerte los alcanzó de todas maneras. Todas las personas que volvieron a la vida ese Domingo de Resurrección, murieron y fueron sepultadas otra vez, con excepción de Jesús. Es solamente en Cristo que vemos el cumplimiento de la promesa de que recibiremos cuerpos gloriosos e inmortales en la resurrección final de los muertos (1 Cor. 15:52) -cuerpos que ya no estarán sujetos al dolor ni al implacable acoso del tiempo.
¿Por qué, entonces, permitió Dios que estos santos tuvieran una suspensión de su estado de muerte? Quienes pusieron su fe en Jesús durante su ministerio terrenal se rindieron a Él como el Mesías prometido y el legítimo Rey de Israel. Pero quienes murieron antes de la crucifixión y la resurrección de Jesús, no llegaron a saber cómo, precisamente, Dios les proveería su salvación. Confiar en el Señor Jesús cuando anduvo por Judea y Galilea enseñando acerca del reino de Dios, echando fuera demonios y sanando a los enfermos fue precisamente eso -fe.
Estos hombres y mujeres seguirían siendo pecadores y Dios seguiría siendo santo. No tenían nada que les hiciera dignas y aprobadas de ganar el cielo, sino Jesús mismo. Y no sabían cómo Dios salvaría la brecha. Parece ser que el Señor, por su gran misericordia, le permitió a estos santos que vieran con sus propios ojos la salvación que Él había asegurado para ellos a tan elevado costo. Tal vez por eso, estos discípulos despertaron de la muerte cuando Jesús murió, y salieron de sus tumbas cuando el Salvador salió de la suya (Mat. 27:52,53). Fueron invitados a la espera -en ese largo sábado cuando toda esperanza parecía perdida- para que cuando el Señor Jesús apareciera en la mañana del domingo, éstos que también habían experimentado la tumba, estuvieran entre los primeros en anunciar la gloriosa resurrección de Él, una tarea apropiada para personas que habían puesto su fe en el Señor, tanto en vida como en muerte.
Quienes conocemos a Cristo hoy, también hemos sido invitados a la espera, a ese período que está entre su primera y su segunda venidas. Y aunque el misterio de la salvación nos ha sido revelado, la fe requiere todavía que confiemos a Dios nuestra vida -cada día hasta nuestra resurrección futura. Si no estamos todavía vivos cuando llegue ese día, también nosotros sabremos lo que es despertar a la redención de Dios en el pleno desarrollo que se estará produciendo, la cual veremos con nuestros propios ojos.